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Kaffeetrinker 2 La obsesión enfermiza por mi tía Lucia Calificación: de 5,00

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La obsesión enfermiza por mi tía Lucia y la obscura historia de su matrimonio.

No recuerdo cuantos años tenía cuando se me empezó a parar la verga, pero lo que si recuerdo es que fue viendo a mi adorada tía Lucia, esposa de mi tío Fernando, hermano de mi madre. Me fascinaba ver como se le movían las nalgotas cuando caminaba, o verle sus tremendos melones a través del escote.

Mi tía es una mujer muy hermosa, alta, de ojos verdes muy grandes; nariz pequeña y respingada; boca pequeña pero labios gruesos; el tamaño de sus tetas es más o menos normal, un poco grandes diría yo, con unos pezones largos suaves y gordos, tiene las tetas bien paraditas; tiene cintura esbelta y abdomen plano; tiene unas piernotas largas y torneadas, muy hermosas, y unos pies divinos. Al verla por prima vez te llaman la atención dos cosas: la primera, es indudablemente, sus enormes y hermosas nalgas, redondas y paradas; la segunda, es su cara, es muy bella, parece modelo de revista.

Desnuda parece una diosa, de hermosos contrastes, su cabello sedoso y liso, pintado de color platinado que cae más allá de sus hombros, su piel blanca aperlada, suave y hermosa contrasta con el color negro azabache de su divino triangulo de pelitos que se forman en la parte superior de su panochita

Mis tíos tienen una casa grandísima en las afueras de la ciudad, con alberca y grandes terrenos llenos de árboles. Cuando salía de vacaciones de la escuela, mi tío venía por mí para que pasara una temporada con ellos, nos divertíamos mucho y me entristecía cuando se terminaban las vacaciones y tenía que volver a casa y a la escuela.

Ellos no tenían hijos, no podían, al parecer por un accidente muy fuerte que tuvieron hace años. Yo era su sobrino preferido, me querían como a un hijo. Cuando terminé la primaria, convencieron a mis padres para llevarme a vivir con ellos, porque me iban a pagar una escuela privada que estaba ubicada cerca de la casa de mis tíos. Mis padres podrían visitarme cuando quisieran.

En la casa, al lado de la de mis tíos, vivía la servidumbre, Tomaza, la sirvienta, la madre de José, Felipe y Pancho los cuales eran mayores que yo por uno, cuatro y siete años respectivamente.; y el hermano de su madre, Tobías, hacia años que había enviudado y el cual tendría unos cincuenta y tantos años.

Empecé a observar lo buena que estaba mi tía. Le gustaba vestir en diminutos shorts los cuales se le metían en el culo y enseñaba parte de los cachetes de sus nalgas, y blusas cortas arriba del ombligo, cuando pensaba salir, se ponía vestidos de tirantes, de seda, sueltos y que caían sensualmente, resaltando su hermosa figura, de largo, le llegaban arriba de la rodilla; cuando nadaba, sus bikinis eran realmente pequeños, casi andaba con todas las nalgas al aire, por delante solo lo necesario para tapar su chochito pero al estar mojado, se le transparentaban los pelitos de su panochita, y alguno se escapaba por los laterales. Mi tía siempre vistió así, hubiera visitas o no, ya que nos visitaban con frecuencia el Dr. Gutiérrez, médico de la familia y su esposa, El Lic. Lombardo, abogado al servicio de mi tío y su familia, y el Ing. Mauricio Romero, Socio de mi tío.

Cuando teníamos visita y mi tía se paseaba por los asadores o nadaba en la alberca, todas las miradas seguían el movimiento de sus enormes nalgas discretamente, las mujeres la miraban con envidia y celos, pellizcando a sus maridos cuando descubrían que estos la observaban. A mí pocas veces me dejaban estar con ellos, cuando había visitas.

Cuando podía ver con detalle las suculentas nalgas de mi querida tía Lucía, era cuando no había visitas. Los que tampoco le quitaban el ojo, eran los hermanos y el tío de José, que no se le despegaban, siempre atentos a llevarle alguna bebida, a veces era Pancho otras veces era Felipe el afortunado de ponerle crema en su hermoso cuerpo, observaba como le acariciaban las nalgas cuando se la extendían por todo el cuerpo, el masaje podía durar hasta media hora. Se les notaba una tremenda erección en su traje de baño la cual no intentaban disimular, al contrario, la exhibían orgullosos delante de mi tía Lucia, la cual les miraba discretamente.

En las noches, una hora antes de dormir, se duchaba, se perfumaba y se ponía una diminuta bata que solo le tapaba las enormes nalgotas que tiene, pero totalmente transparente, sin sujetador y tan solo con un diminuto bikini o a veces sin nada de ropa interior. Yo me ponía rojo como un tomate, porque quería verla detenidamente y por largas horas sus nalgotas preciosas, su panochota rica, y sus suntuosas tetonas, pero por lo regular siempre estaba mi tío presente, así que solo me conformaba con verla de reojo.

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