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Antiguo 15-02-2009 , 16:32:30   #2
Alastor
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El esquema de sus reuniones, celebradas cada año en un lugar diferente del mundo, no varía: son ultra secretas, protegidas por un imponente ballet masculino de los servicios secretos, con la asistencia de lo más destacado que existe en los círculos de las finanzas y la política. La cumbre organizada en Francia a partir del 15 de mayo pasado tuvo todas esas características. Entre los más de 100 “global leaders” que asistieron estaban el número dos del Pentágono, Paul Wolfowitz, Richard Perle, uno de los inevitables ex consejo de Seguridad de George Bush y arma política de disuasión frente a los enemigos de la ofensiva militar en Irak, Dominique de Villepin, el ministro francés de Relaciones Exteriores, el ex presidente francés y actual presidente de la Convención Europea, Valery Giscard d’Estaing; John Bolton, subsecretario de Estado norteamericano encargado de las armas y la seguridad nacional, una galería de presidentes de grupos multinacionales –Thales, Axa, Nokia, Daimler-Chrysler, Novartis–, gobernadores de bancos centrales, el Rey de España, los primeros ministros de Dinamarca y Portugal, el juez antiterrorista francés Jean Louis Bruguière, miembros de institutos de estudios estratégicos internacionales y un puñado de periodistas que aceptan la ley del silencio, de Financial Times, The Economist, Newsweek o La Repubblica. Durante tres días, la crema mundial discutió sobre la guerra en Irak, la lucha contra el terrorismo, la caída del dólar. Cada participante se compromete a ser “franco dentro del grupo” y a mantener en absoluto secreto el contenido de las discusiones. “La franqueza es la regla de juego”, comenta el belga Etienne Davignon, presidente del comité de organización del grupo de Bilderberg, para quien “si Bilderberg es un éxito se debe a que nadie molesta a nadie, a que cada participante juzga útil escuchar una cosa distinta de la que está acostumbrado a oír. La gente sabe que acá no hay micrófonos y que no se van a ir con las manos vacías”. Según reveló parcialmente el comisario Europeo Pascal Lamy, “los enfrentamientos entre franceses y norteamericanos a propósito de la guerra en Irak fueron intensos”. Un asiduo concurrente a las reuniones de Bilderberg explica: “Acá se puede ir al fondo de las cosas, se habla de geopolítica, de estrategia”. Desde luego, también se trabaja “cuerpo a cuerpo” para orientar los comportamientos de las redes de influencia. El Corporate European Observatory, uno de los grupos de estudios más importantes sobre las políticas liberales, destaca en un libro publicado en 2000 que si bien Bilderberg no decide nada de manera “formal”, sí llega a “plasmar” un consenso entre las elites de la política, de la economía y de los medios de comunicación. Geoffrey Gueuns, sociólogo belga de la Universidad de Louvain y autor de una investigación sobre el poder de estos clubes (“Todos los poderes confundidos”), afirma que Bilderberg ilustra el “pacto estructural entre la elite de los negocios, la elite política y la de los medios de comunicación”. James P. Turcker, un norteamericano perteneciente a la derecha dura, es uno de los más asiduos críticos de Bilderberg. Según él y otros tantos detractores, en 1973 Bilderberg sirvió para aumentar el precio del petróleo en un 400 por ciento, Kissinger preparó en su seno la guerra de Yom Kippur (Israel contra Egipto y Siria), Margaret Thatcher obtuvo allí el visto bueno de la elite para ser primera ministra debido a su oposición al euro, la moneda única europea (que, en realidad, surgió más de 20 años después), Clinton consiguió la corona para ser presidente de Estados Unidos y, en 2002, Donald Rumsfeld elaboró la estrategia de la intervención en Irak. “Es absurdo, un fantasma. La idea de un cenáculo entre amos del mundo es falsa”, alega Etienne Davignon. Con todo, es lícito constatar que algo ocurre. La tendencia ideológica de Bilderberg es clara: sólo para blancos, una suerte de “núcleo” del mundo occidental compuesto en sus tres terceras partes por anglosajones que nunca se ha abierto a otros sectores del mundo. Pero no es el único centro de influencias subterráneas. El segundo es la Comisión Trilateral, creada en 1973... por los miembros de Bilderberg. Pero también está el Comité de los 300, la Round Table, el Club de Roma, el CFR, Council of Foreign Relations, el Bohemian Club, el Skull And Bones... Casi todos estos núcleos poseen características comunes -el secreto y los intercambios entre la finanzas y la política-, y un fundador o iniciador que los liga a todos: Rockefeller. El Comité de los 300 fue fundado en 1729 para asociar al sistema bancario mundial con los representantes de las naciones occidentales, La Round Table fue fundada en 1891 con propósitos similares; el CFR, Council of Foreign Relations, es una emanación de la Round Table lanzada en 1921. EL CFR se presenta como un centro de investigaciones sobre las relaciones internacionales y organiza seminarios cerrados a muy alto nivel. En un informe anual de 1992, el CFR acota: “En el curso de todas las reuniones, la regla del Consejo es la no-atribución aplicada. Ello garantiza que los participantes puedan hablar abiertamente sin que, más tarde, otros participantes relaten las declaraciones”.

Impulsada por David Rockefeller y Zbigniew Brzezinski, la Comisión Trilateral vio la luz en 1973. A diferencia de Bilderberg, la Trilateral organiza encuentros a los que invita a personalidades de Oriente, concretamente Japón. Esta organización agrupa a más de 200 personas oriundas de las elites industriales y económicas de Estados Unidos, Japón y Europa Occidental. Se la considera como el “brazo político” de Bilderberg porque sus reuniones se acompañan de cierta publicidad. Existe una presencia “cruzada” y permanente entre quienes asisten a las reuniones del Club de Roma, de la Comisión Trilateral y del Council of Foreign Relations.

Sin dudas, el más notorio de esos cenáculos es el Bohemian Club, cuyo lanzamiento data de 1879. El Bohemian propone una suerte de “retiros festivos” durante los cuales los participantes, los dos presidentes Bush, Kissinger, Colin Powell, deben mostrar sus talentos escondidos de músicos, actores o cómicos. Las mujeres y los periodistas están proscritos. El Bohemian Club organiza “seminarios” en California invitando a los millonarios norteamericanos y a personas provenientes de 12 países. Cincuenta de sus miembros son directores de alguna de las 1000 compañías que figuran en la lista de la revista Fortune, funcionarios del gobierno o consejeros de mucho peso. “Weaving spiders not come here”, dice la divisa del club. Una serie de investigaciones indican que el proyecto Manhattan, la piedra piramidal de la bomba nuclear lanzada en Hiroshima, fue concebido entre sus muros en 1942. Todos los grandes industriales, financistas y políticos norteamericanos pasaron por esos seminarios. Aunque oficialmente la cumbre tiene por objeto celebrar “el espíritu bohemio”, lo que ocurre allí adentro suele escapar a la razón. Además de las representaciones teatrales o musicales de los invitados, sus miembros inician las sesiones con un espectáculo denominado “la incineración de las preocupaciones”, un rito durante el cual se incendia una lechuza de dos metros. El Bohemian Club suscita aún hoy muchos interrogantes debido a las denuncias sobre prácticas satánicas, violaciones y cultos extraños que se practican.

El Skull and Bones funciona con un esquema similar. Es una orden muy selecta constituida por los miembros de las familias más poderosas del sistema norteamericano. George W. Bush fue uno de los primeros en reconocer que formaba parte de esta curiosa institución que ha ejercido una influencia considerable dentro de Estados Unidos. Según Anthony Sutton, autor de una investigación sobre el Skull And Bones (“La red secreta norteamericana”) la orden ha ejercido una “cadena de influencias a la vez verticales y horizontales”, particularmente dentro del sector bancario y financiero de los Estados Unidos. Bilderberg, el Bohemian Club, la Comisión Trilateral, el Club de Roma, tal vez no constituyan organizaciones o grupos cuya meta consiste en organizar un complot mundial pero si aparecen como círculos donde el gran poder negocia las políticas globales a la sombra de los debates públicos y de la democracia.

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