No es una coincidencia el parecido -en contenido y forma- de los textos de la guerrilla colombiana con ciertos escritos que publican, en Estocolmo o Londres, ciertas oenegés que posan de independientes. Unos y otros son escritos provenientes de plumas que militan en la cofradía del pensamiento radical y la acción intrépida. El mamertismo universal, nostálgico del Gobierno del Caguán -o caguaneros-, es una hermandad que se apoya mutuamente y en toda circunstancia. Hay que ver la mano de comunicados y correos electrónicos que ponen en circulación cuando les capturan a algún conmilitón en España, Colombia o Perú. Y hay que ver, también, sus fiestas cuando los terroristas coronan un asesinato o un secuestro de soldados y policías.
¡Ah!, además de escribirse, los hermanos caguaneros se visitan. Sí. Por ejemplo, vienen a Colombia, hacen sus aquelarres y salen cargados de munición verbal para dispararnos desde Londres. De allí venía, casualmente, la última, muy activa, y numerosa representación de sacerdotes de la fe marxista inglesa. Con pose mayestática, declararon estar en estado de shock por los asesinatos que dizque ordena diariamente el Gobierno colombiano. Su principal informante: un representante a la Cámara, sombrerón, militante del Partido Comunista, quien recorrió con ellos media Colombia.

Por su sesgo doctrinario, los ingleses de marras quedaron consternados. Así como el pueblo de Colombia está feliz, ellos están tristes porque disminuyeron drásticamente los asesinatos y los secuestros. Resulta que sus camaradas, agentes principales en la comisión de esos crímenes, están en derrota y sufren miles de capturas, deserciones y bajas. Están en shock porque vieron las fotos de las multitudinarias marchas contra las Farc, mientras que en los mítines antigubernamentales apenas si se reúnen unos cuantos activistas. Están consternados porque comprobaron la impopularidad de sus cicerones y el aprecio popular al presidente Uribe. El shock se les volvió amargura cuando una casualidad les obligó a montar en taxi. Cuentan que uno de los británicos se bajó, indignado, porque dizque la inteligencia militar les había infiltrado a un comandante paramilitar como conductor de servicio público.

"¿Cómo puede ser que un hombre del pueblo apoye a Uribe?", gritaba energúmeno, frente a un impasible conductor uribista.
La viajadera es de allá para acá y de aquí para allá. Mientras no tengan impedimentos legales, los cofrades de acá visitan las grandes capitales en plan de víctimas y de héroes (aseguran, con mirada heroica, que arriesgan cotidianamente su vida, en una incansable lucha contra la tiranía uribista). León Valencia, por ejemplo, que parece ser el jefe de los caguaneros, estuvo recientemente en Washington, acusando al gobierno de no sé qué crímenes. Él, que es un recién desvinculado de la dirección del Eln, insinúa en elevados escenarios que el Presidente de Colombia es un criminal. Hasta se atrevió a pedir en su libro Mis años de guerra que Uribe "acometa la tarea de dar cuenta de su pasado". Él, un ex comandante confeso de una organización terrorista, pide eso a Uribe, un Presidente con una vida impoluta.

El comandante Valencia confiesa en su libro -con cinismo que asombra y espanta- que en los 80 dirigió a los dinamiteros ('chicos', los llama) de oleoductos (pág. 179); se asoció con los Mauss para crear una máquina de secuestros que los "forró en plata" (pág. 181); dirigió la destrucción de redes eléctricas, de cascos urbanos, el secuestro de alcaldes... (pág. 211).
Poco les duró a los caguaneros el bureo con Obama. Los que solían quemar la bandera norteamericana en la 7a. de Bogotá se fueron a quemar la bandera colombiana a Washington. Y desde allí pidieron al 'ex imperialismo' el aislamiento de Uribe y la terminación del Plan Colombia. Sí. De ese Plan que ayuda a mantener en estado de shock al caguanismo universal.