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Antiguo 20-07-2010 , 10:40:25   #4
Hannibal Lecter
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Predeterminado Respuesta: Porque Detesto El Comunismo

Aquellos que insisten en sus creencias y ubican sus conciencias por sobre el Partido Comunista Chino (PCCh) enfrentan todo el peso del régimen chino. Por tener tal coraje, pueden ser culpados de ¿traicionar? su tierra natal o de ¿Revelar secretos de estado?. Se arriesgan a perder su reputación, ser enviados a prisión por un largo período, ser sometidos a torturas e incluso asesinados. Un importante método de represión es el castigo de ¿Reeducación mediante el trabajo?. Hábil en utilizar propaganda que distorsiona la lógica y el sentido común, el PCCh asegura que tales castigos dan a la gente la oportunidad de ¿reformarse?. Aplastados por métodos perfeccionados durante siglos, abandonan sus conciencias y se ¿reforman? en ¿patriotas? que nunca cuestionan al PCCh. El bajo costo de los productos fabricados con trabajo esclavo ha provocado una gran demanda en todo el mundo. Para las autoridades corruptas, los campos de trabajo forzado son un negocio tan rentable que les importa poco que los millones de reclusos en los 1200 campos que se estima hay en toda China nunca tuvieran un juicio ni la oportunidad de defender su inocencia. Les traemos las historias de dos de tales almas ?practicantes de Falun Gong que fueron encarcelados por sus creencias y forzados a soportar la ¿reeducación? mediante el agotador trabajo forzado por rehusarse a traicionar sus conciencias, fabricando bienes para exportar a países occidentales. Espero que los niños no se los lleven a la boca Por el Dr. Wang Bin. Durante los años 2000 y 2001, la División de Seguridad Nacional de China del Departamento de Policía de Beijing arrestó a un gran grupo de intelectuales que practican Falun Gong, incluyendo profesores universitarios. Fueron torturados hasta que aceptaron la ?reeducación? del Partido. En el mundo exterior se lo proclamó como un acto amable, como ?una brisa y lluvia de primavera?. Yo era uno de ellos. Me mantuvieron en una oscura celda de prisión en el pabellón de la muerte junto a cerca de 30 prisioneros que esperaban ser ejecutados. La celda sólo media unos 30 metros cuadrados. La primera vez que me encerraron en esta celda, podía oler todo tipo de olores fétidos, desde excremento, orina, moho, hasta carne y materiales podridos. Después de unos pocos meses, ya no podía oler nada. Me había acostumbrado al olor que impregnaba a la celda todo el día. La celda estaba tan silenciosa que uno incluso podía oír la caída de una aguja. Todos se aprovecharon de este silencio para reflexionar sobre su pasado. Día tras día, muchas personas se acercaban más y más al día de la ejecución. Puertas. La celda de la prisión tenía dos puertas, la de adelante y la de atrás. La delantera era una gruesa puerta de hierro con una reja de hierro. La trasera también era una puerta de hierro, tan grande como la de adelante. La de adelante era de entrada y salida, donde los prisioneros eran escoltados al entrar y al salir, o arrastrados hacia la ejecución. Diez policías armados cuidaban la puerta contra potenciales escapes. Cada vez que se abría la puerta delantera, significaba que pronto alguien moriría. Aire y Sol. ¿¡Abran la jaula!? El fuerte grito vino del policía parado arriba. Penetró en mis pensamientos y en la inamovilidad de la celda. Los pálidos y descuidados prisioneros comenzaron a mostrar un indicio de felicidad en sus rostros. Uno a uno, los prisioneros salieron caminando por la puerta trasera. Ellos saludaron con la cabeza y se inclinaron para demostrar su gratitud a los policías. Entonces, ellos rápidamente ocuparon un lugar con más luz solar. La primera vez que me dejaron salir, me estremecí por lo que vi. La primera cosa que hicieron los prisioneros fue desnudarse. La sarna, heridas y soriasis en sus cuerpos quedaron todos expuestos. Yo no estaba muy sorprendido por esto. Sobrevivientes y trabajo. Si no eran sentenciados a muerte, los reclusos que sobrevivían al centro de detención eran enviados a prisiones para completar su sentencia y realizar trabajo esclavo. Con ellos trajeron a las prisiones sus infecciones y enfermedades de transmisión sexual, mientras proporcionaron una enorme mano de obra barata. Un asombroso número de productos hechos en China se producen en prisiones y campos de trabajo forzado. En mayo de 2002, fui enviado a la División de Repatriación de Criminales Provinciales de Beijing junto con varios otros practicantes de Falun Gong. Estábamos esperando ser repatriados a otras prisiones para cumplir nuestra sentencia. De esta experiencia adquirí una comprensión real del trabajo forzado en las prisiones. Se esperaba que trabajáramos incansablemente. La rutina era trabajar durante 15 o 16 horas al día. Si alguien tenía algún problema en terminar el trabajo asignado, era castigado a "cantar hasta el amanecer", lo cual quiere decir que tenía que seguir trabajando y no podía dormir. Como las celdas estaban abarrotadas, los prisioneros no tenían tiempo para encargarse de la higiene personal. Contaban los días, y sus enfermedades se empeoraban día a día. Yo fui arrestado por practicar Falun Gong. No cometí ningún crimen. Así es que simplemente me consideré un "corresponsal" enviado allí a observar seriamente lo que ocurría a mí alrededor. Esperaba que un día mis observaciones permitieran al mundo tener una mejor comprensión de lo que sucede en las prisiones chinas. Desde Navidad hasta ropa interior. Nuestras tareas incluían empacar ropa interior femenina, hacer copias de materiales de audio y vídeo, pegar la etiqueta de la marca sobre diversos productos, fabricar libros, encuadernar libros, fabricar flotadores para pesca, luces de colores para Navidad y accesorios para exportar. Yo participaba en todo el trabajo manual y tenía un buen entendimiento de cada procedimiento de trabajo. Durante un caluroso verano, las autoridades de la prisión nos ordenaron hacer paquetes para la marca de ropa interior Gracewell. Realmente hacía calor y, sin embargo, los prisioneros no se habían duchado en mucho tiempo. Se rascaban todo el cuerpo, mientras realizaban el trabajo manual. Algunos prisioneros se rascaban sus partes privadas una y otra vez. Cuando sacaron sus manos, vi. sangre en sus uñas. No estoy seguro de que las mujeres realmente se vean bien con esa ropa interior. En otra ocasión, los prisioneros procesaron un tipo de comida envasada llamada "Frijoles de Orquídea" para algunos propietarios de pequeños negocios. Este bocadillo se hacía con habas. Las habas se transportaban en camión hasta la prisión. En la prisión había unos barriles en los cuales se remojaban las habas en agua hasta que se hinchaban. Para ahorrarse algunas molestias al cambiar el agua de los barriles, a veces los prisioneros volcaban un barril de habas en un urinario sucio, luego añadían agua al barril y metían las habas. Cuando las habas se hinchaban en el agua, los prisioneros comenzaban a pelarlas. Delante de cada persona había un juego de cuchillos de hojas paralelas. El prisionero recogía una haba, la hacía rodar sobre el cuchillo y quitaba la piel de cada lado de la haba, dejando un "cinturón de oro" en el medio. De este modo las habas se veían bien, aunque estaban sucias y enlodadas. Luego, el último paso era volver a arrojar las habas en la cesta. Tenían que pelarse al menos 10.000 habas en un día para terminar la tarea. Mientras los prisioneros se apresuraban a pelar las habas, sus mocos y su esputo se mezclaban con las mismas. Luego las habas procesadas se metían en una bolsa grande para llevarlas a las tiendas donde se freirían. Las habas fritas se veían doradas y brillantes. Las embalaban en bellos paquetes y las vendían a los clientes. Las habas son muy solicitadas en el mercado y por lo tanto proporcionan una gran ganancia a los vendedores. Los consumidores disfrutan de las habas. En un supermercado de los Estados Unidos, vi habas fritas importadas de China. Me pregunté si nuestra prisión había hecho esas habas. Cada año, en las prisiones chinas se fabrican un gran número de artículos de Navidad y de prendas de ropa para los países occidentales. En una ocasión a la prisión se le asignó la fabricación de bombillas. Cada día los prisioneros tenían que atar fuertemente cables de cobre alrededor de un recipiente de plástico de una determinada forma y luego conectar todas las bombillas juntas. Las manos de los prisioneros usualmente sangraban. No es necesario decir que esas cosas de su piel y sus enfermedades de transmisión sexual quedaban sobre las bombillas. Una vez, la prisión en la que yo estaba hizo collares de cuentas como accesorios de joyería. Los prisioneros usaban agujas e hilo para ensartar las cuentas coloreadas y luego unían los dos extremos para hacer un collar. Los collares se veían hermosos. Pero espero que las mujeres no se los coloquen alrededor de sus cuellos ni que los niños se los metan en sus bocas. Mi experiencia en un campo de trabajo forzado chino. La Sra. Chen Ying fue arrestada tres veces por practicar Falun Gong. La detuvieron mientras visitaba a su familia en China y la enviaron a un campo de trabajo forzado durante un año. Los guardias de la prisión le inyectaron drogas tóxicas a la fuerza, causándole daños en los nervios del lado izquierdo de su cuerpo, espasmos y pérdida parcial de la memoria. La Sra. Chen actualmente reside en Francia. Estuve encarcelada entre noviembre de 2000 y noviembre de 2001 por rehusarme a dejar de practicar Falun Gong. Durante ese período de tiempo, me mantuvieron en servidumbre en el Centro de Asignación de Prisioneros de Tuanhe y en el Campo de Trabajo Forzado de Xin'an en Beijing.

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