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Antiguo 19-01-2010 , 15:30:38   #5
gatillazo
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gatillazo Es Una Leyenda Vivientegatillazo Es Una Leyenda Vivientegatillazo Es Una Leyenda Vivientegatillazo Es Una Leyenda Vivientegatillazo Es Una Leyenda Vivientegatillazo Es Una Leyenda Vivientegatillazo Es Una Leyenda Vivientegatillazo Es Una Leyenda Vivientegatillazo Es Una Leyenda Vivientegatillazo Es Una Leyenda Vivientegatillazo Es Una Leyenda Viviente
  
Predeterminado Respuesta: Pedro Alonso López, el monstruo de los Andes.

Cita:
Iniciado por karenalga Ver Mensaje
uy parce a esos manes no se les debe justificar nada , antes al contrario ,hay que encerrrlos de por vida , por cierto en peru habia era otro , que se llamaba el monstruo de los cerros , soo que este las violaba y las quemaba vivas
que se sabe de eso???
el monstruo de los cerros

Nunca se supo de quien se trataba. No hubo tampoco miserable a quien culpar. Sólo especulaciones, conjeturas, chismes de tías que tuvieron repercusión en todos los medios nacionales. Era el verano de 1999 y Lima estaba conmocionada por los titulares. El hecho de que los cuerpos fueran desfigurados al extremo de hacer imposible su identificación, empantanaba las labores de la policía. Sin pistas para hacer un identikit, se suponía que se trataba de un hombre agraciado, entre los veiniticinco y treinticinco años, que se valía de su atractivo para abordar a sus víctimas. Los fines de semana, merodeaba como ave de rapiña por los conciertos de música de vernacular; su presa siempre presentaba las mismas características: una mujer joven, mestiza, podía ser una adolescente o una mujer no mayor de veinte años, que no sobrepasase el metro cincuenta de estatura, con los ojos cargados de melancolía. Tras hacerla beber seco y volteado toda la cerveza del mundo, él se encargaba de avivarles el dolor cuando les hacía ver que en la vorágine de la gran ciudad sus almas estaban extraviadas, que sin la fuerza telúrica de la cordillera ellas no valían nada. Vaya uno a saber de qué hipnótico poder se valía, pero ellas salían con él y aceptaban docilmente subir por caminos de difícil acceso, senderos estrechos y tortuosos donde sólo se puede subir a pie y de forma voluntaria. Al llegar a su destino, la muchacha era despojada de sus prendas —las ropas halladas demuestran que no hubo forcejeo alguno— y se quedaba solamente con un calzón de pudorosas magnitudes. Nunca se estableció si el asesino trabajaba solo o formaba parte de una secta. La muchacha se postraba de rodillas y con pesados bloques de piedra, le reventaban la cabeza. Nunca se estableció tampoco cual era el móvil de los brutales asesinatos. Los medios llegaron a contabilizar hasta ocho cadáveres en los cerros de Lurigancho y Carabayllo. La hipótesis más razonable decía que se trataba de sacrificios rituales, una costumbre perdida y pagana, oriunda de algún lugar de los Andes... La prensa bautizó al sanguinario personaje como el "monstruo de los cerros" y su leyenda aterró a los limeños por varias semanas.

Aún hoy, después de diez años, me cuesta creer que el "monstruo de los cerros" no haya existido en realidad, que los peruanos nos dejáramos engañar con las andanzas de un serial-killer de ficción. Lo más alucinante del asunto, es que fue el propio gobierno, en contubernio con los medios de comunicación, quien inventó esta historia, como parte de una estrategia psicosocial a cargo de Sigifredo Luza y Vladimiro Montesinos, aventajados alumnos de Goebbels que decía: "mientras más grande la mentira, más fácil es que la gente lo crea". En la última etapa del Fujimorato, la podredumbre mediática llegó a estos extremos; al Monstruo de los cerros le siguió la boa de cuarenta metros en Maynas, los talk-shows de Laura Bozzo, los cómicos ambulantes, la tecnocumbia, los ampays de Magaly Medina. La televisión de los Winter, los Crousillat, los Schutz, los Vera era una basura, al igual que los periódicos de los Olaya, Wofelson, Calmet. La comunicación buscaba embrutecer al peruano promedio con la finalidad de crear a una persona manipulable.

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mejor tres años de aventura que treinta años cavando mi sepultura
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