Ahí les pongo pues, la mirada de un tercero ... los leo...

Uribe baila arriba del Titanic

¡Pase, mire vea! estamos de remate. ¡No se preocupe! Atendemos en horarios especiales a testigos con frondosos prontuarios. Discreción asegurada. ¿Contraseña? Mencionar a Don Berna o mostrar una cicatriz en la puerta de entrada. Preguntar por César Mauricio. ¡Más claro! agua.
Parece un chiste, pero no lo es. En el sórdido mundo de traiciones, juramentos y desmentidas oficiales - ahora nos enteramos que el pasado 23 de abril- Antonio López, alias “Job”, miembro de la tenebrosa “oficina de Envigado”, mercadeó informaciones, en la propia Casa de Nariño y en horario nocturno (los amigos pueden llegar a cualquier hora), con dos escuderos del presidente Uribe: Edmundo del Castillo y César Mauricio Velásquez.
Lo que no se pregunta no se dice, reflexionó el tibio, gris, César Mauricio Velásquez, secretario de Prensa de la presidencia, quien no encontró motivo alguno para informar a la opinión pública de esa reunión. Le pareció perfectamente normal beber las palabras de un delincuente, fuera de horario y en un lugar inapropiado. No sé si es cómplice o víctima.
En la casa de “Nari”, ante los ojos de su majestad Álvaro Uribe (el campeón del pensamiento único) todos somos iguales, pero hay algunos más iguales que otros… Y es que Uribe en su personal y tediosa pelea con la Corte Suprema de Justicia no se mide en apariencias: apela con inusitada frecuencia al juego del “vale todo”.
Aupado por los medios de comunicación las encuestas le son naturalmente favorables. Es harto improbable que el resultado de una encuesta no coincida con la línea editorial de un periódico o de un canal de televisión.
Y esos medios de comunicación, tan proclives al aplauso fácil (léase RCN, El Tiempo), le sirven a Uribe para despanchurrar a sus adversarios políticos y encaramarse en las preferencias populares. En la prensa moderna la verdad no es lo más importante, lo que cuenta es el espectáculo. Si la prensa es dura, resulta cruel y poco patriota.
En su desespero por imponer condiciones Uribe, ataca verbalmente, con premeditación y alevosía, a todo el que se atreva a debatirle alguna medida gubernamental. ¿Nos atacan mucho? Nos defendemos más. Para ello no duda en aplicar a rajatabla principios Goebbelianos: “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
Hay que reconocer que “Kid Uribe” ya no tiene oponentes sobre el ring. Se ha fajado, con suerte diversa, con casi todos: Farc, Banco de la República, Congreso, Partido Liberal, Polo Democrático, Corte Suprema, Fiscalía, Procuraduría, Contraloría, Yidis Medina, Piedad Córdoba, Gustavo Petro, Daniel Coronell y hasta con el servicio meteorológico que le pronosticó lluvia durante uno de sus habituales Consejos Comunitario. Incluso, su mentor, José Obdulio Gaviria, ha tenido que recurrir a fieros contrincantes internacionales – Chávez, Correa, Ortega – para saciar la euforia triunfalistas del caudillo. Uribe con sus pataletas socava peligrosamente y de manera reiterada su autoridad, su alta investidura y su dignidad presidencial.
Al único que le rinde pleitesía y desmesuradas alabanzas es al gobierno de los Estados Unidos; país al que envió a 14 jefes paramilitares para que sean juzgados en sus Cortes. Quisiera ver si en la oración dominical se inclina tanto como lo hace ante los gringos.
Fiel a su temperamento y para no perder el impulso combativo, Uribe defiende en estos días, a su Ministro del Interior, Fabio Valencia Cossio, un político profesional de Antioquia, cuyo hermano Guillermo “cuatrimoto” Valencia ha sido removido de la fiscalía de Medellín por andar en peligrosas compañías emparentadas con el narcotráfico.
Uribe, que ve un complot en cada acción de la justicia, defiende a su ministro con fe ciega. La misma que empleó cuando acusaron a los Araujo, a Jorge Noguera (“pongo las manos al fuego por él”), a su primo Mario Uribe y a tantos otros canallas que traicionaron la generosa mano extendida de un gobierno con demasiados incendios que sofocar.
¡Qué casualidad! ahora, el vicepresidente, Francisco Santos ¿lo recuerdan? ha salido de las trincheras del olvido con la bandera blanca. Ha dicho en público lo que no se atreve a decirle a su jefe en privado, que deje su discurso beligerante y se dedique a gobernar para todos, incluso para la oposición.
La casualidad es infrecuente en política