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Sanabria · 09-01-2011 , 10:17:41

De universitaria a terrorista

Las sorprendentes revelaciones de una guerrillera que participó en los atentados del 7 de agosto de 2002 en Bogotá.

Cardona

Novoa fue reclutada por las Farc a finales de 2001 y tuvo una participación protagónica en los atentados del 7 de agosto de 2002 en Bogotá.

Pocos días antes de los atentados del 7 de agosto de 2002 en Bogotá, el celador de un exclusivo conjunto residencial en Pontevedra reportó la entrada de un grupo de ladrones y el hurto millonario que habían efectuado en una de las viviendas del sector. Los uniformados tomaron los datos y el nombre de la afectada. Aunque su verdadero nombre era Claudia Alejandra Cardona, se identificó con otra cédula que le habían suministrado las Farc. Claudia había sido reclutada para arrendar una vivienda en ese sector de la capital y guardar los cohetes con explosivos que finalmente fueron utilizados para atacar la Escuela Militar de Cadetes General José María Córdoba.

Capturada y condenada a 40 años de prisión por los atentados del día de la posesión del presidente Álvaro Uribe Vélez, decepcionada —dice ella— del doble discurso de los comandantes guerrilleros, Cardona le contó a la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía cómo pasó de ser una estudiante de psicología en la Universidad Católica de Bogotá a una de las mujeres más buscadas del país. En su larga versión ante la justicia contó detalles de su vida, dijo que de pequeña fue buena estudiante, que la relación con su madre fue conflictiva, que fue maltratada y que a eso le atribuye su deseo de estudiar psicología. Desandando los traumas de la infancia se embarcó en la academia, pero el azar se lo ganó la violencia.

Ya en la universidad tuvo el apoyo económico de una de sus abuelas. Pronto sus buenas calificaciones y pertenecer al equipo de microfútbol hicieron que fuera becada. También trabajó con la alcaldía local de Antonio Nariño, en Bogotá, con la Defensa Civil y en el Hospital Rafael Uribe Uribe. Pasando al plano personal, Claudia Cardona narró que tuvo una decepción amorosa con un ciudadano belga con quien se pensaba casar. De hecho viajó a ese país, de donde tuvo que regresar porque no tuvo empatía con él. De vuelta a la universidad conoció a dos amigos que se convirtieron en el origen de sus desgracias: Luz Amparo Peralta y Alejandro Pintor. Ambos estudiaban ingeniería industrial. Aunque en principio sólo compartían espacios universitarios, con el tiempo le confesaron que formaban parte de la guerrilla de las Farc.

Le propusieron que se sumara a la organización. Aceptó después de un mes. Le ofrecieron dinero a manos llenas. Ocurrió a finales de 2001. Entonces tenía 25 años. Se vinculó oficialmente al frente 1° de las Farc, en Guaviare, al mando de Gerardo Aguilar Ramírez, alias César, capturado durante la emblemática ‘Operación Jaque’ y después extraditado a los Estados Unidos. De ahí en adelante comenzó a recibir y tramitar documentos para encubrir su identidad: sacó otra cédula, licencia de conducción y pasado judicial. Alcanzó a tener tres identidades distintas. Viajó a Panamá a nombre de Rosa Helena Medina Hernández con el fin de buscar enlaces para las Farc y ultimar negocios.

En el municipio de Miraflores, Guaviare, pasó un tiempo bajo el mando de alias Rayo, hermano de César, quien tenía a su cargo un grupo de estudiantes universitarios y profesionales de diferentes carreras que se habían sumado a la guerrilla. Pronto ese grupo fue notificado de que se estaba planeando un atentado de grandes proporciones en Bogotá. No les dieron más detalles. El objetivo sí: desestabilizar al Gobierno. Cuando se fue decantando el plan criminal le soltaron la fecha del ataque: 7 de agosto de 2002, el día de la posesión de Álvaro Uribe como jefe de Estado. Por eso, sostuvo la ex guerrillera, “tuvieron que correr” con los preparativos de los ataques terroristas.

Como tenía diplomados en protocolo y manejo de comunidades, las Farc le dieron la orden de alquilar una casa al norte de Bogotá. Debía “penetrar la alta sociedad” aparentando ser pudiente con recursos que le enviaban desde la selva. De paso preparar la logística para lanzar desde allí los cohetes contra la escuela José María Córdoba. Entre tanto, sus dos compañeros, quienes habían recibido entrenamiento en la desaparecida zona de distensión, debían arrendar una vivienda al sur de la ciudad para atentar contra la Casa de Nariño. La encontraron en el barrio Santa Isabel y allí Pintor logró que se la alquilaran utilizando una cédula a nombre de Olimpo Cárdenas.

Sin muchos requisitos —tan sólo le exigieron el pago de tres meses por adelantado—, Cardona rentó una casa en el sector de Pontevedra. Peralta y Pintor le dijeron que el escenario era perfecto para guardar los explosivos que serían usados contra la Escuela Militar. Para el pago del arrendamiento y amoblar el inmueble Cardona recibió $30 millones. Alias Rayo se los envió desde Guaviare. En un taller localizado en la avenida Ciudad de Cali con calle 12 se armaron los morteros, desde donde fueron lanzados los cohetes. Entonces vino lo impensable.

Mientras ultimaba los detalles del atentado del 7 de agosto por fuera de la casa de Pontevedra, le cayeron los ladrones y le desocuparon la residencia. El celador alertó a la Policía, que llegó tiempo después. Según contó Claudia Cardona, agentes de policía inspeccionaron la vivienda de cabo a rabo y tomaron atenta nota de los elementos hurtados. Tomaron la denuncia, siguieron los protocolos y, sin embargo, se les pasó por alto el arsenal de explosivos que se encontraba debajo de la escalera con los que se efectuó el ataque contra la Escuela Militar.

El plan guerrillero no sufrió alteración alguna y al grupo de universitarios se sumaron dos especialistas en explosivos enviados por las Farc. Fueron ellos quienes activaron los morteros porque el día de los atentados Cardona, Peralta y Pintor ya se encontraban por fuera de Bogotá. Pocos días después los retratos de los tres estudiantes aparecieron en la televisión. Cardona regresó a Miraflores. Luego fue enviada al campamento del frente 43, al mando de Géner García Molina, alias John 40. Allí recibió la visita de su familia y de un novio reciente de quien quedó embarazada. Cansada de la selva volvió a Bogotá y se ocultó en la vivienda de su compañero, en el barrio Normandía.

Dio a luz a su hija, pero el reposo le duró poco. John 40 la comisionó para que le comprara costosos productos que debía enviarle a su campamento en el sur del país. Claudia le narró a la Fiscalía que del discurso revolucionario aquel se fue hartando cuando descubrió que entre los encargos que debía enviarle a 40 estaban lujosos relojes de más de $10 millones, lociones, ropa de marca y catálogos de costosas joyas. El 28 de marzo de 2008 fue capturada en Bogotá. Desde entonces se ha dedicado a dictar clases en prisión y a confesar sus pasos buscando recibir los beneficios de Justicia y Paz. Arrepentida dice que nunca pensó que sus ímpetus revolucionarios terminaran saliéndole tan costosos. Y dice que, con todo, le parece increíble que la Policía no hubiera descubierto los explosivos el día aquel que se le metieron los ladrones.