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Exclamation Colombia: Cinco lenguas al borde de la Muerte Calificación: de 5,00

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En Colombia hay cinco lenguas que están al borde de la muerte: tinigua, nonuya, carijona, pisamira y totoró.

Un experto del ministerio de Cultura, el profesor francés Jon Landaburo, conocedor de lenguas nativas, que aparece en decenas de investigaciones sobre ellas y hasta habla algunas, sostiene que están casi muertas porque las usa apenas un puñado de personas, menos de diez, y demasiado viejas como para pensar que duren mucho tiempo.

De ellas, quizá la más agónica o, tal vez esté muerta ya, es la tinigua. «Ese pueblo, que habitó la Sierra de la Macarena, fue casi exterminado durante la llamada Violencia de los años cuarenta y cincuenta —señala el etnolingüista—. Adelanté una investigación hace quince años y el tinigua tenía apenas un hablante. Era un anciano que no sé si ya haya muerto y la lengua se haya ido con él».

Con esta expresión lapidaria quiere decir que con ella se fue también, en gran medida, la cultura: la forma de vida y de ver el mundo, la cosmogonía, los rituales, las canciones, los refranes, las oraciones a los dioses, las recetas culinarias, las expresiones de saludo y despedida...

La nonuya, lengua de una comunidad situada en la Amazonia, entre Caquetá y Putumayo, tres ancianos la hablaban hace veinte años «cuando fui a grabarles». No obstante, en las nuevas generaciones hay voluntad de recuperarla: los niños están aprendiendo canciones y, en fin, hacen intentos de revitalizarla. «No creo que vuelva, pero algo está pasando».

Y es que el afán por «que vuelva» o al menos por conocerla, más que por hablarla todo el tiempo —que sería ideal—, es un intento por encontrar en ella las raíces de la identidad de un pueblo. Por entender quiénes son, de dónde vienen y por qué actúan de tal o cual manera.

La lengua carijona tiene dos hablantes pasivos en la margen izquierda del río Caquetá, en el alto Vaupés, cerca de Brasil. Hablantes pasivos son personas que la entienden, pero no la hablan.

La pisamira, de una comunidad de Vaupés, cuenta con unos diez o quince hablantes, y la «totoró, del Cauca, tiene unos 20, aunque sé que están haciendo un esfuerzo grande por recuperarla», dice Landaburo.

Y es cierto. Los esfuerzos han dado tan buenos resultados que la cifra de hablantes que maneja el experto ha sido superada con creces. El profesor Ernest Angucho, perteneciente a esa comunidad, viajó a Bogotá para contar el jueves 18 de marzo, en el seminario internacional Avances en la Protección de Lenguas Minoritarias en Cataluña y Colombia, que «ya tenemos entre 100 y 150 hablantes activos y entre 800 y 1.000 hablantes pasivos». Él hace parte del primer grupo: lo habla y lo entiende. «La nuestra se consideraba una lengua muerta me cuenta por teléfono mientras desayuna en un hotel de Bogotá—, pero hemos recuperado tal cantidad de hablantes en un proceso constante de veinte años». El totoró es una asignatura en las escuelas, «gracias a la Ley 397 de 1997, la cual ahora se fortalecerá con la Ley de Lenguas, la 1381 de 2010».

Porque esta Ley, del 26 de enero pasado, dice:

«Título I, Artículo 2: (...) el Estado (...) promoverá la preservación, la salvaguarda y el fortalecimiento de las lenguas nativas, mediante la adopción, financiación y realización de programas específicos».

Otra lengua en serio peligro de extinción es el palenquero. La de los negros del Palenque de San Basilio. «Está en situación delicada —dice Landaburo—. La habla menos del 50 por ciento».

Por su parte, Manuel Pérez Salinas, palenquero, uno de los organizadores del Festival de Tambores y Expresiones Culturales de Palenque, confirma esta situación, pero advierte que el 50 por ciento que no lo habla, al menos la entiende. La población de Palenque de San Basilio es de unas 3.000 personas, sin contar los que viven en sitios distintos, como Barranquilla y Cartagena, con los cuales puede ascender a 10.000.

«En los colegios apenas dedican dos horas semanales a la lengua palenquera», se lamenta. Y explica que el mayor déficit está en los niños: «ellos son muy seguidores de la televisión y en ésta no hay un canal en lengua propia; sólo en español».

Emberañol, tuleñol...

El etnolingüista Manipiniktikinya, de la comunidad tule, a quien un profesor de su infancia bautizó Abadio Green para evitar dificultades, también nos habla de la situación de las lenguas nativas en Antioquia. Dicho sea de paso, su nombre original, que en español quiere decir «El nacimiento de la planta nueva», hubiera tenido que ser respetado por aquel profesor, si la Ley de Lenguas hubiera existido en esos tiempos.

«Título II, Artículo 6º: los nombres y apellidos de personas provenientes de la lengua y de la tradición cultural usados por los hablantes de lenguas nativas, y más generalmente por los integrantes de pueblos y comunidades donde se hablen estas lenguas, podrán ser reconocidos para efectos públicos».

Más bien le hubiera dicho, como sus paisanos: Pinikti, una abreviatura de su nombre.

En cuanto al tema de las lenguas en Antioquia, el académico comienza por decir que en el departamento hay unas 25.000 personas indígenas. Y que, aparte del español, se hablan dos lenguas nativas: el embera —con sus variantes chamí, katío y dobidá— y tule o kuna.

Entre los embera hay unas 13.000 personas. De ellas, la mayor parte son de la familia embera katío o eyavida; es decir, de montaña. De las tres familias, en el aspecto lingüístico, la chamí está en grave situación. «Ellos mismos dicen que hablan emberañol», anota el lingüista tule. Se trata de habitantes del suroeste antioqueño, Jardín, Valparaíso, Támesis y Pueblo Rico. Esta tragedia, la de debilitar su lengua, la deben a estar metidos entre grandes comunidades de cultura paisa. En la emisora, Chamí Estéreo, 90.3 FM, del resguardo Carmatarrúa (Cristianía), una de las 26 emisoras indígenas de Colombia, moderna y tecnificada, emiten programas en lengua, los de los comités de salud, deporte, educación y cultura, y demás, pero la mayor parte del tiempo emiten reggaetón y música campesina. Y no es que deban permanecer herméticas al mundo. No. Pero «sí deberían sacarle partido para fortalecer su lengua, su pensamiento y su cultura», comenta Abadio Green, quien menciona que en Apartadó hay otra emisora indígena con la que sucede lo mismo.

«Los embera chamí del Suroeste deberían aprovechar que los embera chamí de Risaralda tienen una lengua fuerte, para aprender de ellos», sugiere el lingüista antioqueño.

Sin embargo, los tule no pueden estar tranquilos. Otro miembro de esta comunidad, el enfermero Olotinalikinia («El tiburón de oro que vive en el agua adherido a la Naturaleza»), a quien en la vida privada llaman Olo y en la pública Iván Meléndez, señala que ya existe el tuleñol. Sobre todo entre los niños y los jóvenes. Este integrante del consejo directivo de la Organización Indígena de Antioquia, OIA, dice, por ejemplo: «los niños tule no aprenden en la escuela a contar en lengua tule sino en español».

En este punto entra a terciar Guzmán Cáizamo, un integrante de la OIA encargado de la educación. Señala que a muchos padres de familia no les gusta mandar a los niños a la escuela étnica, a la de la comunidad, donde enseñan la propia cultura y la lengua, sino a la escuela convencional, la de la comunidad dominante, que no les fortalece su identidad. «Esos padres creen que estudiar la propia lengua es un atraso y que estudiar español y matemáticas es civilizado», dice Guzmán, con lo cual deja ver que el colonialismo todavía es muy fuerte.

El caso sin remedio en Antioquia es el de los indígenas Senúes. Hay algunos en Urabá, aunque habitan mayoritariamente en los departamentos de Córdoba y Sucre. Hace tiempos que no quedan hablantes. «Fuimos a Europa y buscamos una gramática de esa lengua —comenta Abadio Green— y no la hay». Apenas queda algo de la toponimia: Mompox, Sotavento, Chinú, Sinú, entre otras palabras.

Cuatro moribundas, tres vitales

Nonuya:
Mi mamá: jo'juño
Noche: ni'd'u'u
Agua: un'uvi
Sol: miña

Carijona:
Hijo: muchu
Mujer: nocha
Mi corazón: yeremorü
Mentira: wano

Totoró:
Soñador: piaktipik
Bonito: maitik
Buscaflores: olapik
Quién anda por el camino: maiju
Embera chamí:
Bello: miapitakidí
Cómo está usted: sakakidí
Emberá dobidá (de río):
Hola: mera
Sol: umandau
Luna: jedeko
Agua: bania
Mamá: papa

Tule o Kuna:
Sol: T atkua
Luna: Ni
Agua: ti
Río: tigual
Quebrada: tian
Semana: itogüense
Palenquera:
Sol: Só
Mamá: máe
Agua : agua
Rebelión: botrokolo
Tambor: kitakanatule

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