Por: Aurelio Suárez Montoya, Bogotá 02 de marzo de 2010.

Luego del fallo de la Corte sobre la inexequibilidad del proyecto de Referendo para reformar el artículo 197 de la Constitución, que permitiría otra candidatura presidencial de Álvaro Uribe y su eventual tercer periodo, es conveniente hacer un recuento de los hechos y extraer las lecciones que de ellos se derivan.


Recopilar los argumentos, silogismos y sofismas, esgrimidos en el transcurso facilita denunciar a quienes engañaron a la opinión y también elevar a quienes defendieron la consistencia en las normas que rigen el orden vigente y enfrentaron al Frankestein que Valencia Cossio y sus conmilitones encubrieron como inofensiva modificación -por vez consecutiva- de un “articulito” ahora a la sombra del “constituyente primario”.


Cuando la Corte habla de “una cadena de irregularidades”, con eslabones tanto en el “trámite de la iniciativa legislativa ciudadana” como en el “procedimiento legislativo”, puede desprenderse que el proceso fue un iter críminis, deliberado, que tuvo siempre los mismos autores intelectuales y, a cada paso, distintos agentes materiales.


¿No fue el inicio del plan ilegal la conformación de Colombia Primero que manejó “la contabilidad” y “los fondos” y de la que el Comité Promotor apenas fue un satélite? ¿No fue este montaje una marrullería para eludir topes a gastos y a contribuciones? ¿Qué decir de la aplicación de la “aplanadora” uribista en la Cámara a sabiendas que no contaba con la “certificación del Registrador” y sobre lo cual la Corte aseveró que “inhibe la iniciación del trámite legislativo”? ¿Fue acto casual cambiar la pregunta, que trasladaba para 2010 lo que las firmas recolectadas recababan para 2014? ¿Fue pieza del libreto citar, entre gallos y medianoche, sesiones extras para la aprobación en la Cámara sin la publicación del decreto correspondiente en el Diario Oficial? ¿Quién incentivó a los voltearepas de Cambio Radical para votar en contra de las directivas internas? Sin hacer un resumen más exhaustivo de la “cadena” de vicios, es fácil razonar que tras la calculada operación hubo un cerebro gris experto en transgredir la Ley.


A contramano, existió un hombre que ponía en evidencia, uno por uno, los desaguisados y cuya labor fue clave para descubrir la sucesión espuria del trámite: Germán Navas Talero. Su sabiduría no fue sólo jurídica, fue, ante todo, política. Navas había calado de tiempo atrás las esencias del uribismo, desde que denunció la yidis-política. Se valió quizás de su largo trasegar por el Derecho Penal y, por esto, a Navas no es suficiente reconocerle su meritoria gestión, desde luego, votando por él para la Cámara por Bogotá; el país lo pondrá tarde o temprano en sitial privilegiado entre auténticos defensores de la democracia. ¡Aún hay a quién creerle!