“Ineptos e impunes
Por: Juan Carlos Gómez
La ineptitud de un servidor público puede ser tan dañina como la corrupción. Y si ésta es impune, lo es más la ineptitud. Frente a la corrupción el derecho penal prevé delitos como el peculado, la concusión, el cohecho y la celebración indebida de contratos.
En cambio, la ineptitud no es un delito, pero debería serlo dada la investidura de los funcionarios y por todos los recursos que éstos tienen a su alcance para ejercer correcta y oportunamente sus deberes, pese a lo cual tantos se equivocan recurrentemente; así, sin ser delincuentes, son torpes.
No obstante, todos los esfuerzos por contar con un servicio civil eficaz, la carrera administrativa no garantiza que los ineptos no invadan al Estado. La ineptitud es especialmente notoria en los cargos de libre nombramiento y remoción, y obviamente más grave en los de mayor jerarquía.
El Estado es cada vez más enorme y distante, y nadie se siente responsable de procesos cada vez más kafkaianos. Lo sucedido con el registro de tránsito, como con otros tantos temas que perturban al ciudadano, causan pérdidas de miles de millones de pesos y nada pasa por la sencilla razón de que el inepto se escabulle y ni siquiera se configura una falta disciplinaria porque no hubo mala intención o la culpa no es tan grave. Se escudan diciendo que es que las cosas no se dieron, que es que algo falló y nadie responde.
Como lo anota Laurence J. Peter, “no estoy totalmente seguro de si el mundo está conducido por incompetentes que son sinceros, o por pillos que nos toman el pelo”. El mismo autor fue quien formuló el conocido Principio de Peter: dentro de una jerarquía, los individuos tienden a ascender hasta su máximo nivel de incompetencia. Es decir, ascienden exactamente hasta el cargo para el cual no están capacitados. Y cuando llegan a ese nivel les da por contratar estudios, expedir circulares o dar órdenes incomprensibles, inútiles o estúpidas, como el caso —que también reseña Peter— de los reglamentos de vuelo del gobierno canadiense que prohibían que las personas entraran en un avión mientras este estaba en vuelo. Se reciben ejemplos del caso colombiano.”