El cardenal Darío Castrillón fue presidente de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei hasta el 8 de julio de 2009.
En charla con Maria Isabel Rueda, explica cómo van sus conversaciones con esa guerrilla.
Monseñor, esta semana se produjo por fin la liberación de dos de los soldados secuestrados por las Farc, pero aún quedan 21 soldados y policías privados de la libertad. Un comentario suyo...
Quiero ver la parte de bondad que hay siempre en el corazón humano y quiero interpretar esas liberaciones desde ese punto de vista. Es una manifestación positiva de la cual me alegro profundamente como cristiano, como Cardenal y como colombiano.
¿Por qué cree que, ante el repudio que genera el secuestro, no los liberan a todos?
Acompaño a quienes siguen en el dolor del cautiverio. Pero ellos, al ver estas liberaciones, tendrán una luz de esperanza. Todos los colombianos pensantes sabemos que en Colombia vivimos una guerra, muy parecida a una guerra civil, en el sentido de que un grupo de la población tiene unos anhelos distintos de los anhelos del otro grupo de la población. No entro a hacer la cualificación de tipo moral de esos anhelos. Ya la Iglesia se ha pronunciado para decir que no estamos de acuerdo con la violencia como camino para obtener determinados cambios. Hay que abrir los espacios de tipo político, por los que se puede llegar a conseguir lo mismo que se busca por los caminos que producen tanto dolor y tanta angustia como el secuestro.
Entiendo sus palabras en el marco de su misión pastoral, generosa y amplia. Pero créame que para la mayoría de colombianos aquí no hay una guerra civil. Aquí hay un pequeño pero poderoso grupo alzado en armas que está matando, secuestrando y que hace rato perdió su rumbo en el narcotráfico. ¿Allá en El Vaticano ven a las Farc como las vemos los colombianos?
Evidentemente la posición oficial de la Iglesia es siempre contraria a este tipo de actividades. Pero yo no caigo en la actitud simplista de meter a todo el mundo en el mismo paquete, porque hay personas que no están en narcotráfico aunque sí en violencia. He estado en campamentos, en sitios de combate, y conozco personas que están ahí pero que no comparten esos vínculos de la guerrilla con el narcotráfico. Yo tengo fotografías en el monte (en estos días encontré una en la que está Alfonso Cano, Antequera y otros a quienes no reconozco ya.
Desgraciadamente no le puse la fecha, pero esa foto debe tener unos diez y ocho años). Así que es un largo camino en el que ha habido de todo. Buenas intenciones de ayudar al pueblo por caminos que yo personalmente no he aceptado. En esto no me aparto ni un milímetro de lo que piensa la Conferencia Episcopal colombiana que ha seguido tan de cerca el proceso y de mis hermanos obispos en Colombia que han estado como yo mismo en contactos directos y en acciones buscando la paz.
¿Es peor que las Farc, además de violentas, sean narcotraficantes?
Naturalmente es peor lo segundo. No podemos ser hipócritas en esto. Ha habido gentes de raigambre noble en Colombia que se volvieron narcotraficantes. Ha habido familias reconocidas como distinguidas que entraron a beneficiarse de uno u otro modo del narcotráfico. Con venta de propiedades o participación en negocios. Todos sabemos, como me decía un coronel cuando yo estaba en Bucaramanga, que muchas personas de las Fuerzas Armadas desafortunadamente también se dejaron llevar. Me acuerdo como si fuera hoy mismo que ese coronel me decía: por favor monseñor, pídale al ministro que no mande nuestro batallón al norte de la Costa porque vamos a correr el riesgo de que también los nuestros se contaminen. Cuando encontraron en el morral de cada soldado millones, hizo el ejercito una acción relámpago para purificar, pero desafortunadamente, eso me lo dijo el coronel, hasta oficiales volvieron después a esa zona como narcotraficantes. Ha habido gente que se ha pervertido con el narcotráfico en el Ejército, en la Policía, en los cuerpos de defensa personal de los narcotraficantes y de otras personas, y en los delincuentes comunes.
Naturalmente que la decisión de entrar al narcotráfico es de la cúpula de las Farc y no de sus militantes rasos...
Pero no podemos decir que absolutamente toda la guerrilla está en el narcotráfico. Se de algún grupo que quería excluir todo lo que tuviera que ver con estupefacientes, droga, coca. Y me decía un comandante: tenemos un problema muy grave, porque los campesinos que están con nosotros son los más infelices porque no pueden tener cultivos de droga. Pero hablando acá con personas de alto nivel les decía yo que no es realista pensar en sustituir droga por yuca. Creo que tenemos que ser muy claros para ser justos. Evitar generalizaciones que no solo son peligrosas sino odiosas y dañinas.
Desde ese punto de vista, ¿usted no está de acuerdo con denominar nacional e internacionalmente narcoterroristas a las Farc?
No estoy de acuerdo. Esto lo he dicho en círculos muy elevados aquí en Europa, porque me parece que es un simplismo que hace daño. Pero no excluye la afirmación de que sí es mucha la gente que está metida plenamente en el narcotráfico, y no solo proveniente de la guerrilla. Y en ese caso también se puede llamar delincuentes comunes a los países que abren sus puertas de una manera hipócrita al mercado de la droga.