Son sintomáticas las persistentes distorsiones del lenguaje para que las palabras reflejen, no la realidad, sino la personal visión del mandatario. Por eso no hay en Colombia, ni guerra ni conflicto, sino una lucha contra el terrorismo; no hay guerrilleros sino terroristas, bandidos o cuadrilleros. Mientras alaba en un momento a un ministro y lo insta a que haga populismo, en el momento siguiente le reprocha en público que este haciendo demagogia. Cuando el poder se ejerce como absoluto, el poder no solo pretende imponer su verdad, también se considera amo de las palabras.
Dejo también mal olor el nombramiento de un magistrado de la corte constitucional. Primero fue el truco de la terna de uno, que fue el comienzo del engaño, ante el silencio de la sumisa audiencia.las ternas suponen un juicioso acto de discernimiento de las cualidades de los candidatos en busca del mejor; eso debió ser la verdad del procedimiento. El engaño consistió en que dos de los candidatos figuraban pro forma porque ya el magistrado estaba escogido. La renuncia de las dos candidatas de la primera terna dejo al descubierto el engaño. Es una mentira institucionalizada, insultante para profesionales respetables victimas de un trato de comodines; pero, además, falsea la separación de poderes y pone en grave duda la respetabilidad de una justicia contaminada por el interés político.

Acertaron los organizadores de la semana de la paz al centrar su celebración en el tema de de la verdad como necesario elemento de la paz. Nada se ha construido sobre las mentiras de estado, como las que llevaron a la guerra de Irak. Ya había sucedido lo mismo en Vietnam. Una mentira de estado es lo más cercano a un crimen de estado porque hay una violencia real en la mentira que niega un derecho; que obstaculiza la comunicación en el interior de la sociedad nacional y que aparece como una imposición tiránica de la verdad del gobierno. La imposición de la mentira desde el poder, es la entronización de la injusticia.