Los delitos de sangre no existen.

Si mi papá, mi hermano, mi hijo o mi sobrino son delincuentes, ¿automáticamente me convierto en delincuente?

Si así fuera, José Obdulio Gavriria debía ser perseguido como narcotraficante por ser primo de Pablo Escobar. O el propio Àlvaro Uribe debería estar en la cárcel por ser primo de Mario Uribe, condenado por ser aliado de paramilitares, o Eduardo Pizarro Leongómez, destacado politòlogo, debía ser castigado por ser hermano de Eduardo, el jefe guerrillero del M-19.

Eso está bien para las condenas bíblicas que trasladan el pecado a toda la familia por los siglos de los siglos.