Ha dicho usted que el problema de las bacrim es la herencia que nos dejó el gobierno de Álvaro Uribe, ¿cuál es el sustento de dicha afirmación cuando fue él quien extraditó a los jefes paramilitares?
Hay una diferencia filosófica fundamental con Álvaro Uribe que viene de muy atrás. Siendo gobernador de Antioquia, el doctor Uribe decidió que la manera de enfrentar a la guerrilla era con las licencias de autodefensa de las Convivir. Yo, por mi lado, como presidente, decidí tomar otro camino. El camino largo e institucional, dándome la pela por las Fuerzas Armadas y el Plan Colombia.
Consecuentemente, Uribe creó la zona de distensión de Ralito, en la que se negoció con el narcotráfico algo que el país aún no conoce y donde se acordaron unas condiciones al estilo de La Catedral de Envigado que el Congreso habría de rechazar, desatando el conflicto que desembocó en la extradición.
¿Pero son las bacrim bandas emergentes o paramilitares mal desmovilizados?
A las mafias las disfrazan de paramilitares en Ralito y, cuando queda en evidencia la farsa, pretenden disfrazarlas de nuevo bajo el eufemismo de bacrim.
¿Insinúa que hubo una negociación por debajo de la mesa entre el gobierno Uribe y los paramilitares?
Creo que en la zona de distensión de Ralito no hubo negociación, pero sí pactos. A diferencia del Caguán, donde hubo negociación pero no pactos.
Los uribistas ripostan diciendo que la herencia suya al gobierno Uribe fue haber dejado un país cooptado por el terrorismo guerrillero...
Yo heredé unas Fuerzas Armadas derrotadas y desmoralizadas y entregué las Fuerzas Armadas más poderosas de la historia de Colombia, una economía saneada tras recibirla al borde del colapso, unas relaciones internacionales dignas, un Plan Colombia. Eso fue fortalecimiento, no debilitamiento del Estado, que recibí en ruinas.
¿Y qué les dice a quienes afirman que fue en su gobierno que los paramilitares se fortalecieron y cometieron las más duras masacres?
Si salieron tan fortalecidos ¿por qué se querían entregar tan pronto culminó mi gobierno? El gobierno de Uribe infló las cifras, insertó criminales comunes y manipuló lo que esencialmente era un proceso de pactos con el Cartel de Medellín en sus diversas manifestaciones.
Por los problemas de inseguridad, hay quienes han pedido la salida del ministro de Defensa, Rodrigo Rivera ¿sería necesario?
Este gobierno heredó el fracaso de los pactos con los ‘narcos’ de Ralito y hoy lo que vemos es una mafia embravecida y reencauchada que, según el general Naranjo, no les teme a las autoridades. El uribismo, con sus adláteres en el conservatismo, está buscando aprovechar esta situación para crear una cortina de humo a sus escándalos de corrupción en un año de electoral. Por mi parte, estoy convencido de que Juan Manuel Santos no comparte el estilo obsesivo de sostener un ministro a cualquier costo. Poca gente sabe lo que Santos en materia de seguridad y estoy seguro de que es el mejor juez en estas cuestiones de manejo del orden público.
¿No cree que el gran detonante de la violencia que ha sufrido el país en las últimas décadas ha sido el narcotráfico y que los gobiernos, incluyendo el suyo, no han sido capaces de estructurar una política de Estado para enfrentarlo?
Por mi parte, puedo decir que el Plan Colombia y la recomposición de las Fuerzas Armadas y la Policía son el cimiento de una política grande para enfrentar tanto narcotráfico como subversión. Sin embargo, los acuerdos complacientes con el narcotráfico en Ralito debilitaron la legitimidad del Estado frente al crimen organizado. Este es un precedente que el Gobierno debe anular para garantizar el fundamento sólido de una lucha contra el narcotráfico y el compromiso moral de la sociedad.
¿No siente que el gobierno de Juan Manuel Santos es más de tendencia liberal y que el conservatismo, bastión de la era Uribe, ha sido relegado a un segundo plano?
No soy interlocutor del presidente, pero veo complacido muchas caras conservadoras, frescas e incontaminadas en su gobierno que son luz de esperanza para el futuro del conservatismo.
¿Se uribizó el Partido Conservador o la pelea es por puestos burocráticos, como generalmente le endilgan?
Gran parte de su dirigencia se uribizó por puestos.
Las liberaciones de secuestrados, esta semana por parte de las Farc, y los anuncios del presidente Santos de que las puertas no están cerradas han hecho pensar en la posibilidad de diálogos. Después de la experiencia del Caguán, ¿de qué manera podría abrirse de nuevo esa puerta y en qué condiciones?
El presidente ha sido claro en sus condiciones.
Después de 12 años en los que se han
intentado las dos vías: negociación política y ofensiva militar, ¿cuál cree que es hoy la salida?
El presidente Santos ha puesto sus condiciones sobre la mesa.
Por cierto, las bacri
m han enviado mensajes buscando también una negociación, ¿qué hacer con ellas?
La oferta de diálogo de las mafias de Ralito ha sido rechazada de plano por el señor ministro del Interior y de Justicia.
La posición de José Darío Salazar como presidente del Partido Conservador, cuestionando el manejo de la seguridad del gobierno Santos, ¿implica un resquebrajamiento de la Unidad Nacional?
En el sentido en que el doctor Salazar, como presidente del Directorio Conservador, sea el Caballo de Troya del doctor Uribe en el conservatismo y en la Unidad Nacional su testaferro político para los ataques velados al Gobierno, esto es algo que no resulta conveniente para la coalición. En las coaliciones, las recriminaciones o señalamientos de ineptitud del Gobierno por los miembros de sus integrantes son privados. La ropa sucia se lava en casa. Las recriminaciones de la oposición, en cambio, son públicas puesto que están dirigidas a minar el prestigio del gobernante. El doctor Salazar pareciera no entender que un presidente de Directorio Nacional Conservador, una de las cabezas visibles de la coalición de gobierno, que encarna una dignidad, no puede expresarse con el ímpetu de un edil de provincia en contra del desempeño del Gobierno.