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Antiguo 14-07-2007 , 16:34:26   #34
Pipe Sanmiguel
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Cita:
II

Todo esto no es simple discusión académica, heurística vacía; tener claras las posibilidades en juego define el curso de los acontecimientos, define el triunfo o la derrota del proyecto de transformación. Por tanto la pregunta en cuestión: ¿qué debe hacer la revolución con la contrarrevolución? tiene un valor estratégico vital. Responderla va más allá de un pasatiempo intelectual: es trazar el camino para saber por dónde transitar.
¿Y qué se debe hacer con la contrarrevolución? Por cierto, no hay manual que lo diga. Para ser modestos y realistas: se hará lo que se pueda.
Si nos atenemos a los autores clásicos del socialismo, nos encontramos formulaciones que hoy habría que repensar muy detenidamente: "Toda estructura provisional del Estado, después de la revolución, exige una dictadura, y una dictadura enérgica", escribía Marx en 1848, época de la formulación del "Manifiesto Comunista". El llamado es a no tener contemplaciones con la reacción. "Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe, es el acto mediante el cual una parte de la sociedad impone su voluntad a la otra por medio de fusiles, bayonetas y cañones, métodos autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por medio del terror que sus armas inspiran a los reaccionarios", agregaba Engels en aquellos años, antes de verse materializada alguna revolución socialista triunfante. "La dictadura del proletariado implica una serie de restricciones impuestas a la libertad de los opresores, de los explotadores, de los capitalistas. Debemos reprimirlos para liberar a la humanidad de la esclavitud asalariada, hay que vencer con fuerza su resistencia", dirá Lenin en "El Estado y la revolución" en vísperas de la revolución bolchevique de 1917. Está claro, al menos de modo teórico, que ante una revolución el enemigo de clase dará lucha. Y como de lucha se trata, la opción es vencer o morir. Eso es lo que se escribió al menos. Pero la realidad matiza (complica, contradice, cuestiona) las fórmulas teóricas.
El estudio de cada experiencia de revolución socialista en el pasado siglo nos muestra distintos tratamientos del tema de la contrarrevolución. En todos los casos es la compleja realidad la que va dando las respuestas: si en China fue posible "reeducar" al emperador Pu-Yi para transformarlo en jardinero, en Nicaragua la única opción fue resistir como se pudiera una contrarrevolución monumental liderada por la Contra armada hasta los dientes por Washington negociando con la burguesía nacional espacios para una "economía mixta" que finalmente no pudo sostenerse. Si en Rusia fue posible fusilar al Zar Nicolás II y su familia,o en Cuba fue posible pasar por las armas distintos intentos de provocación desestabilizadores –desde agentes de la CIA encubiertos hasta un narcotraficante como el general Ochoa– la coyuntura actual no permite, o al menos no facilita en Venezuela similares medidas. ¿Qué pasaría si se fusila a Pedro Carmona, o a Marcel Granier? ¿Y si se le confiscaran todos los bienes a sus empresas mediáticas? ¿O las de la familia Cisneros? Impensable.
Que hay que ser drásticos con la contrarrevolución no hay ninguna duda. Si no se lo es, la reacción termina triunfando. Pero ello abre la interrogante de cómo, hasta dónde y de qué modo hay que ejercer esa fuerza. ¿Se trata de una "dictadura del proletariado" enérgica que pueda fusilar contrarrevolucionarios? Hoy día, después de ver la caída de buena parte del campo socialista donde hubo más "dictadura" que "proletariado", es imprescindible abrir una autocrítica. El socialismo del siglo XXI, si algo busca justamente, es no repetir esos errores, ese espíritu dictatorial de una "élite revolucionaria" que termina repitiendo una sociedad de clases, de nuevas clases.
No queda ninguna duda que hay que enfrentar la contrarrevolución. Eso está fuera de discusión, y enfrentarla militarmente si fuera el caso, armando al pueblo incluso. La pregunta es cómo enfrentarla políticamente en el día a día. La respuesta no depende tanto de cómo se quiere hacer sino de qué se puede hacer. La realidad, siempre tozuda, obstinada, más tenaz de lo que uno querría, está ahí, se impone.
En estos pocos años de Revolución Bolivariana, en un sentido se ha hecho bastante con respecto a la contrarrevolución; pero poco si se lo quiere ver desde otro punto de vista. Hay que entender el proceso que se vive en la dinámica general de los últimos años del siglo XX. Caído el muro de Berlín y las experiencias de socialismo soviético, el proceso abierto en Venezuela, junto a la resistencia legendaria de Cuba, quedaron como prácticamente las únicas opciones alternativas al capitalismo salvaje que barrió el planeta. En un momento de triunfo omnipotente del neoliberalismo y de unipolaridad insultante por parte del gobierno de Estados Unidos, surge el proceso bolivariano con Hugo Chávez a la cabeza como un reto casi quijotesco. Entendiéndolo en ese contexto, es increíble que esa revolución, con debilidades estructurales enormes, asentada en una todavía débil organización popular y en el petróleo como su principal y casi único recurso, pueda haberse impuesto sobre la contrarrevolución y se haya fortalecido. Hoy, a casi nueve años de su inicio, se muestra cada vez más firme, más en condiciones de dar batalla y seguir avanzando en su profundización. Pero la amenaza de la reacción crece igualmente.
En el momento del triunfo sobre el golpe de Estado, retornado al poder el 13 de abril, el presidente Chávez, en vez de ejercer esa "autoridad revolucionaria enérgica sustentada en los cañones" como reclamaban los clásicos, fue contemporizador. ¿No quiso o no pudo ir más lejos? En la ocasión ningún medio de comunicación golpista fue cerrado, como perfectamente hubiera correspondido, incluso con un espíritu legalista y de apego al orden constitucional. Más que cierre, la salida del aire de uno de esos canales televisivo vino cinco años después, amparándose en un mecanismo totalmente legal. ¿Es débil la Revolución Bolivariana con su enemigo de clase o es inteligentemente pragmática?
El tiempo irá dando la respuesta. Pero sucede que, si bien este proceso es un verdadero laboratorio, no se dispone de una eternidad de tiempo para saberlo. Los actores que participan en todo esto no son cobayos sino seres humanos de carne y hueso, y si bien estamos aprendiendo sobre la marcha, la contrarrevolución también tiene planes para actuar, muchas veces más osados que la revolución. Imponerse quiere decir evitar la posible carnicería que sobrevendría de triunfar una contrarrevolución reaccionaria, con algún nuevo Carmona que por allí debe estar agazapado y a la espera.

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