El procedimiento, que se lleva a cabo bajo anestesia (no sé si local o general), consiste en taladrar dos pequeños agujeros en el cráneo con un taladro. Después, se pasa un anillo de metal (de oro o de plata) y se deja ahí el anillo por el tiempo que el sujeto lo desee.
¿Felicidad instantánea?
Parte del anillo queda en contacto con las capas (meninges) que cubren el cerebro (la duramadre es la más externa) y según los adeptos a este tipo de “piercing extremo”, un leve movimiento en los extremos del anillo produce un estado de euforia, que es la palabra médica para denominar a la felicidad un poco más allá del límite normal. Así pues, la persona con dicho artefacto en la cabeza podría tener su “dosis” de felicidad en cuanto lo deseara, simplemente manipulando el piercing.
¿Qué puede ir mal?
Bueno, esa capa en especial de las meninges (la duramadre) está llena de vasos. Venas y arterias que atraviesan la superficie y que podrían ser perforadas accidentalmente con el taladro, provocando un sangrado de la parte superficial de la duramadre que recibe el nombre de hemorragia epidural. Además, es fácil que se produzca una infección con un trozo de metal estableciendo una vía de entrada más o menos directa para los microbios, con lo que el paciente podría padecer una meningitis, una encefalitis o una combinación de ambas (meningoencefalitis).
¿El precio?
1,000 dólares.
¿Mi opinión?
Es una soberana estupidez. No vale la pena arriesgar la vida de esta manera. Creo que estas personas han llegado al límite de lo que es legal y cualquier persona que fuera sorprendida llevando a cabo este tipo de intervenciones quirúrgicas (pues lo son) debería ser puesta de inmediato bajo disposición de las autoridades correspondientes por realizar un procedimiento innecesario a sabiendas de las complicaciones que pueden surgir.