"Yo no soy de guiños", así ha dicho hoy el presidente Álvaro uribe ante la pregunta de si iba a respaldar la candidatura de alguno de los candidatos de la coalición para las elecciones presidenciales. Esta frase, sin duda, será lapidaria para los candidatos y precandidatos de la coalición de la derecha, pero en especial para dos de ellos: Juan Manuel Santos y Andrés Felipe Arias, quienes se han proclamado a sí mismos los herederos del uribismo y de las políticas del presidente Uribe.
Esto, además, significará posiblemente que tanto Santos como Arias, Vargas y los precandidatos derechistas, así como también los demás candidatos, deberán empezar a mostrar propuestas que puedan acaparar esos votos, cuya cantidad no debe ser nada despreciable, teniendo en cuenta la alta aceptación de Uribe y la alta intención de voto que registraba con él como virtual candidato.
Pero, ¿realmente era necesario el guiño? En recientes campañas electorales hay casos ambiguos, por ejemplo en Uruguay, Tabaré Vázquez mostró su incondicional apoyo al hoy nuevo presidente José Mujica, lo cual le permitió alcanzar un gran electorado; caso contrario sucedió en Chile, donde el espaldarazo de la presidenta Bachelet no fe suficiente para Eduardo Frei, quien fue derrotado por Sebastián Piñera en enero, aunque por muy poco margen. Quizá para algunos candidatos este espaldarazo o bendición era necesaria, porque podría catapultarlo en las encuestas. Finalmente, el guiño no se dió, y esto obligará a los candidatos oficialistas a buscar electorado, lo cual resulta positivo en general, porque hará que la contienda electoral sea muy pareja entre todos los candidatos.
Será una contienda muy interesante, quizá la más interesante en los últimos años.