Decir “¡que me parta un rayo!” no debió ser sólo una exprersión para Roy Sullivan, un guardia forestal a quien le cayeron, a lo largo de sus 36 años de carrera, 7 rayos.

He aquí la cronología de su “fulminante” carrera.

En 1942, el primer rayo que tocó a Sullivan le arrancó la uña del dedo gordo
En 1969, un segundo rayo le quemó las cejas y lo dejó inconsciente
En 1970, otro rayo le cayó en el hombro
En 1972, un rayo le golpeó en la cabeza e hizo que su cabello se incendiara
El 7 de Agosto de 1973, un rayo atravesó sus sobrero, encendió su cabello (nuevamente), lo arrojó fuera de su camioneta y le hizo saltar un zapato
El 5 de junio de 1976, un sexto rayo le dejó un tobillo en carne viva
El 25 de junio de 1977, el último rayo lo envió al hospital con quemaduras en el pecho y en el estómago
Pero Sullivan no disfrutó sólo de la gloria. A su esposa le cayó un rayo en una ocasión cuando tendía ropa junto con su esposo en el patio trasero (y de paso le robó su octavo rayo).

Roy Sullivan murió el 28 de Septiembre de 1983 a los 71 años cuando por accidente se disparó con una pistola.

Según el sitio de National Geographic, las posibilidades de que a una persona le caiga un rayo en algún momento de su vida es de 1 en 3,000 (En los Estados Unidos). A la séptima potencia es una cantidad enorme (2,187,000,000,000,000,000,000,000). Eso sería algo así como 1 posibilidad entre 2 cuatrillones y 187 mil trillones, si es que hice bien las cuentas.

Dudo que todo lo que aquí se dice sea verdad (ya no está Sullivan para aplicarle un detector de mentiras) , pero no está de más exclamar:

¡Rayos!