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Antiguo 23-02-2011 , 11:31:26   #2
Tyler Durden
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Predeterminado Respuesta: Pollitas en fuga: crónica de niños travestis de Cali

Marcia tampoco se llama así; prefiere ocultar su verdadero nombre. Tiene un rostro blanco de porcelana, delicado e imberbe. La boca y las mejillas las lleva pintadas suavemente de color rosa; como el primer maquillaje de una jovencita. Luce, con coqueteo de Lolita, una peluca tejida en dos trenzas que le llega hasta los pechos, que no son más que el resultado de un sostén con relleno. Solo la delatan los pardos y gruesos vellos que, imprudentes, ya empiezan a asomársele en las piernas. Si no supiera que es un niño travesti, la podría haber confundido con una adolescente disfrazada de muñeca de trapo.
Su corta vida se podría resumir así: vive en los suburbios de Cali con tres hermanos y una madre cabeza de hogar, empleada de un almacén de ropa de combate del centro de Cali; a comienzos del 2009 se retiró del colegio público donde cursaba octavo de bachillerato porque no pudo más con las burlas de sus compañeros de clase, donde siempre se distinguió por sus buenas notas y por ser un niño inevitablemente afeminado; conoció a un travesti que le hizo entender que era normal que fueran los hombres el motor de sus pasiones y que le enseñó a maquillarse, a "treparse" -vestirse de mujer según el lenguaje travesti- y a inyectarse hormonas.

El niño que jugaba a las muñecas y que adoraba a Hello Kitty, que recuerda con nostalgia los paseos familiares antes de que su padre se fuera de la casa, se inyecta hormonas desde hace un año, desde que tenía 12. Pero sus pechos todavía son incipientes, dos capullos que aún no florecen y que la obligan a meterle rellenos de trapo al brasier.
"Yo, así, soy muy feliz. Felicísima", cuenta Marcia con voz impostada y quebradiza. "Vos sabés, salgo de rumba con mis amigas y con los hombres, y tengo platica para la ropa y las hormonas", sigue ella al explicar que su cuerpo se lo vende a cualquiera -feos, bonitos, gordos, flacos, jóvenes y viejos- desde los veinte mil pesos.

La tarifa depende del tipo de servicio y del tiempo: un rato -15 minutos-, dentro de un carro en cualquier rincón oscuro o en las afueras de la ciudad, cuesta de veinte a treinta mil pesos; si la llevan a un motel donde la dejan entrar sin problema con un hombre que podría parecerse a su abuelo, cincuenta o setenta mil el rato; toda la noche, cien mil o ciento cincuenta mil. Mucho más si el cliente es "generoso", explica haciendo cuentas con sus manos pequeñas, aún de niño, con las uñas largas pintadas de rosado.
Mucho antes de transformarse en Marcia soñaba con ser médico. Hoy, lo único que anhela es ahorrar mucho dinero para los senos de silicona y para cambiarse de sexo cuando llegue a la mayoría de edad. Sí, cambiarse de sexo, para poder viajar a Europa donde -le han contado- las travestis operadas ganan muy bien. Su mamá sabe qué hace cuando sale de casa.

-Como no me puede prohibir nada, y tampoco me da nada, me recomienda que me cuide de las enfermedades y de los homofóbicos que se la pasan matando travestis en la calle.

En el peligro de la noche ha aprendido a capotear tanto a indigentes y ladrones, como a los mismos policías. "En la calle no hay que demostrar miedo, y menos a los policías", dice ella al recordar que un grupo de uniformados, una noche, la corrió hasta alcanzarla. "Me cogieron, me quemaron la peluca y me dieron tabla".
Un informe de la Defensoría del Pueblo del Valle, publicado en el 2009, evidenció que la Policía es la institución que más agrede a la llamada población trans de Cali, según sus mismas denuncias.
-La peluca chamuscada era rubia, lisa y larga -dice Marcia.
Évelin Andrea confiesa que el miedo a la muerte le palpita en las arterias cada vez que sale a las calles.

-Uno no sabe si el hombre que lo recoge a uno lo va a matar. A muchas amigas travestis las han matado. Una vez pasó un hombre que quería hacerme la maldad: si no me escondo detrás de un poste, me mete un tiro -me contó.
-Una vez llegó un negro horrible, gordo, olía feo y todo. Me ofreció treinta mil pesos. Yo le dije: ¡mírame y mírate, págame más! No quiso, y me tuve que ir con él. Además, no se quería poner preservativo. Otra vez me tocó con un viejito como de cien años que no paraba de temblar.
Varios meses después de la primera entrevista, volví a buscar a Évelin a través de Xiomara, una travesti de 42 años, altísima y maciza, con un par de senos escurridos como naranjas secas que ya no le permiten ser prostituta sino peluquera de barrio pobre e instructora de travestis en formación.

Toda travesti tiene una mentora o "madre". Y Xiomara, que sirvió de contacto para la entrevista, es todo eso para Évelin Andrea. Ella la llama "madre" y la abraza.

Según Stella Cárdenas, directora de la fundación Renacer -que lucha contra la explotación sexual de la que son víctimas en Colombia unos 35.000 niños según datos oficiales-, las "madres" suelen ser quienes las prostituyen con pretensiones económicas, como cobrándoles el favor por enseñarles el oficio de ser travesti. Xiomara frunce el entrecejo y con los ojos, como puñales filosos, me quiere expresar que ese no es su caso. Y menos ahora:

-Mi amor, anoche casi matan a la niña, a la Évelin -me dijo sobresaltada y me pasó por teléfono a Karla, un travesti de 23 años que estuvo presente cuando un hombre con buena estampa -según ella- la sujetó por el cuello y luego le clavó un cuchillo en la espalda.
El atentado fue en la "calle del pecado", en inmediaciones de la Beneficencia del Valle, un sector céntrico de la ciudad. En la noche, la "calle del pecado" es un nido purulento donde hierven prostitutas, travestis, jíbaros y ladrones.

-Llegué en un taxi y vi una riña. Todas las maricas pensamos que era la Policía que estaba haciendo batida, pero no, eran unos hombres que estaban dando balín desde una camioneta -cuenta Karla, como si estuviera atragantada-.

Disparar balines desde los carros y acuchillar a las travestis se ha convertido en una suerte de juego maligno para algunos sujetos en Cali. Eso me lo había explicado Santamaría Fundación y así ha quedado documentado en los reportes de las travestis agredidas y asesinadas que llegan a Medicina Legal. También les disparan con pistolas de paintball (balas de pintura de alto impacto) y les arrojan huevos y botellas de vidrio.

Karla, notablemente afectada, cree que a Évelin Andre
a la apuñalearon porque se les enfrentó a los hombres de la camioneta, lustrosamente negra.

- ¡Es que esa marica es muy grosera!
Fue ella quien la recogió de un charco de sangre para llevarla en un taxi al hospital, mientras ella, con lágrimas de pestañina regada y con voz de niño temeroso, le suplicaba que no la dejara morir.
- ¿Y cómo está?
Está mal, parece que la puñalada le perforó el pulmón. La abuelita la está cuidando. Tres días después me comuniqué de nuevo y me contó que ya había salido del hospital, que estaba en la casa con su abuela. La llamé y no quiso pasar al teléfono. Estaba triste, me dijeron.
- El concepto de felicidad de los niños travestis no es otra cosa que un juego de niños -dice el psiquiatra infantil Álvaro Franco-. El hecho de sentirse liberados, sin la presión de la familia ni de los compañeros de colegio que los discriminan por su orientación homosexual, los hace sentirse exultantes: ganan dinero y no tienen ninguna responsabilidad escolar ni familiar.

La última vez que había entrevistado a Marcia y a Évelin me dijeron que les estaba haciendo perder clientes. En esa ocasión, al otro día, las busqué en la peluquería de Xiomara y no me quisieron atender.
-Te dejaron saludes. Se fueron a fumar marihuana. Las niñas no quieren dejarse ver vestidas de hombre.
Miré al frente y vi sus pelucas en un perchero al lado del afiche desteñido de Marilyn Monroe. Eran dos juguetes abandonados por unas niñas perdidas que, en un rato, seguramente saldrían a jugar.


http://www.revistadonjuan.com/interes/pollitas-en-fuga-ninos-travestis-de-cali/8866543

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