Nuevo apelativo, gracias, Wilfred. Me han llamado de muchas maneras aquí y en otros lados. Los un bando me llaman derechista, santista, gobiernista, los del otro me arrojan al gulag comunista, depende de lo que diga, desde pequeño burgués hasta terrorista y de frente, alguien me tildó de guerrillero. Hace poco otro por acá me llamó castrochavista. Pero hasta ahora nadie me había llamado "resentido social".

Me divierte porque cada quien me quiere alinear en un lado y realmente pertenezco a uno, el grupo de los que no tragan entero. Defiendo lo que me parece que está bien (no necesariamente quiere decir que tenga la razón) y ataco lo que me parece mal. Eso es todo.

Al salgareño lo ataco no por ser él sino por sus ideas caudillistas del siglo XIX y su capacidad de manipular a la gente a través del odio y la exclusión. Es el Laureano Gómez de nuestra época y así como se hizo con Marine Le Pen en Francia, a estas ideas de extrema derecha hay que detenerlas apuntalando nuestra frágil democracia.

Igual esfuerzo hay que hacer para parar al otro extremo del populismo, Gustavo Petro, este sí capaz de arrojar a Colombia al abismo del "Populismo siglo XXI" que tiene postrada en la miseria y la violencia a Venezuela.

Los extremos son viciosos y hay que ponerlos a buen recaudo en el museo de la historia en las próximas elecciones. Si Francia pudo, ¿por qué no podemos hacerlo nosotros?