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rinoga2821
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Predeterminado

Una crisis de quiebras y suicidios

Reuters
La caída de los valores de la bolsa parece reducir también el valor de la vida.


Javier Darío Restrepo
Bogotá, Colombia


Se disparan los suicidios a medida que colapsan las bolsas del mundo. A falta de un plan B, como alternativa a una situación de fin de la prosperidad, se están forzando las puertas de la autodestrucción.
A las autoridades de la Organización Mundial de la Salud, OMS, la crisis financiera mundial les ha agregado una nueva preocupación: el aumento de los suicidios, como si con los valores de la bolsa en caída se sumara la devaluación del valor de la vida.
La mujer de Ohio que a sus 90 años decidió quitarse la vida cuando le notificaron que había perdido su casa, donde había vivido 38 años, fue un caso relativamente benigno comparado con el del consultor financiero, nacido en India, Karthik Rajaram que fue encontrado muerto junto con su esposa, sus tres hijos y su suegra, después de perderlo todo, hasta el empleo, como consecuencia del colapso financiero.
En una carta en que daba cuenta de su suicidio y de los cinco asesinatos, señalaba como causa la incapacidad de sortear con vida los efectos del fracaso de sus negocios, para él y para su familia.
Son consecuencias de la crisis, que multiplicarán los suicidios y los trastornos mentales, anuncia alarmada Margaret Chan, la directora de la Organización Mundial de la Salud.
Para esta entidad el suicidio es un indicador de un problema de salud pública y pone en evidencia riesgos psico-sociales tan graves como los que ponen en peligro la salud física de las personas, por tanto, debe dejar de considerarse al suicidio como un tema tabú o como exclusivo resultado de una crisis.
En las estadísticas colombianas conviven las que muestran a sus habitantes como los más felices, comparados con el resto de los latinoamericanos, y las que señalan a la vez altos índices de suicidios y una sorprendente cifra de trastornos mentales atribuibles a la violencia. La encuesta del ministerio de salud sobre salud mental en Colombia, reveló que 26 millones de colombianos han sido afectados por alguna amenaza, secuestro, homicidio, muerte natural o accidental, o por algún suicidio, y que ese hecho ha dejado en ellos sentimientos de rabia en un 24,5%, de desolación en un 37.7% y de amargura en un 8.6%.
¿Tiene que ver esa situación con esos 1771 suicidios registrados en el 2007? Según explican las autoridades, los grupos más propensos al suicidio en Colombia son los mayores de 60 años y los niños desde los 10 años. En este grupo de los niños, el suicidio es la tercera causa de mortalidad. Desde 1918, cuando el país registró con estupor el suicidio de un niño de 10 años, la situación ha cambiado para peor.
Los especialistas discuten, repasan estadísticas e historias y proponen explicaciones: ¿tiene algo que ver Internet con los suicidios de niños? La sorprendente hipótesis encuentra asidero en dos hechos: Internet aísla, vuelve frágiles y quebradizos los vínculos con los demás. El contacto virtual que logra es una débil relación que no reemplaza el vínculo que crea el encuentro real con los otros; pero más contundente es el otro hecho que puede comprobar quienquiera que teclee la palabra suicidio en el buscador de Internet. Entre las opciones que se abren aparecen "técnicas de suicidio" o modos de dejar la vida, que se ponen al alcance de cualquier solitario explorador.
Otros especialistas atribuyen el incremento de los suicidios de niños a la violencia familiar y con ellos coinciden los que explican los suicidios de viejos por su situación de abandono, marginación de la vida social y familiar, y la violencia que se ejerce sobre ellos. Las cifras son abrumadoras: en los dos últimos años se ha cuadruplicado el número de viejos víctimas de esta enfermedad social. Este es el término con que denominan los especialistas a esta actitud autodestructiva que se agudiza en tiempos de crisis de la sociedad.
Al lado de los expertos que tratan de conjurar los demonios sueltos de la recesión y de las quiebras en cadena, los veedores de la salud pública han encendido las luces de alarma por lo que puede sucederles a todas estas personas que disfrutaban, instaladas en los paraísos del consumo en que se han convertido los países desarrollados y las altas clases de los otros.
Acostumbrados a las delicias que ponían al alcance de su mano los créditos generosos, las fáciles hipotecas y el dinero, hoy no logran resolver el conflicto emocional que plantea la venta del yate y la imposibilidad de reponerlo; o la sustitución del auto de lujo por uno más modesto, o la necesidad de abandonar el fastuoso apartamento. Instalados en un modo de vida confortable que ellos presumían inmodificable y seguro, nunca elaboraron un plan B que les sirviera de alternativa.
En 1929, a falta de ese plan, algunas de las víctimas de esa quiebra general optaron por saltar desde las ventanas a una muerte segura, como la de los indígenas que se arrojaban en masa a los abismos o se ahorcaban, ante la quiebra que les significaba el dominio del invasor español; o como los romanos que exponían en el senado sus razones para dejar la vida, como argumento para obtener una licencia de suicidio. Ante esa quiebra del valor de la vida - que no se cotiza en bolsa, pero que explica lo que allí se juega- la OMS y todos los que velan por la salud humana enfrentan la necesidad de un plan B, que sea una alternativa para la desesperación de los nuevos pobres: poner a su alcance motivaciones para vivir que no sean las del dinero, valores de supervivencia en medio de las crisis, o simplemente, un poco de esperanza. [email protected].

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