Denunciante Bronce
 |  Las palabras son importantes
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 | Las palabras son importantes Por: Héctor Abad Faciolince RICARDO REIS, UNO DE LOS Heterónimos de Fernando Pessoa, dijo una vez lo siguiente: “Abomino la mentira, porque es una inexactitud”. De esta frase puede extraerse la recíproca, que también es válida: las inexactitudes, en el fondo, son mentiras. Es interesante que esto lo haya dicho un poeta ya que los poetas trabajan, básicamente, con palabras. Y hay algo trivial, elemental, pero que siempre deberíamos tener presente los que escribimos: las palabras son importantes. Las palabras son, o al menos pretenden ser, un espejo del pensamiento y una representación fiel del mundo. Uno no debe desfigurar el pensamiento, ni la realidad, usando palabras falaces o palabras equivocadas o palabras inexactas (a no ser, claro está, que uno quiera mentir o cometer una injusticia). Mentimos cuando somos inexactos, cuando cargamos la mano, o exageramos, o les damos a las palabras un sentido figurado que, en rigor, es abusivo. Si una palabra tiene un sentido estricto, no podemos usarla impunemente en un sentido laxo, figurado o metafórico, salvo que lo digamos explícitamente. Recuerdo que una vez tuve una discusión lamentable con un respetado columnista de El Espectador. Él, acalorado, llamó “sicarios” a los hijos del ex presidente Uribe. A mí el apelativo me indignó. No porque me caigan bien o mal Tomás o Jerónimo Uribe, sino porque el término era absolutamente inadmisible, por inexacto. La inexactitud es una mentira. De esos muchachos con seguridad podían decirse cosas duras, podía cuestionarse si era legítima o no su forma de hacer negocios o de reunirse con contratistas del Estado, pero obviamente “sicarios” era una palabra falaz e inadmisible para definirlos. Ellos no han recibido plata para matar a nadie. Mi contrincante afirmaba, en cambio, que decirles “sicarios” formaba parte de su libertad de opinar. Sí, uno puede opinar lo que quiera; puede opinar que la tierra es un cubo. Pero al decirlo queda como un tonto. Y no puede opinar que alguien que no es sicario sea un sicario sin exponerse a una demanda por calumnia. Qué paradoja. Ahora es uno de los Uribes, el ex presidente, el que define “sicario” al periodista Daniel Coronell. Lo ha dicho en Twitter, añadiendo otro adjetivo insultante e inexacto: “sicario cobarde”. Pues no: Coronell podrá ser muchas cosas, pero no es ni sicario ni cobarde. Por lo que el trino del ex presidente es doblemente mentiroso. Dirá, para defenderse, que no ha usado la palabra en sentido estricto, sino figurado. Que es un sicario del verbo, o algo así, lo cual tampoco es cierto. La defensa es falaz, porque las palabras son importantes y porque uno no puede usar impunemente la palabra sicario. Menos en Colombia, donde está cargada de una terrible historia, de una literatura abundante y una tradición obvia: el sicario es un asesino a sueldo, un matón. Y eso no son ni los jóvenes Uribe ni Daniel Coronell. Las respuestas en caliente de Twitter se prestan para estos ataques de furia repentina, para insultos que rebajan el nivel de la discusión pública. Un ex presidente no debería usar apelativos del bajo mundo para referirse al columnista más leído del país, y uno de los más respetados y serios, que además escribe en la revista más prestigiosa de Colombia. Insultos así rebajan al que los dice y ponen en riesgo la vida del que los recibe. Es tan inexacto y falaz como llamar parásito a Daniel Samper Ospina. Los trinos de Twitter hacen perder a muchos los estribos. El ex presidente está rebajando el debate político al nivel de una discusión entre borrachos de cantina. A los que defienden el lenguaje de las trompadas debemos contestarles con el lenguaje de la moderación y la razón. Nota 1: Los poderes dictatoriales que se ha hecho conceder el coronel Chávez, y el plan de usarlos contra la libertad de prensa y de internet hacen que Venezuela se parezca cada día más a una dictadura asfixiante y despreciable. Nota 2: Por vacaciones esta columna no aparecerá la próxima semana. [email protected] Enlace: http://www.elespectador.com/impreso/...on-importantes
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