Denunciante Constante
| Respuesta: El desgobierno de Antanas Mockus Lo que Mockus dice que estuvo bien hecho Antanas Mockus ha señalado que “la concepción del contrato fue muy buena” y aseguraba, por allá en diciembre de 2000, que estaba en paz con su conciencia. Veamos los silencios que guardaba la conciencia de Mockus a principios de siglo… En su momento, la revista Dinero sostuvo que “la ciudad se quedó con $50.000 millones embolatados y con los huecos en espera de ser tapados, mientras resuelve el lío jurídico con ICA”. Es más: de los casi 10 millones de m2 contratados, ICA abandonó 5.7 millones de m2 de vías, es decir, la empresa mexicana incumplió el 57 % del contrato. Además, de los 42 meses que se suponía durarían las obras, ICA invirtió casi el 67 % del tiempo en la recuperación de 4,2 millones de m2. Pasada la administración Mockus-Bromberg, cuando Peñalosa quiso reaccionar, sencillamente encontró que los recursos asignados al contrato con ICA no alcanzaban para terminar las vías que faltaban. Y ojo: las vías pendientes no eran calles de barrio. Para Peñalosa eran prioritarias la Avenida Rojas, la calle 134, la carrera 10ª, la calle 85, la carretera a Usme y la vía Quiba, abandonadas por la empresa mexicana. Lo anterior sin contar con que ni Peñalosa, ni ICA, ni nadie, le prestaron atención a vías como las calles 92, 100, 106, 116 y la carrera 13. Para colmo de males, si se quería recuperar estas vías, el Distrito no podía utilizar los recursos destinados a ICA, por tener destinación específica. Tampoco había una salida jurídica expedida para poder entregar las obras inconclusas a un nuevo contratista, por las cláusulas contractuales entre el Distrito e ICA. Dice Dinero sobre las responsabilidades del descalabro: “La administración Mockus-Bromberg, concentró el riesgo en una sola empresa y dejó un contrato sujeto a múltiples interpretaciones (…) El primer gran error fue poner todos los huevos en la misma canasta”. Además, a partir de la formulación de las condiciones del contrato, surgió el segundo error: se adjudicó con base en un criterio simplista como el de los costos de ejecución. Cualquier precio que no vaya acompañado de especificaciones precisas en torno a las tareas por hacer es irrelevante, y abre el espacio para reclamaciones posteriores. Además, el contrato le daba la posibilidad al contratista de elegir las vías y el orden en que iba a intervenirlas, quitándole poder de decisión al Distrito sobre las prioridades en el arreglo de la malla vial. Todo lo anterior implica que el contrato no fue bien concebido como dice Mockus. Es más: según Dinero, “la redacción del contrato generó vacíos e inconvenientes como el manejo y precio de las multas por incumplimiento, dejando abierta la posibilidad de que el contratista e interventor decidieran el precio cuando hubiera dudas sobre el tipo de intervención”. El contrato fue tan mal elaborado que ni siquiera se buscó la intervención de una banca de inversión con experiencia, que ayudara al diseño del acuerdo. Tampoco se fijaron condiciones contundentes para las pólizas de cumplimiento, lo que concentró los riesgos en las finanzas distritales. Así las cosas, la conciencia de Mockus, de ser honesta, debería recordarle el descalabro monumental del contrato cuya autoría reconoce. De igual forma, sus seguidores deberían ubicar a su candidato en un plano más terrenal y dejar de imaginar a Mockus como un arcángel sin mácula. |