Juan siente que su verga es aprisionada por las paredes vaginales que se adhieren a su piel, Doña Leticia disfruta del roce del pene de Juan que como taladro hace espacio entre sus pliegues vaginales
Doña Leticia en realidad era una mujer joven de 36 años, viuda desde hace 5 años y con una hermosa hija de 18 años, se casó de apenas 15 años con un rico hacendado de 42 años, siendo ella hija de otro próspero hacendado, fue entregada en matrimonio, como en una especie de transacción de negocios entre su padre y su difunto marido.
Al enviudar, ella se prometió darle una vida diferente a su hija, darle la oportunidad, que ella no pudo tener, por haberse casado muy joven, apenas Mariela, como se llamaba su hija, culminó su bachillerato, arregló sus negocios en el pueblo donde vivían, traspasó su hacienda a su avaricioso padre, razón de su prematuro matrimonio, para trasladarse a la gran ciudad para que Mariela iniciara estudios en la universidad.
Se instalaron en un hermoso apartamento, no muy grande, pero lo suficiente cómodo para las dos, no pasaron muchos días cuando Marielita comenzó clases en la universidad, no faltando chicos prestos para mostrarle la gran ciudad, uno de ellos fue Juan, un joven de 20 años, trigueño, sin poseer un cuerpo atlético, pero de muy buen ver.
Juan era uno de esos jóvenes universitarios que están siempre a la cacería de una buena presa, en este caso, Mariela era el animal de caza para Juan, la abordó apenas la vio por primera vez, haciendo buenas migas con la joven pueblerina, tanto así, que Marielita no dudó en dejarse acompañar por Juan hasta su casa.
Al llegar ambos jóvenes al apartamento donde vivían Mariela y su madre, Juan quedó deslumbrado ante la hermosa dama que estaba plantada ante la puerta de entrada, a pesar de vestir ropas de doña, Juan podía intuir que debajo de esas fachas había una esbelta figura natural, no moldeada a fuerza de gimnasio, no se equivocaba, Doña Leticia era el tipo de mujer que conservan un cuerpo esbelto, todo bien proporcionado, sin kilos de más o de menos, unos senos, que sin ser muy grandes, eran de muy buenas proporciones y firmes, un culito respingado, piernas firmes como un roble, un color de piel blanca pero no como la leche, pelo castaño claro, ojos café.
Juan no dudó en virar la mira de su escopeta de caza hacia otra presa, pensó que Marielita a pesar de estar como modelo de pasarela, iba a ser una presa más difícil de cazar, debido a la edad, tenía a chicos babeándose por ella como arroz en la universidad, había más competencia, la cacería podía ser a más largo plazo, pero Doña Leticia, de acuerdo a sus antecedentes de soledad, debido a su viudez, como mujer ya conocedora de sexo y careciendo del mismo, consideraba que sería una presa más fácil de cazar. Con el tiempo Juan se convirtió en casi de la familia, el hermano mayor que Marielita siempre soñó tener, el “todero” o siempre útil, el arregla todo, desde colocar un bombillo hasta arreglar el friegaplatos, como estudiaba entre la tarde y la noche era costumbre verlo en las mañanas tomando el café junto a Doña Leticia y Marielita quien estudiaba en las mañanas, siempre dispuesto a componer algún desperfecto en la casa.
Doña Leticia y Juan pronto se convirtieron en confidentes, por supuesto todo ello inducido por el sagaz Juan, quien poco a poco fue ganando la confianza de Doña Leticia, con su picardía de mujeriego lograba sonrojar y a veces excitar a la bella dama, quien sin darse cuenta iba cediendo a las manipulaciones del joven pícaro, Juan con frecuencia le objetaba la forma de vestir, le decía que siendo ella una hermosa mujer con un espectacular cuerpo, que muchas jovencitas le envidiarían, se vestía con esa indumentaria de vieja, Doña Leticia usaba los pantalones holgados al igual que las camisas, las faldas por debajo de las rodillas, colores opacos, grises, negros o marrones.