Sesenta y ocho era el número de cubanos que el día 13 de julio de 1994 intentaron escapar de Cuba a bordo del remolcador 13 de Marzo. No tuvieron éxito.
No eran supersticiosos y no se fijaron que dos treces juntos no podían ser una combinación de buen augurio. Para mayor inri, la suma de los dígitos del año (9 + 4) añadía un 13 adicional. Sola vaya, decimos los cubanos. Eran tres treces y una tragedia cantada.
La embarcación zozobró frente a las costas de La Habana, luego de navegar unas siete millas con rumbo norte. Pero la causa no fue precisamente la numerología fatídica del número 13, sino la intolerancia criminal del régimen castrista.
Tres barcos de la Marina siguieron al remolcador. Lo alcanzaron, lo hostigaron y lo embistieron por los costados con maniobras abusivas. Luego comenzaron a hundirlo sin la menor compasión hacia los gritos de auxilio de las madres que les mostraban a sus pequeños hijos. En vez de socorrerlos, los hacían caer al mar desde cubierta disparándoles con poderosos cañones de agua.
Jamás el más envilecido de los corsarios se comportó de una manera tan inhumana con náufragos civiles y desarmados que pedían socorro. La embarcación fue finalmente hundida con saña nazi-castrista, aunque al final dieron la orden de salvar a los sobrevivientes.
La tragedia arrojó un saldo de 37 muertos, de los cuales 20 eran niños. Veinte inocentes niños –-insisto--, más 17 adultos que sólo buscaban la libertad para ellos y los suyos. Quince años después yacen todavía en el fondo del mar.
De los 31 sobrevivientes, 30 lograron emigrar a los Estados Unidos. Uno de ellos es Jorge García Mas, que perdió a 14 familiares en el criminal hundimiento. García Mas, de 64 años, es autor de un libro testimonial sobre este hecho conmovedor. Hoy lunes hablará en un homenaje a las víctimas del remolcador 13 de Marzo organizado por la Universidad Internacional de la Florida (FIU).
Que viva la revolución, carajo.....