Por RECALCA.

En el discurso del estado de la Nación, pensado casi exclusivamente para enviar un mensaje de esperanza sobre la recuperación de la economía estadounidense y que cuestionó fuertemente el papel que han jugado los grandes bancos y Wall Street en la crisis, el presidente Barack Obama dedicó 19 palabras a mencionar que va a “reforzar [las] relaciones comerciales” con los países con quienes tiene pendiente un TLC: Corea, Panamá y Colombia. Y lo hizo justamente para indicar que duplicará las exportaciones de Estados Unidos, “porque, cuantos más productos fabriquemos y vendamos a otros países, más puestos de trabajo tendremos aquí”, según lo manifestó el mandatario.

La respuesta del gobierno de Uribe Vélez, obsecuente como ningún otro con la política norteamericana, no se hizo esperar. Con júbilo y regocijo recibió el anuncio de que Estados Unidos tendrá una Iniciativa Nacional de Exportaciones “que ayudará a los agricultores y las pequeñas empresas a aumentar sus exportaciones." Hecho que destaca lo que la mayoría de colombianos conoce: que para Colombia el TLC no es para vender, ¡sino para comprar!

Precisamente a las reiteradas declaraciones de funcionarios colombianos diciendo que la firma del TLC beneficiará a la economía estadounidense, se suma la del mismo Uribe, quien desde el Foro Económico Mundial de Davos reconoció que no espera que el Tratado aumente las exportaciones colombianas, pero sí que envíe una señal positiva a los otros países con quienes espera ratificar un TLC (Canadá, AELC y la Unión Europea), lo que le serviría para encubrir los escándalos que generan sus acciones.

Los esfuerzos realizados por el presidente Uribe para lograr el TLC con EE.UU. no están orientados a beneficiar a la economía colombiana ni a los derechos de su población, sino que buscan privilegiar intereses corporativos transnacionales. El entusiasmo del gobierno no debe confundirnos, sino ponernos en alerta y convocarnos a las acciones de movilización para impedir la ratificación de esos Tratados.