Antes de llegar a la presidencia de Suráfrica, el ganador del Premio Nobel de Paz duró 27 años en prisión.


Lea esta interesante historia de periodista que acompañó a Mandela en sus primeros días de libertad.

Manejando rápido con Nelson Mandela
Había un requisito esencial para los periodistas que cubrían a Nelson Mandela en los días febriles y caóticos que siguieron a su liberación tras 27 años en prisiones sudafricanas. Un auto rápido.
Desde el día en que Mandela fue liberado de una granja penitenciaria cerca de Ciudad del Cabo, el 11 de febrero de 1990, los convoys que lo transportaban por el país viajaban a una velocidad suicida, haciendo extremadamente difícil y casi siempre ilegal mantenerse al ritmo.
Como un sudafricano blanco, yo siempre comparé la velocidad a la que el convoy de Mandela viajaba con su deseo de traer la reconciliación rápidamente a un país racialmente dividido.
Cuando salió libre de la prisión Victor Verster en la región vitivinícola de Sudáfrica, Mandela fue llevado rápidamente en el pequeño automóvil japonés de su abogado, que colisionó con un microbus mientras cientos de partidarios rodeaban el vehículo.
Jamás pensé que los pequeños autos japoneses podían alcanzar las velocidades a las que viajamos a Ciudad del Cabo cuando Mandela se aprontaba para dirigirse a miles de partidarios.
En el camino, al menos tres vehículos que llevaban equipos de televisión chocaron. Los reporteros dejaron los coches averiados en medio de la autopista para viajar junto a otros periodistas, mientras miles de personas se alineaban en el camino hacia Ciudad del Cabo.
Mandela se dirigió a la manifestación política en Ciudad del Cabo, pero leyó su discurso con lentes que pidió prestados a su entonces esposa Winnie. Había dejado los suyos en prisión.
Frente a la histórica elección multirracial de Sudáfrica que llevó a Mandela a convertirse en el primer líder negro del país en mayo de 1994, sus choferes aceleraron el paso, a menudo alcanzando velocidades por encima de los 200 kilómetros por hora, mientras cruzaba el país haciendo campaña por su partido Congreso Nacional Africano (CNA).
Jamás recibí una multa por exceso de velocidad mientras perseguía a Mandela, pero siempre me consideré afortunado de haber cubierto su liberación, el día en que votó por primera vez y los primeros años de su presidencia.
Encanto y humor
Más que ninguna otra cosa, el encanto, presencia, humor y preocupación genuina de Mandela por sus compatriotas hizo que cada reporte que lo involucraba se convirtiera en algo fuera de lo común.
Al finalizar su primera conferencia de prensa como un hombre libre, Mandela fue aplaudido de forma espontánea por decenas de periodistas presentes: algo que desde entonces jamás he visto en un grupo de colegas.
En reuniones informativas para corresponsales extranjeros, Mandela usualmente encantaba a periodistas cínicos a tal punto que a menudo nos quejábamos más tarde de estar demasiado sobrecogidos para hacer preguntas sagaces e incisivas.
Habría sido impensable para cualquiera, excepto para Mandela, realizar un almuerzo para las esposas de políticos como lo hizo él en 1995. Entre ellas estuvo Nontsikelelo Biko, cuyo esposo, Steve Biko, murió en detención policial en 1977 y Tienie Vorster, esposa del ex primer ministro John Vorster quien gobernó el país con puño de hierro desde 1966 a 1978.
En el almuerzo la señora Vorster permaneció de pie para ofrecer su asiento a la señora Biko, provocando que Mandela dijera: 'Señora Vorster, por favor siéntese. O seré tan autoritario como su marido'.
La importancia real de su esfuerzo para reconciliar a los sudafricanos de todas las razas tras más de 300 años de dominación blanca, quizás fue realmente reconocido recién después de su retiro.
Pero durante su presidencia, sus esfuerzos de reconciliación volvieron locos a sus guardaespaldas.
La seguridad de Mandela era una gran preocupación en la década de 1990. Las amenazas llegaban desde el lado de la derecha blanca. Una vez se produjo un tiroteo cerca de él y su helicóptero fue apedreado por miembros del Partido de la Libertad Inkatha, con base zulú.
Mandela pedía a menudo a su chofer que se detuviera y luego salía a hablar con sudafricanos comunes, contradiciendo cualquier protocolo de seguridad.
También se abría camino para saludar a periodistas.
A fines de 1992, después de que regresé a Sudáfrica tras un viaje de tres meses al extranjero, tuve que cubrir una conferencia de prensa en los cuarteles centrales del CNA y Mandela pasó junto a mi con sus sus guardias.
Se acercó a mí, me dio la mano y dijo: "¿Cómo estás mi muchacho?". Fue bueno regresar a casa.

JOHANNESBURGO
Reuters
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