La sesión extraordinaria de la OEA convocada el dia de hoy deja como resultado la ruptura de relaciones entre Colombia y Venezuela por parte de Hugo Chávez, pero esta situación sólo mantuvo la historia en la que se ha convertido la relación Uribe-Chávez: dos personajes que desmuestran su casi nulo interés por sus pueblos en nombre de la falsa dignidad.
Lo que era un secreto a voces ya no es un misterio para nadie: las Farc y el ELN, organizaciones ilegales, se pasean impunemente por Venezuela. Si bien no era un misterio, hoy se dio a conocer al mundo lo que podría disolver la duda sobre si Chávez es un patrocinador del terrorismo y sobre si Chávez estaría pensando en utilizar a estos grupos como instrumentos para la expansión de su vano e infructuoso proyecto llamado Revlución Bolivariana, que ya carece totalmente de sentido.
Chávez no tuvo mayor recurso que romper relaciones con Colombia, ante lo que llamó una "calumnia y un juego sucio del presidente Uribe". Si bien Uribe hoy logró lo que quería, ya Chávez quedó en evidencia y lo que puede hacer es relativamente nada. No creo que dé para una guerra, pero esto simboliza el cierre de una relación que mantuvo un constante vaivén entre la simpatía y el afecto a las mutuas acusaciones e injurias, una historia nada despreciable para una futura telenovela.
Pero lo cierto es que aquí no se puede hablar de ganadores o de beneficiados, porque en realidad tanto colombianos como venezolanos somos los grandes damnificados con estas relaciones que han sido llevadas más por los jugos gástricos que por un sentido de diplomacia. No se puede negar, ni Chávez ni Uribe se quisieron librar de su orgullo, el incendio se creció y los grandes damnificados son los pueblos.
¿Qué tanto podrá cambiar la situación ahora que Colombia tendrá un nuevo presidente? Sólo el tiempo lo dirá.