Después de preguntale 3 veces con quién lo engañaba, mató a la esposa de un tiro en la cabeza





Olandris Molina Olaya no tenía ninguna evidencia, simplemente sospechaba que su esposa le era infiel, incluso, decía que alguna vez lo había soñado y que a los sueños había que “pararle bolas”.
Una semana atrás Jennis Paola Guerra Vizcaíno había tomado la decisión de dejarlo, cansada de los malos tratos y de los celos enfermizos que lo llevaban a dudar de ella todo el tiempo. “Le pegaba por sospecha, decía que en los sueños la había visto con otro hombre y que él le creía a los sueños”.
En la noche del viernes tomó trago con varios amigos, insistiendo en que no soportaba vivir sólo, recordándoles a sus amigos que la mujer que amaba lo había dejado por otro.
Bebió toda la noche, hasta que pasadas las cinco de la mañana salió de la cantina rumbo a la casa donde vivía Jennis Paola y sus tres hijas de 2,3 y 6 años.



Entró por el patio luego de saltar una barda. Caminó sigiloso por toda la casa, hasta que la encontró en la cocina, recién levantada, dispuesta a preparar un café. Le preguntó que quién era el hombre con el que lo estaba engañando, pero ella le insistía que no había nadie más, que se había cansado de los celos y los golpes, pero que no había ningún otro hombre en su vida.
Orlandris seguía alzando la voz y empezó a gritarle groserías. Ella sabía que el paso siguiente era la golpiza, por lo que intentó salir de la cocina para pedir ayuda a su hermano que dormía en otro cuarto.
Pero Orlandris, embriagado de licor y de celos, sacó de debajo de su chaqueta una escopeta recortada y le apunto a la cabeza. “Si no vive con migo, no vive con nadie”. Enseguida accionó el gatillo.
Jennis quedó tendida en el piso, bañada en sangre y junto a ella el arma.
Dicen los testigos que Orlandris huyó de la casa, saliendo por el mismo lugar donde había ingresado.
El hermano de la víctima y vecinos del lugar, al percatarse del crimen, procedieron a buscar al asesino, sin conseguirlo.
Fuentes de la Policía indicaron que el sujeto huyó, al parecer hacia el interior del país, dejando en el municipio de Sitionuevo (Magdalena), abandonadas y sin madre a sus tres pequeñas hijas.