Por: Francisco Valderrama Mutis, Bogotá, febrero 7 de 2010
Cada vez que el gobierno de Uribe toma decisiones de fondo sobre algún tema se repite el sainete que ahora estamos viendo con la reforma de la salud. El Ministro crea un equipo de asesores y bajo la sombrilla de la emergencia social expide con la firma de Uribe una tanda de decretos ley, guiados en lo fundamental por un fundamentalismo neoliberal a ultranza, pero cuando se desgaja el aguacero de críticas contra lo absurdo y criminal de las medidas, entonces el mismo Uribe encarna el personaje de mediador y conciliador, dejando caer una que otra vaciada pública sobre el Ministro y los respectivos asesores.
Asesores, que ahora lo sabemos, están vinculados estrechamente a las aseguradoras-EPS de la salud y que redactaron los decretos, que el Ministro de la “desprotección social” ha salido a defender a capa y espada, como en el pasado defendió las inconsistencias de la famosa Pila. Mientras esto hace el Ministro, actuando como el policía malo de las películas, Uribe hace esfuerzos por hacerle creer al pueblo colombiano que la intención de las medidas no es lo que establecen las mismas. Y cita reuniones con algunos de los sectores damnificados desgañitándose para hacernos creer la falacia de que lo establecido en los decretos con fuerza de ley puede ser eliminado en la reglamentación de los mismos sin modificarlos.
Las medidas contra la autonomía de los médicos y a favor de las ganancias escandalosas de las aseguradoras santificando como criterio supremo el famoso “costo-beneficio”; las que establecen la pena de muerte contra los que padecen enfermedades catastróficas, condenados a convertir sus hogares en ámbitos de dolor e impotencia; las limitaciones al POS, circunscrito a las “atenciones de baja complejidad”; todas estas medidas atentatorias contra el derecho fundamental a la salud de los colombianos quedarán vivas y pendientes como espada de Damocles sobre la cabeza de los colombianos, a menos que la movilización masiva de todos los sectores logre que los decretos sean derogados.
Tendremos pues que acompañar con mayor vigor y extensión las manifestaciones contra estas medidas. El éxito de la movilización espontánea del sábado pasado, citada a través de las redes sociales y sin el concurso de los medios de comunicación, atontados buena parte de ellos por la zanahoria de la licitación del tercer canal de televisión y por la creencia de que Uribe seguirá en el poder, nos demuestra que si nos esforzamos todos podremos convertir la protesta citada por Fecode para el próximo 18 de febrero en una estocada contra la profundización de la reforma neoliberal de la salud.
El sainete uribista siempre termina con el Mesías echando reversa en algunos aspectos menores y el respectivo Ministro atornillado al puesto, como si nada hubiera pasado. Por eso no nos declaremos satisfechos hasta no conseguir la derogación de los decretos.