Un viaje desde la Colombia a España es largo y puede ser aburrido, sobre todo si es durante el invierno español. Nadie viaje allá. Pedro tenía que viajar y no tenía mas alternativa. La primera escala desde Bogotá era Caracas. Todo normal ya que era bastante atractivo poder ver a tierra desde el avión. Pero el tramo sobre el océano ya es más largo y Pedro comienza a aburrirse. Mira hacia adelante, hacia atrás, al lado y no hay nadie con quien entablar una conversación que haga más ameno el viaje. De pronto se da cuenta que en la fila opuesta a él hay un señor leyendo la Biblia por la ventanilla de la izquierda. Pedro aprovecha que la azafata pasa ofreciendo tragos y trata de entablar una conversación:
- Disculpe, amigo, ¿le puedo ofrecer un trago?
- No. Tomé una vez y no me gustó. ¡No lo haré nunca más!
Pedro se hundió en su asiento. Al rato pasa la azafata de vuelta ofreciendo bebidas gaseosas, y Pedro vuelve a su cometido:
- Disculpe, amigo, ¿le puedo ofrecer una gaseosa?
- No. Tomé una vez y no me gustó. ¡No lo haré nunca más!
En aquellos años la gente podía aún fumar en los aviones. Pedro saca un cigarrillo y pregunta:
- Disculpe una vez más amigo, ¿le puedo ofrecer un cigarrillo?
- No. Fumé una vez y no me gustó. ¡No lo haré nunca más!
A estas alturas Pedro se está impacientando con el tipo. De pronto recuerda que tiene un ajedrez magnético. Coloca cuidadosamente las piezas y grita:
- Disculpe amigo, ¿juega usted al ajedrez?
- No. Jugué una vez y no me gustó. No lo haré nunca más. Pero mi hijo, que está allá enfrente, él juega al ajedrez.
A lo que Pedro responde:
- Su hijo......... su único hijo, supongo...