Señalan a las Farc de usar un niño para atacar a policías con una bomba
Al menor se le estalló el explosivo en las manos cuando salió huyendo de las autoridades. El hecho se presentó en el Charco, Nariño.
El pasado jueves, a las 3:35 de la tarde, un menor, que fue utilizado como correo bomba, se dirigió hacia la estación de Policía del municipio de El Charco, ubicado en la costa pacífica de Nariño, a tres horas en lancha desde Tumaco.
"Aparentemente, el menor se dirigía a la estación de Policía. Cuando fue requerido por uno de los agentes para una requisa emprendió la huida y el artefacto explotó y le causó la muerte de manera instantánea", contó el secretario de Gobierno de Nariño, Fabio Trujillo.
El cuerpo del niño, que acababa de salir de clases y que tenía puesto su uniforme, quedó destrozado y apenas se le reconocían las piernas.
La explosión del artefacto les causó, además, heridas muy leves al comandante de la estación, teniente Jorge Ramírez, y al patrullero Alexánder Lasso.
Igualmente, la onda explosiva alcanzó a generar daños parciales en cinco viviendas aledañas al puesto de Policía.
Se cree que la carga fue activada a control remoto.
Ayer, el ministro del Interior, Fabio Valencia, ofreció una recompensa de 100 millones de pesos para quien suministre información sobre los autores materiales e intelectuales que utilizaron al niño como correo humano.
Tenía 13 años y residía en el barrio San José de El Charco. Cursaba noveno grado en la Institución Educativa San Juan Bautista.
"Nosotros conocemos que el niño fue engañado: no tenía conocimiento de lo que estaba llevando. Fue utilizado como persona bomba porque activaron el artefacto cuando se acercaba a la estación policial", dijo el subcomandante del Departamento de la Policía en Nariño, coronel Ignacio Fajardo Robles.
"Es un hecho repudiable porque se utiliza a un menor de edad para que, mediante el engaño, movilice un artefacto explosivo", dijo el comandante de la misma institución, coronel William Montezuma López.
La pequeña víctima tenía 13 hermanos; ocho de ellos aún viven en El Charco. En el municipio lo conocían como 'el Ñato' y era famoso por hacer mandados; así se ganaba unos pesitos. Su familia es muy pobre y se tuvo que recurrir a la colecta pública para poder sepultarlo.