“Acá no se viene a llorar, así que escribí”. Con esta frase, de estilo bien a lo Rodolfo Walsh, María de Gutman incitaba a las madres que iban a la Asociación Madres de Plaza de Mayo a continuar, a sobreponerse al dolor, y a seguir escribiendo. ¿Qué cosa? Nada menos que el testimonio de la desaparición de sus hijos, con todas las circunstancias y trámites hechos para averiguar su paradero.
María se había incorporado a las Madres de Plaza de Mayo en septiembre de 1.976, no bien desapareció su hijo. Y nunca más abandonó la agrupación, pese a su dolor intenso en las rodillas. Cumplía una función bien precisa y trascendental: recopilar y mantener el Archivo Histórico de la Asociación, junto con su compañera María del Carmen Berrocal. Por ello, debía hacer que todas las mujeres que se acercaran a la Asociación dieran tan duro testimonio de su situación.
Recientemente, en la Feria del Libro, Berrocal y Hebe de Bonafini la recordaron publicado un trabajo que incluye parte de ese archivo que ella custodiaba. Debido a su dolor de rodillas, María atendía el stand de publicaciones de las Madres cuando ellas marchaban alrededor de la ya mítica pirámide de Plaza de Mayo.
Hoy sus compañeras la recuerdan con admiración, y llaman a seguir su ejemplo de compromiso.

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