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armando2007
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Predeterminado Respuesta: Las entrañas del Caguán

Jorge Ramiro Valencia, un jornalero de 48 años que parece de 70, fue a consultar un malestar que lo aqueja desde hace un lustro: no ve por el ojo derecho, este se le volvió una masa blancuzca mínima que reposa al fondo de la cuenca, como inerte. Hace años, cuando le inició ese problema, reunió plata y fue hasta Florencia. Allá logró el veredicto de un médico que le explicó que tenía toxoplasmosis ocular y que debía operarse pronto. Empezó los trámites, pero renunció porque la intervención se la hacían por ocho millones de pesos y apenas logró juntar cuatro. "Me tocó quedarme así", dice.


Daniel Castillo tiene 10 años y vive en el remoto puerto de Peñas Rojas; sufrió una meningitis desatendida que lo condenó a la cuadriplejia desde que era un bebé.


Las brigadas de salud del Cicr son la única asistencia médica que han recibido centenares de habitantes en años. La comisión encontró una alta afectación por parásitos intestinales, principalmente entre los menores, que viven en condiciones precarias de salubridad a lo largo del Caguán.


En jornadas extenuantes, los jóvenes médicos del Cicr encontraron, ante todo, centenares de campesinos -en su mayoría niños- afectados por cuadros de poliparasitismo intestinal. Se requiere una intervención urgente antes de que las consecuencias para los menores sean también irreversibles.

¿Si las cosas son tan complicadas, por qué no buscan mejores condiciones en otra parte? Esa pregunta, formulada en el Caguán, es respondida con más preguntas por los habitantes. A dónde. Cómo. A qué. Explican que a quienes se han ido se les cierran las puertas tan pronto mencionan que provienen del Caguán, porque están estigmatizados. "Supuestamente acá todos somos terroristas".

La sospecha de prestar colaboración o ser parte de las Farc recae sobre todos y da para abusos indignantes. En mayo de 2008, el fiscal Ramiro Antury, delegado ante las Fuerzas Militares, realizó la captura masiva de 28 personas en Remolinos del Caguán y algunas veredas aledañas, acusándolas de rebelión y terrorismo. Dos años después, el epílogo de esa historia no puede ser más paradójico: Antury fue detenido y extraditado a Estados Unidos por narcotráfico, mientras que la mayoría de las personas que había capturado en distintas redadas están libres (pero estigmatizadas) porque los jueces no conocieron pruebas que los vinculen con la insurgencia.

La guerrilla, aunque reducida y replegada, no ha dejado de sembrar terror como lo hizo plenamente a lo largo de casi cuatro décadas en las que asesinó a todo el que no se sometía a sus órdenes. La gente de estos pueblos sabe bien que por el aire flota una sentencia de muerte para quien preste colaboración al Ejército. Dicen que por eso el pasado 11 de octubre una joven, madre de cuatro niños, amaneció abaleada en la orilla de una vía rural de Remolinos. Para evitar suspicacias fatales, se requirió que para practicar el levantamiento del cadáver intervinieran seis integrantes de la junta de acción comunal y siete vecinos más, tratando de garantizar imparcialidad.

En el Caguán la imparcialidad significa supervivencia. El padre Giacinto Franzoi, el líder más destacado de la zona hasta hace un par de años cuando retornó a Europa, lo supo mejor que nadie. Trabajó sin problemas, por 30 años en este polvorín amén de un señalamiento infundado a instancias del fiscal Antury. Franzoi fue el primero en proponer una alternativa a la coca: el cacao. Gestionó recursos y apoyó a los campesinos para que se organizaran y sustituyeran sus cultivos ilegales bajo la consigna 'Sí al cacao, no a la coca'. Muchos se comprometieron y lo traicionaron sembrando coca entre el cacao. Obstinado, Franzoi continuó. Creó una pequeña empresa para procesar cacao. Se trata de Chocaguán, hoy todo un referente y distinguida con el Premio Nacional de Paz en 2004. El cacao es la única esperanza de un desarrollo económico en el Caguán. El Cicr está apoyando iniciativas en este sentido, en varios puertos.

A pesar del esfuerzo, solo una acción decidida del Estado puede imprimirle al proyecto el vigor que requiere. En el extremo sur del bajo Caguán han escuchado de la esperanza del cacao, pero no conocen la primera mata. Es el caso de Peñas Rojas, una población donde la miseria es el paisaje dominante. Un bote de carga que zarpe de Cartagena del Chairá -a 600 kilómetros- se tarda tres días en llegar a este remoto puerto.

Cuando visitamos esta vereda fue necesario que varios vecinos se juntaran para lograr preparar una taza de café. La razón es que acá, donde los gallinazos parecen vigilarlo todo, no hay café, ni azúcar, ni siquiera agua con condiciones mínimas. El agua la purifican con el tiempo. La toman del río en un balde que dejan reposar toda la noche. Al siguiente día vierten aparte el líquido de arriba y botan el remanente más turbio.

Allí viven unas 120 familias y un niño a quien la vida le ha tirado muy duro. Se llama Daniel, tiene 10 años y la suya es una historia de desgracia en el confín de Colombia. Siendo un bebé le dio una fiebre severa que lo electrocutó. Resultó ser una meningitis desatendida que lo condenó a la cuadraplejia. Decir que ha crecido en improvisadas sillas de ruedas es un eufemismo, se trata de una silla Rimax que su papá adecuó con cinturones para evitar que se caiga.

El Cicr le llevó una silla especial para su edad y condición. Cuando la vio, Daniel pataleó y lloró de alegría.

Sofía es una de sus vecinas. Se trata de una niña de 3 años y cabellos dorados que vive sola con su mamá en un cubo de tablas que hace las veces de casa. La madre de Sofía, una mujer de 40 años que habla mientras espanta con la mano una nube de moscos, me contó cómo logra sacar adelante a su hija en un pueblo desabastecido y donde nadie tiene empleo. Ni a dónde ir.

-¿Qué comen?

-De todo, lo que haya. Y las veces que no hay nada pasamos con agua panela.

-Por ejemplo, ¿hoy qué han comido?

-Agua panela.


Enlace: http://www.semana.com/noticias-nacio...an/149860.aspx

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