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Predeterminado La ecoconducción Calificación: de 5,00

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Ventajas de la “ecoconducción”
Practicar una conducción económica o de corte ecológico reporta al automovilista y a su vehículo muchas ventajas.
El coche también se beneficiará de estas técnicas de ahorro. Un uso más “pacífico” del motor deviene en menos rozamientos, menos esfuerzo y más duración de la mecánica. Cajas de cambios, neumáticos, frenos… Por último, aunque sea a una escala menos perceptible, hay un beneficio enorme: la reducción de la contaminación. En el RACC explican que, en España, el transporte por carretera es el responsable del 28 por ciento de las emisiones de CO2, el gas causante del efecto invernadero. Teniendo en cuenta que estas emisiones están directamente relacionadas con el consumo de combustibles de origen fósil, como la gasolina o el gasóleo, hay que deducir que, bajando este consumo, se limitará la contaminación.
Así se comporta el consumo
Un motor moderno está controlado por una unidad electrónica de gestión, que es la encargada de decidir cuánto combustible pasa a los cilindros en cada momento. Para ello, esta centralita evalúa parámetros como la posición del acelerador, la marcha engranada, las revoluciones del propulsor, la temperatura del agua… Conociendo estos factores, podemos forzar a la centralita para que reduzca las dosis de combustible.
Controlar las revoluciones, la clave
Así, el correcto empleo de la caja de cambios es vital para el ahorro: seleccionando la marcha más alta posible en cada momento, estaremos obligando al motor a trabajar menos, con lo que evitaremos consumos innecesarios, haremos menos ruido y forzaremos menos la mecánica.
El ralentí, ese derrochón
Es mucho mejor poner una marcha larga y dejar que el coche ruede con ella puesta sin acelerar. El movimiento de las ruedas mantendrá el motor en marcha y, a más de 20 km/h, el consumo de combustible será nulo.
Por esta misma razón, es importante pasar el menor tiempo posible al ralentí: no quedarse quieto después de arrancar, no demorar el cambio de marchas y no pasar más de un minuto en un atasco con el motor encendido: es mejor apagarlo si vemos que vamos a quedarnos en el sitio mucho tiempo.

Otros factores que influyen en el consumo
Además de los fenómenos físicos propios del movimiento de una máquina, hay otros factores que intervienen de forma decisiva en el mayor o menor consumo de combustible.
Uno de estos factores es el mantenimiento mecánico. Un coche en buenas condiciones gastará siempre menos, pues tendrá que vencer menos resistencias y rozamientos. Es vital realizar diagnosis periódicas del motor, de forma que podamos prevenir averías. También hay que controlar con insistencia los niveles de aceite, agua y otros líquidos. Y, por último, se recomienda comprobar cada dos semanas la presión de los neumáticos. Unas ruedas menos infladas de lo normal son muy peligrosas y, además, más difíciles de mover para el motor.
El aire acondicionado es un gran “ladrón de energía”. Al estar conectado su compresor al propio motor, desvía parte del esfuerzo, con lo que “roba” caballos. Se recomienda seleccionar temperaturas moderadas, no extremas, de forma que el gasto sea menor. Los 23º-24º C son el entorno ideal
La carga del vehículo también altera los consumos, pues modifica la resistencia a la rodadura que tienen que vencer los neumáticos y, por ende, el propulsor. Una mala distribución de la carga hará que ofrezcamos mayor resistencia al aire y volverá el coche más inestable.
Los elementos exteriores, como las bacas, los cajones, los alerones postizos y cualquier otro añadido, también son enemigos del ahorro. Estos apósitos modifican la aerodinámica y, en muchos casos, directamente la destrozan, con lo que el consumo se dispara. Por poner un ejemplo, los hierros de la baca suben un 7 por ciento el gasto. Si llevamos equipaje o carga en ella, gastaremos hasta un 40 por ciento más.
Por las mismas razones aerodinámicas, las ventanillas abiertas son poco recomendables, sobre todo si rodamos rápido.
Trucos y técnicas
Al arrancar
Poner el coche en marcha consume energía, pero, a diferencia de lo que la gente suele creer, lo hace de forma muy controlada: la gestión electrónica sabe lo que debe inyectar y pone en marcha el motor con el esfuerzo mínimo posible. Por esta razón, debemos siempre arrancar sin acelerar.
Si nuestro coche es Diesel, esperaremos cinco segundos antes de iniciar la marcha. Es el tiempo necesario para que la bomba del aceite engrase el motor. Si el coche es de gasolina, nos pondremos en marcha nada más arrancar: cada segundo parados es un segundo de gasto innecesario.
Una precaución a la hora de parar: en los coches turbodiésel es conveniente dejar el coche al ralentí un minuto. Gastaremos gasóleo, pero alargaremos la vida del turbo y, por tanto, evitaremos averías.
Cómo cambiar
Una de las cosas más importantes que enseñan estos cursos es a prestar atención al cuentarrevoluciones. Esto es vital para cambiar, porque nos indicará en qué momento debemos hacerlo.
Debemos tener en cuenta que en las marchas más largas el coche avanza más por cada revolución del motor, con lo que se moverá más con menos esfuerzo energético. Este principio nos llevará a utilizar siempre la marcha más alta posible y abandonaremos las cortas tan pronto podamos.
Cuanto más larga sea la marcha con la que se circula, siempre por encima de un mínimo de revoluciones, menor será el consumo.
Por regla general, en un motor de gasolina cambiaremos a una marcha superior entre las 2.000 y las 2.500 rpm. Si es Diesel, lo haremos entre las 1.500 y las 2.000.
Si preferimos orientarnos por la velocidad, podemos cambiar así:
Meter segunda a los dos segundos o seis metros recorridos.
Meter tercera a partir de los 30 km/h.
Meter cuarta a partir de unos 40 km/h.
Meter quinta a partir de unos 60 km/h.

Frenar o decelerar
Las operaciones de deceleración también servirán para ahorrar combustible, porque trataremos de reducir la velocidad sin exigir esfuerzos al motor.
De esta forma, circulando en marchas largas, utilizaremos en lo posible el freno de pie. Si éste se fatiga, o es insuficiente, utilizaremos la reducción de velocidades para aprovechar la retención del motor; es lo que se llama freno motor.
Al reducir, aguantaremos lo más posible antes de bajar velocidades. Si vemos que el motor ya ha bajado mucho de régimen, podemos saltarnos un escalón y llevar la palanca, por ejemplo, de quinta a tercera o de cuarta a segunda. Estos saltos de marcha también sirven para subir: si hemos ganado suficiente velocidad, podemos, por ejemplo, pasar de tercera a quinta.
Las detenciones serán, por tanto, fundamentales. La forma en que nos acercamos a una parada puede suponer que ahorremos o no. La recomendación es aprovechar la inercia de la marcha todo lo posible y dejar que el coche ruede sin acelerar hacia la parada. Para ello, dejaremos una marcha larga engranada, soltaremos el acelerador y dejaremos que el vehículo ruede perdiendo velocidad. Si hace falta, frenaremos un poco con el pie y, sólo si el motor amenaza con calarse, bajaremos una velocidad. No pasa nada por parar, por ejemplo, en tercera.
Cómo circular
La forma en que circulamos también determina cuánta gasolina gastamos. La regla básica es la anticipación. Tenemos que ir muy atentos para localizar los carriles más favorables, las detenciones, los semáforos… En cuanto veamos que hay hueco, podremos engranar marchas altas y dejar que el coche circule al “tran-tran”, a 50 ó 60 km/h y en quinta. Así, iremos sin apuros ni agobios de un semáforo a otro, de una parada a otra.
En esta forma de conducir, tan apoyada en las inercias y el uso de los espacios abiertos, es capital el respeto a las distancias de seguridad. Eso también nos despejará el campo visual y nos dará más capacidad de maniobra.
Si el terreno se inclina hacia arriba, haremos lo mismo que en el llano: tratar de mantener la marcha más alta posible, pero hay que tener en cuenta que las fuerzas que hay que vencer son mayores y que, por tanto, hace falta más potencia. Para lograrla, retrasaremos un poco los cambios y los haremos a algunas revoluciones más. Para ayudarnos en esta tarea, aprovecharemos las bajadas para coger impulso y atacar mejor las subidas.
En las bajadas dejaremos que el coche ruede sin acelerar, pero siempre con una marcha engranada, nunca en punto muerto. Además de ser peligroso, supone mayor gasto.
En las curvas, nos regiremos por el mismo principio de las detenciones. Nos aproximaremos a la curva sin acelerar, frenando si fuera preciso para acomodar la velocidad al giro y sólo reduciremos si se hace estrictamente preciso. Para salir, aceleraremos con decisión para ganar otra vez fuerza.
En las caravanas, respetaremos la distancia de seguridad y trataremos de ir en la marcha más larga posible. Si hay paradas de más de un minuto apagaremos el motor. Es mejor eso que estar mucho tiempo al ralentí y, además, el motor de arranque no sufre nada por hacerlo.
El movimiento se demuestra
En el curso que hicimos con el RACC había dos prácticas, una antes de la teoría y otra después. Sobre un trazado urbano de 5 kilómetros y con un Mégane turbodiésel, en la primera vuelta este redactor registró una velocidad media de 17,3 km/h y un gasto de 7,5 litros a los 100 km. Después de la lección, hice los 5 kilómetros a una velocidad media de 20,1 km/h con un gasto de sólo 6,1 litros a los 100 km. Es decir, logré reducir el consumo en 1,2 litros cada 100 km y fuimos más rápido. Encima, el tráfico era mucho más denso en la segunda ocasión…
Consejos para ahorrar combustible
- Iniciar la marcha de forma suave y progresiva.
- Mantener una velocidad lo más constante posible.
- Limitar al máximo la aceleración, ya sea positiva (para aumentar la velocidad), negativa (para reducirla) o lateral (al tomar curvas).
- Frenar lo menos posible –siempre sin poner en riesgo la seguridad-.
- Reducir, en deceleraciones, de marcha lo más tarde posible para lograr el corte de inyección.
- Circular en marchas largas a regímenes que no superen con holgura los valores de par máximo.
- Conducir con previsión y anticipación para evitar maniobras bruscas e innecesarias.

Saludos a todos y espero que os guste.
Chuspy.

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