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Armero y Omayra: "Los años pasan y nada se borra"








Para el mundo, Armero es Omayra. La mirada profunda de esta niña de 13 años que murió después de 60 horas de agonía en el fango aún angustia a todo aquel que la ve. También revela la magnitud de una tragedia en la que 23.000 personas fueron sepultadas el 13 de noviembre de 1985 por una avalancha del río Lagunilla, que se originó tras la erupción y posterior deshielo del volcán Nevado del Ruiz.

Omayra era sólo una de las miles de víctimas, pero el fotógrafo francés Frank Fournier logró captar algo que conmovió a millones de personas.

La perturbadora imagen, con la que Fournier ganó el Word Press Photo en 1986, originó una polémica por la indiferencia del gobierno con las víctimas y su incapacidad para evitar una tragedia pronosticada. Fournier también fue cuestionado por haber cruzado el límite entre información y el voyeurismo.

Veinticinco años después de la tragedia, Frank Fournier (fotógrafo de 62 años, miembro de la agencia Contact Press Images, que ha hecho reportajes en Sarajevo, Ruanda, los atentados del 11 de septiembre, entre otros) habló de ese día que jamás de borrará de su memoria ni la de quienes la vivieron a la distancia.








Semana.com: ¿Dónde estaba cuando lo mandaron a cubrir la tragedia?

Frank Fournier: Vivía en Nueva York, hacía fotos para Contact Press. En ese momento estaba haciendo un reportaje sobre el Sida y me fui al hospital a ver a una persona con la que había trabajado. Cuando volví a la casa recibí una llamada de la agencia, eran las once y cuarto. Me dijeron que había una catástrofe en Colombia y que me tocaba ir, costara lo que costara.

Semana.com: ¿Cómo logró llegar a Colombia?

F.F.: Todo fue muy rápido, había muy poca información. Cinco minutos después de la llamada salí al aeropuerto, alcancé a hablar con una compañía aérea, sabía que salía una avión al mediodía. Paré en Miami, donde me dijeron que un volcán había explotado, pero no sabía en qué parte del país, no tenía ninguna noción de la geografía local. Llegué a Bogotá como a las nueve y media de la noche. No tenía visa, pero los funcionarios fueron muy amables y me dejaron entrar. Esa misma noche cogí un taxi para Armero. Eran como cuatro horas y media de carretera, llegamos en la madrugada.

Semana.com: ¿Qué fue lo primero qué vio de la catástrofe?

F.F.: Era extremadamente impresionante. El clima era húmedo, fresco, más bien frío. Todo el mundo estaba muy chocado. Lo primero que vi fue gente caminando sin rumbo, como si los hubieran golpeado, era muy duro. Llegamos a Lérida (municipio a 10 kilómetros al sur de Armero), había cientos de cuerpos aliñados, despedazados, era dantesco. Hice unas fotos desde un helicóptero y volví a Bogotá en la tarde con los rollos. Me duché, comí algo y volví a subirme al carro.







Semana.com: ¿Qué hizo ese segundo día?

F.F.: Ya era sábado, dos días después de la tragedia. Llegué a las cuatro y media de la mañana. Decidí irme a Armero, al corazón de la tragedia. Era complicado encontrar vías de acceso. Me fui caminando con unos damnificados, lentamente, desde Lérida. Llegamos una hora después a Armero.

Semana.com: ¿Cómo estaba Armero?

F.F.: Vi unos campesinos muy traumatizados, buscaban sus familias, sus casas, sus cosas. Uno me empezó a hablar, me explicó que había una niña atrapada. No sé si necesitaba ayuda o qué, pero lo seguí. En ese momento llegué al lugar donde estaba Omayra. Ahí entendí.

Semana.com: ¿Cómo estaba Omayra?

F.F.: Era muy temprano, había dos o tres periodistas y unos cinco socorristas que se ocupaban de otras víctimas. Habían pasado la noche con ella.

Semana.com: ¿Qué le pasó por la cabeza en ese momento?

F.F.: No sé cómo explicarlo, cuando uno ve eso es un choque, como un temblor en mi cabeza que arrasó con todo, mis valores, la religión, mi educación. Todo queda trastornado y ya no tiene ningún valor ante la intensidad que uno está enfrentando. Esa pobre niña sufría tanto. Los años pasan y nada se borra.

Semana.com: ¿Empezó inmediatamente a tomar fotos?

F.F.: Empecé a tomar fotos, no muchas, quería documentar lo que estaba pasando. Estaba ahí como fotógrafo, como reportero, mi función es la de informar, no soy ni sacerdote ni socorrista.

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