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Oh, y ahora, ¿quien podrá ayudarnos?

Por: Luis Alberto Nieto Ñ. [email protected]

He leído documentos que quieren presentarnos a Antanas Mockus como un personaje odioso y riesgoso para el País. Algunos son solo panfletos de autor desconocido, que seguramente se pueden atribuir a gendarmes de la política negra que han sido contratados como mercenarios para hablar mal. Otros, son eco de lo mismo.

Yo conocí personalmente a Antanas Mockus . Fui alumno suyo. Fui Opositor suyo. He sido lector suyo. Antanas Mockus es Humanamente hablando: Genial. Tiene una estructura de pensamiento elaborada y sujeta a principios de convivencia ciudadana. Realizó una reforma en la Universidad Nacional que permite que ahora quienes tienen poco no paguen y quienes tienen mucho paguen mucho. De hecho yo no
pagué ni un solo peso por mi educación en la Nacional gracias al Articulo 14 de matriculas que exime de todo pago a quien demuestre mediante el recibo de su estrato social y una entrevista en Bienestar Estudiantil que no puede pagar.

Pude verlo interactuar con los estudiantes que se tomaban secciones de la universidad, como ha sido tradición desde hace 50 años, y los docentes más opositores de él reconocían que "tenía un manejo positivo con los estudiantes y que le hacían caso." Lo vi actuar como defensor de la autonomía universitaria y también lo vi cuando autorizó a la fuerza publica entrar para desalojar una toma de un edificio que llevaba varios meses.
Estuve presente cuando dialogó con nosotros los estudiantes que habíamos ocupado el edificio en mención. Llegó varias veces allí. Argumentaba con nosotros de una manera muy creativa.

En una ocasión, llegó con muchos carteles de los que se suelen pegar en las paredes de la universidad. Eran de temas diversos. Unos rotos y otros en mejor estado. Se puso en medio nuestro y puso los carteles en el suelo. Los ordenó uno pegado al lado del otro y ocupo la mitad de la sala de reunión. Se sentó en la mitad de la sala y nos dijo: "muchachos, esto somos nosotros. Cada uno tiene mensajes diversos al otro. Estos afiches pueden estar al lado del otro siendo tan diversos y no se destruyen unos a los otros. Nosotros podemos actuar igual. Ustedes tienen un mensaje valido desde un punto de vista. Yo tengo un mensaje diverso. No apruebo la ocupación de este edificio por que esta afectando la normalidad académica de la universidad y la mayoría esta afectada por el interés de unos pocos. Si ustedes renuncian a esta ocupación les puedo ayudar para que estudien sus casos y les concedan de acuerdo con el estudio realizado y el cumplimiento de las condiciones, que son las de todos, para que les asignen préstamo-beca y puedan sufragar sus gastos de vivienda y alimentación.
Los invito y les ordeno como rector que desalojen el edificio o me veré obligado a emplear la fuerza legítima para desalojarlos. Esta universidad esta dentro de un país y en este país tenemos que participar todos con las mismas reglas."

Recuerdo que el debate se puso muy caliente y yo le recordé su infancia de zapatos rotos y ruanita, cuando caminaba con frio por la universidad asomándose por los quicios de los salones (en lo que nos contaban docentes amigos de Antanas Mockus que había sido su infancia). Le ofendí diciéndole que " tal vez ya se le olvidó que tuvo zapatos rotos como nosotros hoy". Recuerdo que Antanas Mockus me miró y se miro los zapatos: eran unos zapatos viejos, muy usados. Me miro y nos dijo "tienen una semana". Una semana después autorizo a la fuerza pública entrar a la universidad y desalojar el edificio.

Al siguiente semestre fui alumno suyo en la cátedra magistral de la Universidad Nacional. Conocí a un Antanas Mockus Brillante. Nos enseñó a pensar que una nación tiene que esforzarse por mantenerse dentro de una cultura vigente. Que dentro de esa cultura debe reinar la ley y que lo moral debe sujetarse a lo legal y a lo legítimo. Fueron debates muy valiosos para mi formación. Recuerdo que había anunciado a los medios sobre su aspiración a la Alcaldía de Bogotá. Que varios estudiantes intentaron sacarle opiniones sobre esto en medio de la cátedra. Antanas Mockus muy prudentemente respondía que “para escuchar sus opiniones políticas no había ninguna restricción para decirlas, pero que consideraba que
ese no era el mejor espacio. Sin embargo, que una vez fuera del recinto académico podría hablar al respecto” Me pareció tan ético. Nos decía que “nuestro comportamientos como ciudadanos debe ser ejemplar”.

Ya había pasado lo de su bajada de pantalones. Recuerdo su manera de manejar esas situaciones. En una oportunidad encapuchados con banderas de grupos guerrilleros entraron al auditorio León de Greif e interrumpieron una conferencia
dictada por Lyotard, un filósofo muy querido y respetado a nivel mundial, traído por las directivas de la Universidad Nacional. Se dio un manejo en el cual intervino el mismo invitado, quien les dijo: “si me callas me matas”. Esto avergonzó a los encapuchados, que salieron del recinto en medio de rechiflas. Eran las épocas del terror de Pablo Escobar. Hablar era muy peligroso. Callar era peor.

Tengo que admitirlo honestamente. La experiencia con Antanas Mockus fue uno de los desencadenantes de esa experiencia. Antanas Mockus no me evangelizó. Simplemente me presentó la posibilidad de mutar las creencias de una nación para conseguir mejores resultados en la convivencia. Me dio un pequeño empujoncito. Aprendí que solo predico lo que me legitima. Que no estoy solo en este planeta. Que de alguna manera cabemos todos. Y que debemos tolerarnos en medio de las diferencia. Igualmente, que el cumplimiento de la ley y las normas no se negocia. Que el orden es un trabajo de todos para vivir mejor. Que la libertad no es una utopía sino una responsabilidad de principios conmigo mismo y con el otro. Que ser justo es muy difícil, pero aun así es deber intentarlo. Y que no debo juzgar al otro por su apariencia. Esos son principios que afectaron mi vida. Sus métodos pedagógicos me han sido muy útiles para exponer mis argumentos.

Bien, pues al final, me gradué de Psicólogo. He seguido a Antanas Mockus, como todos los Colombianos. He visto su trabajo en Bogotá, aunque vivo en otra ciudad. ¿Quien es Antanas Mockus para mi hoy en día? Es simplemente un hombre que un día se vistió de superhéroe.
Creo que se parece al Chapulín Colorado. Es ese tipo de superhéroe de carne y hueso. Ese que se equivoca pero aprende y enseña. Ese que parece divertido pero que se mete en el corazón de la gente con su estilo ingenuo pero sincero. Ese que muestra que la ingenuidad no es ignorancia del peligro, sino una manera de proteger lo más valioso del alma de la rapiña de los mercaderes. Se nos muestra como alguien frágil pero consistente con sus creencias y principios. Eso me da confianza. Confianza de tener a un ser humano en la Presidencia y no a un héroe indestructible y con superpoderes de otro planeta. Antanas Mockus, como el Chapulín Colorado, busca soluciones de sentido común.

También creo que se parece al Chavo del Ocho. A veces se presenta solo en el vecindario. Algunos lo muestran como “ese lituanito” el de la vecindad de al lado. Ese que se equivoca. Esto también me da confianza. Mis hijas lo ven de esa misma manera. Son dos pequeñas de 8 y 10 años que admiran al Chavo.
También admiran a Mockus. Yo también lo veo así. Creo que hemos aprendido muchísimo más del Chavo del Ocho sobre como vivir en paz y en familia que de los políticos. Ese es nuestro agradecimiento con Roberto Gómez Bolaños.

Preocupa que algunos quieran superhombres de acero en el poder. Esos que no muestran su fragilidad humana. Esos que se consideran caballos de paso fino o transformers de la guerra. Eso me preocupa. Yo, como cristiano, apelo a Dios
para que nos ayude a tener un gobierno que sirva a los menos protegidos y proteja a todos, no solamente de la guerra interna. Esa es mi oración. Mi confianza no descansa en Antanas Mockus, Descansa en Dios. Es mi deber Votar como ciudadano. No estoy eligiendo el hombre más santo ni el más perfecto o infalible. Estoy eligiendo a un hombre para que asuma el Gobierno de mi patria Colombia.

Frente a toda la andanada de mentiras que abundan en nuestra patria en mi espíritu clamo a Dios. En las elecciones exclamo:

Oh, y ahora, quien podrá ayudarnos?

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