Hay un alto grado de responsabilidad compartida por las FARC que involucran a la población civil infantil infringiendo el Derecho Internacional Humanitario, los Derechos Humanos, la Convención de los Derechos de la Niñez, convirtiendo a los menores en objetivo de sus acciones o en parte de sus estrategias. En objetivo, porque son cada vez más los menores que mueren deliberada o accidentalmente por acción de estos grupos armados, porque hay menores secuestrados y desaparecidos, porque son víctimas de las minas antipersonales sembradas por las FARC, porque son sometidos a maltratos y torturas físicas y psicológicas en las zonas de conflicto, porque deben satisfacer las necesidades sexuales de comandantes guerrilleros sopena de ser fusilados, porque hacen parte de una población civil convertida en la principal víctima de la confrontación que no distingue a combatientes de no combatientes ni a adultos con niñas o niños.
En estrategia, porque además de padecer la guerra los menores son, en buena parte, quienes la libran debido al considerable número de niños y niñas combatientes en las filas de las FARC. Si bien no hay una precisión sobre el número de niños vinculados a los grupos armados, el Proyecto Niñez, Familia y Conflicto Armado adelantado por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, calcula en cerca de 3.000 los menores que están en las filas de la guerrilla.
Según la Defensoría del Pueblo de Colombia, entre el diez y el catorce por ciento del total de miembros de la guerrilla, son menores de edad. Dejemos a los niños de Colombia fuera de esta guerra, permitàmosle crecer al lado de sus familias, con los juegos propios de la infancia.
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