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Kaffeetrinker 2 No se les debe tener miedo a las contradicciones: Clara López Calificación: de 5,00

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Entrevista a Clara López O. por Margarita Vidal, El País, Cali, julio 4 de 2010

“Soy una mujer que se ha debatido entre la política y la academia. Llevo en mi sangre todas las regiones de Colombia. He dedicado mi vida al ideal de la transformación social de mi país y siempre he militado en las toldas de los inconformes”.


En esta declaración, Clara Eugenia López Obregón, miembro de las más conspicuas familias colombianas, tanto en la política, el arte, la historia y la academia, como en las letras y la encopetadísima alta sociedad, residente en el exclusivo barrio de La Cabrera de Bogotá, resume una decisión política, vital y profesional. Graduada en varias de las mejores universidades del mundo, como Harvard, donde recibió un Magna cum Laude en Economía, renunció a los privilegios de clase para luchar desde diversas trincheras por la causa de los más necesitados.


Terminada la contienda electoral en la que fue fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro, Clara ejerce hoy la dirección de su partido, el Polo Democrático.


¿De dónde provino su rebeldía como líder estudiantil en Harvard?


Desde niña sufrí mucho con la injusticia. En Estados Unidos me horrorizó el racismo soterrado que se respiraba. Con el movimiento estudiantil encontré que era posible organizarse para hacer algo al respecto. Por eso me sumé a la huelga que cerró la universidad en la primavera de 1969. Estudiantes y profesores nos rebelamos contra la guerra de Vietnam. Logramos que la universidad dejara de discriminar en el pago de sus trabajadores por su género y color de la piel y que retirara las inversiones de su inmenso patrimonio de las empresas de Sur África, donde regía el Apartheid.


Fue Secretaria Económica de la Presidencia durante el mandato de su tío Alfonso López, pero luego le envió una carta muy interesante en la que cuestiona aspectos de su gobierno.


Alfonso López fue el gran amigo de mi papá, y mi segundo padre cuando él faltó. A su lado hice mi ‘doctorado’ en Colombia y mucho le aprendí del arte de gobernar. Mis cuestionamientos fueron más allá de su obra de gobierno que todo el país reconoce. Compartía con él la pregunta más profunda de por qué los sucesivos gobiernos no logran cambiar a Colombia, su estructura desigual y socialmente injusta. Cuando comentamos la carta, me dijo: “Prefiero mil veces la crítica a la adulación.”


Estuvo vinculada al Nuevo Liberalismo. ¿Qué le atrajo de Galán?


Como muchos de mi generación, me atrajo la imagen aguerrida que reflejaba su emblemático afiche. No olvido sus enseñanzas: “El hombre y la mujer deben decir lo que piensan y hacer lo que dicen”. Es el principio de la transparencia, que cambiaría la costumbre política de hacer lo que se piensa y no lo que se dice, para endulzar el oído incauto de los votantes. En una época en que había una actitud contemplativa con el narcotráfico, Galán tuvo la visión de lo que significaría ese flagelo para el país y la premonición de que le costaría la vida.


En el 86 regresó a la militancia de izquierda al vincularse a la UP y apoyar la candidatura presidencial de Jaime Pardo Leal; tanto Galán, como Pardo, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro fueron asesinados ¿Cómo afectaron esos magnicidios la democracia?


En esa época, denunciamos desde el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos y el Concejo de Bogotá, la alianza non sancta entre paramilitares, sectores del Ejército, terratenientes y políticos que buscaba convertir a Colombia en una narcodemocracia. Esos magnicidios se dieron para impedir que llegaran al poder personas comprometidas con la lucha contra la corrupción de las mafias paramilitares y con la apertura política que empezaba a darse en el país.


En 2005 usted denunció ante la Corte Suprema de Justicia la posible infiltración de organizaciones armadas ilegales de extrema derecha en el Estado colombiano que dio pie al proceso investigativo que se adelanta por parapolítica . ¿Cómo ve el discurrir de estas investigaciones?


La verdad es que muchos dirigentes, entre ellos Gustavo Petro, habían denunciado el engendro parapolítico, pero sólo con motivo de mi denuncia, la Corte reunió todos los procesos en uno solo, en el que se compartieran pruebas y se vislumbrara el alcance de la conspiración para apoderarse del Congreso y otras instancias de elección popular. A mí me ofendió la actitud desafiante de los jefes paramilitares, desde el propio Congreso de la República, donde fueron recibidos, incluso con aplausos, quienes habían cometido las masacres, desplazamientos y crímenes más atroces, incluidos los magnicidios mencionados. Resultaron investigados unos cien congresistas, la mayoría pertenecientes a la coalición de Gobierno. Ese fue el origen del enfrentamiento del Presidente con la Corte Suprema de Justicia.


En julio de 2002 le envía usted una carta a su primo Juan Manuel López Caballero, desde Caracas, refiriéndose a “una conversación de oveja negra a oveja negra de la familia”. Me pareció divertido, ¿qué quiso decir con eso?


Risa. Es una referencia cariñosa a quien como yo se ha apartado de lo convencional para decir y escribir lo que piensa. Eso aquí lo llaman “comunismo” y yo le reprendía amigablemente por hacerme la pregunta auto cabeza de proceso que ha servido en Colombia para macartizar y, en últimas, para impedir el cambio social y político.


En esa carta hace unas reflexiones sobre lo que significa ser comunista y concluye que usted no lo es. ¿Por qué hacer esa declaración escrita?


Porque en Colombia toda persona que lucha contra la injusticia y quiere cambios sustanciales es señalada como comunista. Y ya lo han demostrado los paramilitares. Hasta un señor que fue subdirector del DAS les daba conferencias tituladas: “Por qué es lícito matar comunistas”.


Usted y su esposo Carlos Romero salieron exiliados a Venezuela por amenazas ¿Cómo ocurrió y por qué?


Llegó un momento en que quienes no nos callábamos ni aceptábamos las reglas de la mafia incrustada en el poder, estábamos condenados. Inicialmente empezaron con mi esposo y después le dijeron que si no se iba del país, me matarían a mí. Desde esa época, no me queda la menor duda, ya funcionaba el binomio DAS – Paramilitarismo.


En el libro ‘Los Elegidos’ del ex presidente López Michelsen se pinta el gran mundo social en que usted nació y creció. Usted dice haber recibido una educación privilegiada. ¿Qué la indujo a dejar su mundo para adoptar posiciones de izquierda y militar en partidos minoritarios de oposición?


Es que en el microcosmos de ese mundo que es mi familia tenemos una larga tradición de rebeldía. Al viejo López Pumarejo también lo tildaron de comunista por haber separado el Estado de la Iglesia o haber nombrado al pensador socialista Gerardo Molina, rector de la Universidad Nacional. Otro tanto le sucedió a López Michelsen en el MRL y en su gobierno por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba. Creo que soy heredera de esa tradición de inconformidad de la cual me siento orgullosa.


Usted regresó a terminar sus estudios de Economía con una tesis laureada sobre cómo hacer una verdadera reforma agraria en Colombia. Me interesa su pensamiento en torno al tema, a los fallidos esfuerzos de Carlos Lleras, a lo que pasó con el Acuerdo de Chicoral de Pastrana (padre) y a lo que eso nos ha significado en términos de violencia.


Escogí el tema de la reforma agraria para mi tesis de grado por la obsesión de López Pumarejo con la idea de introducir profundos cambios en la estructura agraria, necesarios para modernizar el país. No hay duda de que la tierra, o más bien su despojo, ha estado en la raíz de la violencia en Colombia. Así se explica con claridad en ese famoso estudio de La Violencia, con mayúscula, encomendado por el Gobierno de Alberto Lleras al cura Lebret, a Fals Borda y a Umaña Luna para tratar de explicar la guerra civil no declarada entre liberales y conservadores. Allí recomendaron dejar sin efecto los títulos de cambio de manos de la tierra en esos años. Había municipios enteros en que casi la totalidad de los campesinos y agricultores fueron desplazados y obligados a vender a menor precio. Las fotos de ese libro, en su primera edición, que leí en mi adolescencia, mostraban cómo quedaban los cadáveres después de aplicado el “corte de franela” y el “corte de corbata”. En esta segunda VIOLENCIA, que debería escribirse toda con mayúsculas, la degradación ha sido mayor, pero el modus operandi similar. Ya no contra liberales o conservadores, según el municipio, sino contra los estigmatizados –para los efectos del desplazamiento y despojo como guerrilleros, auxiliadores, comunistas y terroristas. La historia se repitió y lo peor es que se sigue repitiendo. Si se hubiese hecho la reforma de López Pumarejo en los años 30 y 40 y la de Lleras en los 60, nos hubiésemos, sin duda, evitado mucha de la violencia que padecemos.


Continua...

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