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Antiguo 11-02-2011 , 23:09:35   #3
armando2007
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Predeterminado Respuesta: “35.000 no éramos los miembros de las autodefensas, ¡jamás!”

A raíz de eso, hace dos años o año y medio, me reuní con el doctor Iván Velásquez en Bogotá, en la oficina de investigaciones de la Corte (cuando me hizo un reconocimiento por el aporte mío a la justicia en este asunto) y le expresé: “Lo único que me previene es que este señor ‘Tuso’ me va a pasar una cuenta de cobro; él no me a perdonar a mí jamás que yo lo haya descubierto. Y de un narco no espera uno más que afirme que también los demás son narcos”.

A este señor ‘Tuso’ Sierra le tengo una cantidad de pruebas y le vamos a formular una denuncia penal por falsa denuncia, por fraude procesal y por falso testimonio.


U.P.: ¿Usted por qué decidió contar lo que le contó ‘Tasmania’?


E.B.:
Yo le pregunté a ‘Tasmania’: “¿Usted está empeñado en que ese montaje continúe? Usted sabe que eso lo está investigando la justicia… Usted sabe que hoy o mañana, por cualquier circunstancia, eso se cae… ¿Usted estaría dispuesto?” Y él me dijo: “Doctor, es que le estoy contando es por eso”. Y le dije: “Si me da carta abierta, déjeme y yo prendo esto”. Esa fue la razón.


U.P.: ¿Cómo fue la noche cuando se produjo la extradición de todos los comandantes?


E.B.:
Esa noche fue dramática por los compañeros; hay un documento escrito donde consta el compromiso del Gobierno de que no serían extraditados sino después de que la justicia probara que habían cometido delitos. Y eso la justicia nunca lo probó.


U.P.: ¿Ustedes tenían temor de que eso pasara, de que en algún momento llegaran a llevárselos?


E.B.:
Usted me obliga aquí a contar un episodio desconocido, como antecedente de todo esto. Nosotros fuimos trasladados abruptamente de La Ceja a Itagüí el 1 de diciembre del 2006. Exactamente un año después, o sea el 1 de diciembre del 2007, llegó el subdirector general del INPEC y en la biblioteca de este establecimiento se reunió con nosotros y nos expresó algo insólito: “A muchos sectores del Gobierno, e inclusive dentro del mismo INPEC, nos sorprende que ustedes estén empeñados en denunciar a miembros de la fuerza pública. Coroneles y generales, capitanes y mayores, que están haciendo una gran carrera, han visto frustradas sus carreras profesionales a raíz de las denuncias que ustedes están haciendo”. Y entonces se cuidó. “No estoy hablando como subdirector del INPEC, sino como un miembro de la fuerza pública que fui” (él había sido coronel del Ejército). En ese momento, además, el INPEC estaba presidido por el exgeneral Eduardo Morales Beltrán.


Lo único que atinó a decir Mancuso, o el ‘Alemán’, no recuerdo bien, fue: “Mire que estamos entre la espada y la pared: nos obligan a que tenemos que decir la verdad; para decir la verdad tenemos que hablar con nombres. Y ahora viene usted a decirnos que ese es un acto de deslealtad. Si es un acto de deslealtad, ¿cómo podemos entonces nosotros responder a las exigencias de las autoridades y de la misma Ley de justicia y paz?”.


Después de esa reclamación insólita del coronel Ortiz, no veíamos qué camino podíamos coger. Si continuábamos empeñados en correr el velo, vendrán las consecuencias muy graves porque, ¿quién nos cuida a nosotros? Hablábamos en esa época: ¿quién está al frente del INPEC? Un general retirado, miembro de la fuerza pública, con la que inevitablemente hubo relaciones de connivencia; pero ahora ese miembro de la fuerza pública está ocupando el INPEC. Es decir, nos custodia una persona que hizo parte del conflicto. Nosotros decíamos: No hay garantías, pues siempre tendremos a la sombra el garrote institucional; siempre tendremos que afrontar el problema de que hay alguien que nos custodia pero mira con muy malos ojos las declaraciones nuestras.


Después de eso quedamos sumamente aburridos. Pero decidimos seguir, y dijimos: Continuemos, no nos dejemos amedrentar. El 8 de febrero hubo una incursión de miembros del INPEC, del grupo especializado del GRI, una operación de registro que es normal, pero que fue insólita porque entró gente armada, se apagaron las cámaras, dejó de funcionar el sistema desde las 9 del mañana hasta que se acabó el operativo; nos sacaron de las celdas y nos llevaron al patio y no nos dejaron ingresar a las celdas, para ver qué ocurría. Finalmente anunció el coronel Ortiz que, como producto del operativo, se encontró una granada y una pistola en uno de los sitios aledaños que colinda con una de las ventanas de las celdas. De inmediato se nos vino a la memoria la reclamación que nos habían hecho dos meses atrás.


Formulamos denuncias, concluimos que se trataba de un montaje burdo del gobierno nacional con el propósito de facilitar la extradición de esta gente cuanto antes. Era la prueba rotunda. Sin embargo, no fue posible que esa prueba prosperara, por las evidencias que el montaje de ese operativo arrojó. Nunca supimos qué pasó con los responsables de semejante operativo. Finalmente la justicia determinó que nosotros no éramos responsables, pero tampoco se supo quién fue el responsable. Y a los dos meses extraditaron a toda esta gente.


U.P.: Aparte de estos antecedentes, ¿la extradición los tomó por sorpresa?


E.B.:
Los que tenían pedido de extradición venían muy prevenidos. Muchas veces se les escuchaba decir: “Aquí un día nos van a coger y nos van a llevar”.


U.P.: ¿Usted intercedió ante Carlos Castaño para que no matara a Carlos Alonso Lucio?


E.B.:
Hubo tres personas por las cuales abogué para que no fueran eliminadas. Uno fue Jaime Caicedo, secretario general del partido Comunista, de quien supe, a tiempo, que iba a ser asesinado en Bogotá por los grupos que Carlos Castaño tenía dispuestos para ese tipo de actividades. La otra, Piedad Córdoba. Y la tercera, Carlos Alonso Lucio, quien estuvo secuestrado por espacio de 15 días y a quien Carlos Castaño tenía pensado eliminar. Castaño era muy ciclotímico, con un temperamento muy complicado y de la misma manera como él le decía sí a usted, más tarde le decía no.


U.P.:¿Y por qué pensaba matar a Lucio, por sus nexos anteriores con la guerrilla, porque lo creía infiltrado…?


E.B.:
No. Por esa época había conversaciones de paz entre las autodefensas del señor Castaño y el Ejército de Liberación Nacional. Carlos Castaño tenía en su poder (secuestrado) a un tal alias ‘Esteban’, un hombre sumamente estructurado, estudioso, pienso que una ficha política muy importante del ELN porque a raíz de ese secuestro Antonio García se comunicó varias veces por radio con Carlos Castaño. Después de la toma de Tolová, Carlos Castaño, indignado, ordenó fusilarlo. No es cierto lo que se dijo después en el libro Mi confesión, que debía llamarse Mi confusión, que Esteban había muerto producto de esa toma de las FARC; no, Esteban fue sumariamente ajusticiado por carlos Castaño. A raíz de eso se rompieron los tratos con Antonio García, pero quedó ese antecedente de que podían hablar.

Unos seis meses después se supo que Carlos Alonso Lucio, prófugo de la justicia, huyendo, se había refugiado en campamentos de ‘Gabino’ y, no recuerdo a través de quién, le hizo saber a Carlos Castaño el interés de ‘Gabino’ de hacer unos acuerdos de paz, para aminorar la intensidad de la violencia, producto de la confrontación. Mientras se adelantaban esas conversaciones, Lucio visitó a Carlos Castaño. Yo estuve presente en dos reuniones de esas.
Castaño tenía deseos de encontrarse directamente con ‘Gabino’ y le había dicho eso a Lucio. Se empezó a ver cómo se podía hacer ese encuentro, y para eso estaba de por medio Carlos Alonso Lucio. Hubo varias reuniones dándole forma esa idea. Un día Carlos Alonso llegó y le dijo a Carlos Castaño que ‘Gabino’ conservaba ese interés, pero temía que el encuentro no se podía hacer a espaldas del Comando Central y había que postergarlo un poco. Castaño se enfureció, se paró transformado y se lanzó contra Lucio, lo tomó del cuello y le dijo: “Usted me está es enredando, usted es un bandido; usted persigue otras cosas, usted me quiere embaucar a mí, usted es un mentiroso”.

U.P.: ¿Usted estaba ahí?


E.B.:
Yo estaba ahí. Estábamos todos: ‘Don Berna’, no sé si Mancuso, varios comandantes… Entonces le ordenó a una patrulla: “Llévense a este señor”. Lo secuestró 15 días. Creo que lo torturó, porque Carlos Alonso salió sumamente maltratado. Un día yo estaba en la zona y Castaño me mandó a llamar y me dijo: “Voy a entregar a Lucio. Me parece que los argumentos tuyos son muy válidos”. Yo no le creía. Vine a creer que eso era cierto cuando vi en las pantallas de televisión a Carlos Alonso Lucio anunciando que se iba a entregar a la justicia.


U.P.: ¿Cómo era la relación de Carlos Castaño con Vicente Castaño?


E.B.:
Eran muy frecuentes los enfrentamientos entre Vicente y Carlos, ese sí era un choque de trenes; porque el verdadero hombre de las autodefensas era Vicente, al que todos acataban, al que todos obedecían. Además, tenía un estilo maravilloso, muy distinto al de Carlos. Los enfrentamientos entre los dos hermanos tuvieron muchas razones, inclusive razones profundamente familiares. Eran el agua y el aceite. En la parte final de la vida de Carlos se insistía en el rumor de que Carlos iba a atentar contra Vicente; pero también los amigos de Carlos decían que era Vicente el que tenía intenciones de atentar contra Carlos. Lo cierto fue que tomaron muy en serio esos rumores y fue cuando Vicente tomó la determinación de salirle adelante y eliminarlo.


U.P.: ¿Qué porcentaje de las bandas emergentes son en realidad emergentes o son simplemente continuidad de tropa que no se desmovilizó y que quedó al garete, sin comandantes y sin plata, pero con las armas y con la disponibilidad de hacer cosas?


E.B.:
Yo pienso que las bandas emergentes no son más que paramilitares mal desmovilizados. Porque estamos detenidos 3.000, pero se desmovilizaron 35.000. Treinta y cinco mil no éramos los miembros de las autodefensas, ¡jamás! Esa organización podía llegar a 15.000 o 16.0000 combatientes.


CONTINÚA.............

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