Ver Mensaje Individual
Antiguo , 09:34:18   #1
Lluvia La profecía de Armero Calificación: de 5,00

Los mejores licores
La profecía de Armero



Montañistas, científicos, un músico, un alcalde y un congresista anunciaron hace 25 años que Armero estaba en peligro si no se evacuaba. Aún así, el Estado ha sido exonerado de toda responsabilidad en la tragedia.



Arriba, en la cumbre, el glaciar estaba completamente amarillo y a veces color de limón. Era difícil caminarlo porque estaba erizado de agujas de nieve de un metro de altura, excavadas por el calor del cráter y talladas por el viento. Desde las alturas de la Mesa de Herveo o Nevado del encomendero Francisco Ruiz, como se conoce desde los tiempos de la Colonia esta montaña ígnea que los indios llamaban Cumanday, se veía la cumbre dorada de algunos estratocúmulos y, muy abajo, las luces de los pueblos de Caldas. Unos kilómetros arriba de nosotros, la enorme fumarola de vapor de agua y anhídridos sulfurosos se diluía en la estratosfera.

Habíamos escalado todo el día. Eran las 6:00 de la tarde del 31 de julio de 1985, y como estábamos cuatro grados al norte del ecuador teníamos 45 minutos más de luz solar que en noviembre: tiempo precioso cuando uno está en la montaña. Un viento crepuscular nos arrancaba la tienda de las manos como si fuera un globo, antes de que pudiéramos terminar siquiera de anclarla. Agotados y con mareo, no sabíamos si el dolor de cabeza que nos acompañaba era por el mal de altura o por el olor del azufre. Nos habíamos dado un adecuado tiempo de aclimatación en nuestro campamento a 4.500 metros de altura en los arenales, y habíamos bebido litros y litros de agua, tal como mandan los manuales. Pero habíamos respirado todo el día aquella pestilencia mientras escalábamos el Glaciar Sur o Glaciar de las Nereidas.

Seis meses atrás nos habíamos aventurado por primera vez en aquellos territorios. Ignorábamos que justo antes de Navidad, el 22 de diciembre de 1984, una explosión de humo de color verde limón y chispas naranja sobre el Nevado del Ruiz había precedido un gran incendio forestal. Tampoco sabíamos que los campesinos habían visto morir a los peces de la cuenca del Otún, del Recio y del Lagunillas, envenenados con azufre en ese mismo mes, tal como había ocurrido 145 años antes, según los reportes históricos. Carente de toda prudencia, decidí volver en ese julio con dos compañeros -Sergio Fajardo y Miguel Vidales- para escalar el Glaciar Sur de la montaña y ver de nuevo el espectáculo de la fumarola y los efectos de la erupción.




Con diversos compañeros había escalado el Nevado del Tolima, un volcán mucho más joven geológicamente que la sufrida Mesa de Herveo. Nos habíamos asomado varias veces al diminuto cráter, una angosta garganta de hielo vertical de 40 metros de profundidad que esconde la verdadera chimenea. Allá abajo reposan desde hace 35 años Jaime Lozano y Hermann González, 'Samurái', los que se atrevieron a buscar la puerta del centro de la Tierra y murieron al respirar el anhídrido sulfuroso. También habíamos estado atisbando la cumbre arenosa del Puracé y los dos anillos de hielo del enorme cráter del Cotopaxi, el volcán activo más alto del mundo. Y habíamos recorrido los desiertos lunares del Cisne y las gárgolas volcánicas de la Olleta y el bosque incipiente del fondo del Quindío. Sabíamos cómo luce un volcán muerto y ciertamente cómo luce uno dormido. Habíamos cruzado un par de veces la negra solfatara que sirve de entrada al abrupto glaciar del Nevado del Tolima y que se conoce como El Oído, y ahora acabábamos de asomarnos a la sopa de fangos burbujeantes del ancho cráter Arenas del Ruiz. Y ciertamente su aspecto de azules, amarillos y ocres hirvientes entre manchas de hielo y arenas sueltas era el de un demonio despertando: completamente distinto a todo lo que hubiéramos visto en una corta vida de montañismo. En esa segunda escalada del Ruiz en 1985, la diferencia en la cantidad de emisión de azufre era abismal.




Al otro día bajamos cabizbajos y circunspectos, hediendo a demonio y llenos de fango amarilloso desde las botas hasta los ojos y desde la cuerda hasta los talegos de dormir, pasando por las medias. Sergio Fajardo dijo: "Si esta montaña llega aunque sea a carraspear, se va a llevar por delante a Manizales y a Mariquita".

Faltaban exactamente 105 días para que esa cascada de bloques de hielo se convirtiera en 100 millones de metros cúbicos de fango arrojados sobre Armero, a 100 kilómetros por hora. Esta ola llena de piedras incandescentes se llevó por delante todo cuanto encontró en los 25 kilómetros de valle que hay entre Armero, Cambao y Ambalema. Tal como lo había hecho en 1592, 1700 y 1845, y tal como lo hará de nuevo, siguiendo su inexorable pulso vital, en 2095 y 2235. El glaciar, que hoy tiene 11 kilómetros cuadrados y unos 400 millones de metros cúbicos de hielo, pende sobre nosotros a los 5.300 metros. A pesar del deshielo provocado por la erupción y el calentamiento global, esta espada de Damocles apunta todavía a unos cinco millones de personas y una veintena de ciudades del centro del país.

En febrero de ese mismo año, uno de los decanos de la escalada en Colombia, el montañista suizo Antoine Faber, había escalado el Ruiz en calidad de geólogo, enviado por el Ingeominas. Faber, especializado en prospecciones petroleras, no era experto en vulcanismo, y cuando intentó descender, los gases se lo impidieron. Hizo una juiciosa descripción del estado del cráter, a partir de la cual, según él mismo, no podía concluir nada, porque no tenía contra qué compararla. A partir de esa observación, y de acuerdo con sus compañeros los geólogos Darío Mosquera y Alberto Núñez, recomendaron a todos los funcionarios de entidades estatales y no estatales de la Hidroeléctrica de Caldas, el Inderena, Inravisión, el Ejército y hasta del Incora llevar un diario de los eventos volcánicos y realizar una investigación sobre la historia de las emisiones volcánicas de la región para poder medir los riesgos.





Ingeominas conceptuó que la actividad del volcán era normal y que por ello no había un peligro inmediato. Tal vez olvidó que la actividad normal de un volcán es hacer erupción. Se pidieron 56 millones de pesos para una red de observación sismológica, y en agosto los reportes eran cada vez más alarmantes. El 11 de septiembre hubo una nueva erupción de gases, vapor de agua y lluvia de arena sobre los municipios vecinos.

En los archivos de Ingeominas reposa un informe del coronel Joaquín Acosta, publicado por la Academia de París en 1849, en el que describe la erupción y posterior lahar del Ruiz por el río Lagunillas en 1845, y que parece escrita hace 20 años. Reportaba Acosta que el fango cubrió 16 kilómetros cuadrados y mató a 1.000 personas, casi todas cultivadores de tabaco de la región de Ambalema.

Comentarios Facebook

__________________
Sanabria no está en línea   Responder Citando

compartir
                 
remocion sep Gold sep Silver sep Donar

marcaNo Calculado   #1.5
SponSor

avatar
 
Me Gusta denunciando
Estadisticas
Mensajes: 898.814
Me Gusta Recibidos: 75415
Me Gustado Dados: 62988
Fecha de Ingreso: 02 jun 2006
Reputacion
Puntos: 1574370
Ayudante de Santa está en el buen caminoAyudante de Santa está en el buen caminoAyudante de Santa está en el buen caminoAyudante de Santa está en el buen caminoAyudante de Santa está en el buen caminoAyudante de Santa está en el buen caminoAyudante de Santa está en el buen caminoAyudante de Santa está en el buen caminoAyudante de Santa está en el buen caminoAyudante de Santa está en el buen caminoAyudante de Santa está en el buen caminoAyudante de Santa está en el buen caminoAyudante de Santa está en el buen caminoAyudante de Santa está en el buen camino
emoticon Re: La profecía de Armero

 
Los mejores licores
 
   
   
_______________________________________________
Publicidad :)
conectado
 
Page generated in 0,07219 seconds with 12 queries