Antes de lograr la Presidencia de los Estados Unidos, cuando la realidad apabullante demostraba en las encuestas que Obama sería elegido como el primer mandatario norteamericano, ya estaba "haciendo milagros" en Colombia.

"Milagros", decimos nosotros, para ilustrar de cómo el Presidente Uribe, de no haber presagiado un cambio de rumbo en la política norteamericana, no habría asumido las posiciones conducentes a mejorar su imagen con relación a los derechos humanos.
Y es evidente que no hay en las decisiones políticas adoptadas por el Gobierno nacional cuestión de principios. Simplemente, ante el derrumbe de las política de Bush, amparada en el discurso antiterrorista, legitimación acciones violatorias de los derechos humanos y el DIH, como el abominable centro de torturas de Guantánamo, las guerras de Irak y Afganistán, y la estrategia de agresiones preventivas, en la que se incluía a Venezuela, se quedaban sin piso las doctrinas expansionistas de los Estados Unidos, tanto más después de su colapsamiento financiero, hechos que obligaron a la Casa de Nariño a cambiar de estrategias en la mitad del río. Recomponer la dirección del Estado es un imperativo moral para el Gobierno colombiano.
Y para reforzar el triunfo de Obama, el Congreso norteamericano ha quedado en manos de legisladores demócratas, ante quienes el discurso de la "seguridad democrática" no podrá venderse con el reciente destape de los fusilamientos, tan similares a las pavorosas acciones anticomunistas impuestas por el gobierno de Richard Nixon en el Cono Sur, y que tuvo en Henry Kissinger, su más alto estratega en materia de desaparición forzadas, institucionalización de la tortura y eliminación física de sospechosos o indeseables, para garantizar el ingreso violento del neoliberalismo a la historia suramericana.
El mundo se ha quitado de encima la pesadilla de la confrontación mundial y la proliferación de guerras domésticas, para beneficio de los fabricantes de la muerte y el manejo insano del poder militar.
El triunfo de Obama ha sido el triunfo del multiculturalismo norteamericano. La población latina, asiática, afro descendiente, la clase media sin techo y los excluidos del modo americano de vida dijeron: "no más de lo mismo Mr. Bush".
Leo al poeta Óscar Rodríguez Pérez y me refresca lo que pasó en los territorios del Tío Sam.
"…Cuatro policías blancos, más muchacho negro, más Nueva York, es igual a muchacho negro muerto". "Cualquier sospechoso es criminal, cualquier negro es sospechoso, cual quier criminal es muerto, cualquier negro es muerto, cualquier negro tiene su infierno, cualquier negro tiene su Nueva York".
"Dios pasó por Wall Street y le pusieron vendas en los ojos" Ahora, "África sueña, canta, baila".