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Antiguo 12-02-2010 , 10:43:34   #2
chido666
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Predeterminado Respuesta: La obsesión enfermiza por mi tía Lucia

Procuraba jugar con José, en un lugar donde pudiera observar a mi tía, un lugar que sabía que ella frecuentaba. Me quedaba embelezado observando su redondo y parado trasero como se movía al caminar de un lugar a otro. Varias veces me descubrió como le miraba el culo con cara de pendejo, y mi tía solo sonreía y me guiñaba un ojo.

Poco a poco me fue obsesionando el cuerpo de mi hermosa tía. Siempre andábamos alrededor de ella, no nos le despegábamos para nada, tratando de observar su ropa interior, cuando se sentaba y distraída abría las piernas, cuando subía las escaleras, o cuando se agachaba a recoger algo, sus vestidos siempre eran de seda, arriba de la rodilla, por lo que la mayoría de las veces, lográbamos nuestro objetivo.

A ella le divertía, la forma en que la acosábamos. Un día mientras subía a una escalera en la biblioteca para alcanzar los libros que estaban en la parte superior. José y yo nos aprestamos a sujetar la escalera para que no se moviera y contemplamos embelezados sus calzones metidos entre sus hermosas nalgas. Ella mirando hacia abajo, hacia donde nos encontrábamos, nos dijo sonriendo: “se les van a voltear los ojos, por ver cosas que no deben”.

Un día estábamos jugando José y yo. Estábamos en la sala.

-Hola ¿A que juegan? –Dijo mi tía con su sensual voz-.

-Al Yenca, tía. –Le conteste-. ¿Quieres jugar?

-Bueno, solo un juego.

Para llegar de la sala al comedor hay que subir dos escalones. Nosotros estábamos jugando cerca de allí. Mi tía se sentó en uno de los escalones, mientras nosotros estábamos en el suelo, ella vestía uno de sus vestidos de seda, de tirantes. Al sentarse, casi estaba en la posición de en cuclillas, sus largas piernas se abrieron un poco y nos enseño los calzones completamente.
Pareció no darse cuenta que desde el Angulo donde nos encontrábamos le veíamos completamente todo. Observé como José se puso rojo, y no le quitaba la vista de la entre pierna. Cuando mi tía le tocaba mover, abría todavía más sus hermosas piernas.
Al mover nosotros, nos acercábamos más, y quedábamos a escasos centímetros de su panocha, podía ver claramente una parte de la raya de sus nalgas que descansaba en el escalón, con el calzón negro incrustado entre ellas, de su panocha escapaban del calzón tres pelitos del lado izquierdo y dos del derecho. José se empezó a sobar la verga, sobre el pantalón. Le hice señas de que no lo hiciera, pero le valió madres, mi tía al parecer no se daba cuenta de nada, hasta que lo vio, le dedico una mirada en dirección de la verga de José, luego miro mi cara roja de vergüenza y excitación, miro hacia mi verga y se sonrió.

-Bueno niños, ya me tengo que ir. Sigan jugando ustedes. –dijo mi tía y se fue-.

La seguimos con la mirada viendo como sus bellas nalgas se movían cadenciosamente al caminar.

-Paco, tu tía Lucia, esta bien buena, que rico se le veían los calzones metidos entre sus nalgotas y con unos pelitos afuera.

-¡Eh! No te pases que es mi tía.

-¡Ya! Crees que no te he visto como le miras los calzones cuando se agacha o cuando esta sentada con las patas abiertas.

-No es cierto.

-¡Si lo es!… No tiene nada de malo, si yo tuviera una tía así de buena, también querría cogérmela… Nos vemos al rato, voy a hacerme una puñeta a favor de tu tía.

Cuando salió José. Noté que mi tía me había dejado la verga bien parada. Ya me la había jalado varias veces antes pero nunca me había salido semen. Esta vez, estaba bien caliente, me ardía la cara de excitación. Yo también me la jalaría a favor de mi tía Lucía.

Entré al baño, levanté la tapa de la taza, la tenia muy parada, empecé a masturbarme lentamente, imaginando como recorría centímetro a centímetro cada trozo de su piel, como me detenía a mamar sus chichotas, como lambía su rica panocha y como le reventaba con mi verga su precioso culito. Sentí un cosquilleo delicioso que hizo estremecer todo mi cuerpo, mi mano subía y bajaba a una velocidad vertiginosa y la punta de mi verga escupió varios chorros de esperma, mis ojos se abrieron asustados, no podía controlar la descarga de semen, y temí por unos segundos que no pudieran detenerse jamás, los trallazos que aventaba, algunos cayeron dentro de la taza, pero otros cayeron afuera, manchándolo todo. Por fin, después de un tiempo que se me hizo eterno, mi verga dejo de escupir leche, hasta que salio la última gota, mis piernas me temblaban, sentía la cara caliente, mi corazón latía apresuradamente como queriendo salirse de mi pecho. Limpie todo lo mejor que pude y me fui a dormir la siesta.

Mi tía se bañaba hasta cuatro veces en el día. Tenía una obsesión por la limpieza. Y ahí estaba yo, haciéndole platica de cualquier cosa, cuando sabía que se iba a bañar, al entrar al baño, yo seguía buscándole platica y hablábamos, ella dentro del baño y yo afuera, esperaba a que saliera y lo hacia con una toalla enrollada en su cabeza y su cuerpazo envuelto en otra toalla, como se la amarrada en la parte del frente cerca de sus chichotas, de largo solo alcanzaba a cubrirle el trasero y la panocha, dejando al descubierto sus poderosas piernas que se asemejaban a las piernas de las deportistas de atletismo, pero blancas, de piel suave, y largas, que gustoso me comería a besos. A veces, si tenía suerte, se alcanzaba a ver la parte inferior de sus preciosas nalgotas.
Como no me retiraba y ella no me corría, la forzaba a que se cambiara delante de mí. Observaba como levantaba su torneada pierna para introducir su pie en los diminutos calzones que usaba, y luego como levantaba la otra pierna, yo intentando ver entre ellas si alcanzaba a vislumbrar su rajita. Después cadenciosamente iba subiendo poco a poco el calzón y la toalla, y me iba enseñando pequeñas partes de sus blancas piernas, se colocaba el calzón y volvía a bajar la toalla, me daba la espalda, esa espalda divina, hermosa que besaría incansablemente, y se colocaba el sujetador, como el más hábil de los magos se vestía y yo sin poder ver absolutamente nada.

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