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Paradójicamente, el día anterior al debate presidencial estuve en la ciudad de Arauca, dónde un par de años atrás fui delegada de la Presidencia y tuve a cargo el monitoreo de la situación de Derechos Humanos. Eso coincidió con la época en que el Ministro Santos, "bajaba la guardia" ante el incremento de ejecuciones extrajudiciales, fenómeno que me atrevo a decir, se disparó en Arauca antes que en muchas otras zonas de Colombia. Y yo estuve ahí cerca, enterándome de cómo el mando político de la fuerza militar hacía caso omiso a cada hecho doloroso que día tras día sumaba cientos de muertos, victimas de desplazamiento y niños reclutados.
Durante esa época conté las víctimas. Nombres y apellidos de cada uno de ellos rondaban en mi cabeza y paulatinamente su memoria me ayudó a desentramar marañas sobre la realidad de la violencia en Arauca, en Colombia. En esa cerrera región de la que el gobierno central solo se acuerda por sus regalías petroleras, la dosificada instauración de la institucionalidad, arrastra en cada etapa, primero las pestes y defectos del estado, anticipando así la desconfianza de las gentes en la legalidad para luego gobernárseles y juzgárseles desde esa misma legalidad deslegitimada. En Arauca aprendí mucho, y en particular sobre el impacto que tienen las decisiones -y negligencias- del mando político nacional, que en ese entonces encabezaba Juan Manuel Santos.
Me retire de mi labor pues ya era insostenible desde el punto de vista de mi seguridad personal. Sin embargo guardé en mi corazón el dolor, la esperanza, la rabia y el optimismo de las gentes araucanas (sentimiento que traía fresco al regresar de allá el pasado domingo del debate.) Meses después cuando se destapó a la opinión el escándalo de los falsos positivos en Ocaña, observe que no difería de los hechos ocurridos en Arauca y me di cuenta de cómo era un fenómeno sistemático. Vi al Ministro de Defensa Santos esquivar con cinismo los reclamos por su responsabilidad y hasta decidir el relevo de su cargo -sin mediar verdad y justicia, a varios oficiales de larga carrera en las Fuerzas Militares. Todo ello sin el menor desvelo por su responsabilidad propia. Por eso, al verlo mentir y convencer tan patéticamente en una rueda de prensa, me propuse a mí misma nunca promover que este país fuera gobernado por gentes tan mezquinas y cínicas cómo él.
http://www.caracol.com.co/nota.aspx?id=991825