Hoy llegó a Miami Ariel Sigler, uno de los disidentes cubanos liberados gracias a las gestiones que adelantó la Iglesia Católica Cubana con el gobierno de Raúl Castro. Estas liberaciones dejan un sabor agridulce, porque a la vez que se celebró su libertad, los detalles revelados del trato al que fueron sometidos en prisión fueron espeluznantes, aterradores, lúgubres...sin embargo, el caso de Sigler es el más dramático de todos.
Verlo en esas condiciones, con su movilidad reducida, postrado en una silla de ruedas, casi famélico, es una imagen que destroza el corazón. Pero ése es el innegable retrato de la barbarie de los Castro en contra de la libertad de pensamiento en Cuba. Un gobierno que durante décadas alegó defensa de los Derechos Humanos, respeto al pensamiento opuesto, pero, ¿cómo se explica respeto a la libertad de pensamiento y el respeto a los DD.HH. con este tipo de tratos?
De Cuba hay muchas cosas para decir, tanto buenas como malas: Cuba se ha destacado por el nivel educativo y por su sistema de salud de alta calidad y de acceso gratuito a la población. Pero hay un lado triste que muchos defensores del régimen cubano ignoran, y es la opresión a la que el pueblo cubano es sometido, como lo pueden constatar los ex-prisioneros, que comentan que inclusive tenían que hacer sus necesidades en sus celdas.
La tortura a la conciencia opuesta ha sido una constante en regímenes totalitarios, pasando por la Alemania Nazi, la Italia fascista, la Rusia de Stalin, la China maoísta, inclusive en nuestros días este tipo de barbaries se mantienen, ya sea el sometimiento cruel a los disidentes en Cuba o las torturas de los soldados norteamericanos en la base de Guantánamo o en las bases instaladas en Irak.
Es nuestro deber como personas que amamos la libertad denunciar todo tipo de crímenes de lesa humanidad, no importa si son de un gobierno comunista, capitalista, o de cualquier otra ideología política. Es nuestro deber rechazar y denunciar estos actos.