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Píldoras para la memoria en un país que se refugia en el inmediato presente.

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El gran complot

Desprestigiar al magistrado auxiliar Iván Velásquez era el objetivo del DAS y de altos funcionarios del gobierno de Álvaro Uribe. Buscaban frenar a toda costa el proceso de la para-política en la Corte Suprema de Justicia. Un caso cuyo capítulo final está por escribirse.

Por Marta Ruiz


El exmagistrado auxiliar de la Corte Suprema de Justicia fue el alma de la investigación por para-política que desde 2006 estremeció al país. Hoy es el director de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala. Foto: archivo Semana.

'Tasmania' estaba lejos de ser un rudo paramilitar. Casi no articulaba palabra, no levantaba la mirada, atribulado y nervioso, jugaba con sus dedos. Ese 10 de septiembre de 2007, Iván Velásquez coordinador del equipo que investigaba para la Corte Suprema de Justicia los nexos de decenas de congresistas con las Autodefensas Unidas de Colombia, asistió con Luz Adriana Camargo, otra investigadora, a la Fiscalía de Medellín donde 'Tasmania' tenía que cumplir una diligencia judicial.

José Orlando Moncada era su verdadero nombre y estaba preso por varios delitos, y aunque decía que había pertenecido al bloque del suroeste de las AUC, había quedado por fuera de la desmovilización y no estaba incluido en el proceso de Justicia y Paz, que les daba beneficios a quienes dijeran la verdad y repararan a las víctimas de los grupos paramilitares.

La fiscal que llevaba su caso le contó a Velásquez que 'Tasmania' quería colaborar hablando de políticos asociados a las AUC, y por eso, viajó desde Bogotá a escucharlo. La charla se demoró mucho en empezar, pues el abogado del reo, Sergio González, se demoró más de una hora en llegar. La conversación fue corta. Velásquez le preguntó si conocía políticos de la región, y 'Tasmania' dijo que no. Velásquez, le preguntó si conocía a Juan Carlos Sierra, jefe paramilitar y narcotraficante, reconocido por su influencia en suroeste de Antioquia. De nuevo 'Tasmania' dijo que no. ¿Conoce a Mario Uribe? preguntó Velásquez y el paramilitar negó de nuevo. Velásquez entonces pensó que había viajado a Medellín a perder el tiempo. Si un paramilitar que decía haber actuado durante años en esa región negaba conocer a Sierra o Uribe, o bien era un farsante, o sencillamente no estaba dispuesto a hablar. Con voz lánguida 'Tasmania' dijo entonces, que él sabía algunas cosas de Álvaro Uribe, Velásquez dijo entonces que él no estaba investigando al Presidente, pues eso le correspondía a la Comisión de Acusaciones.



Al paramilitar Orlando Moncada ´Tasmania´ le ofrecieron dinero, el ingreso a Justicia y Paz y traslado de patio en la cárcel a cambio de enlodar el nombre de Iván Velásquez. El objetivo era el desprestigio del principal investigador de la para-política. Foto: archivo Semana.

Al despedirse, el abogado González, sin embargo, le pidió unos momentos a solas con 'Tasmania' y un rato después dijo que su defendido estaba dispuesto a colaborar a cambio de beneficios. Y Velásquez respondió como siempre: se le darán los que contempla la ley. Esto es lo que pasó aquel día, según cuenta el exmagistrado Velásquez, hoy jefe de la Comisión contra la Impunidad de Guatemala. Y es la versión que la justicia respalda.

No era extraño que Iván Velásquez viajara a las cárceles o instalaciones judiciales de todo el país a hablar con paramilitares y otros criminales. Desde hacía algo más de un año estaba al frente de la investigación más importante que había tenido en sus manos la Corte Suprema de Justicia, el mayor escándalo político de la década: los nexos de la clase política colombiana con los grupos paramilitares.

La para-política había empezado casi por casualidad. En junio de 2005, en plena negociación del gobierno de Álvaro Uribe con las AUC, la revista Semana publicó una entrevista con Vicente Castaño, en la que los periodistas le preguntan:

“Hace varios años Salvatore Mancuso dijo que las AUC tenían el 30 por ciento del Congreso. ¿Qué hay de cierto en ese porcentaje?

Castaño responde: “Podemos afirmar que tenemos más del 35 por ciento de amigos en el Congreso. Y para las próximas elecciones vamos a aumentar ese porcentaje”.

El recorte de dicha entrevista fue enviado a la Corte Suprema de Justicia por Clara López, una reconocida dirigente de izquierda, junto con una carta pidiendo que se investigara si esto era cierto.



Tanto Vicente Castaño como Salvatore Mancuso se ufanaban de tener el 35% del Congreso. Al final, la cifra de congresistas involucrados en sus redes les dio la razón. Foto: archivo Semana.

En el reparto del caso dentro de la Corte, la escueta denuncia cayó en manos del magistrado Álvaro Orlando Pérez, y en la repartición interna dentro de su despacho, en manos de Iván Velásquez, quien era su magistrado auxiliar desde el año 2000. Un azar misterioso, pues Velásquez conocía como pocos el Frankestein que había creado el paramilitarismo, y saboreaba todavía con amargura episodios que en el pasado habían puesto un manto de impunidad sobre un fenómeno sangriento que pudo haberse evitado, si la justicia hubiese hecho la tarea que le tocaba en su momento. La casualidad ponía a Velásquez, por tercera vez en su vida, frente a una oportunidad histórica de romper la impunidad.

Protagonistas de tres historias
Iván Velásquez no era cualquier investigador ni mucho menos un novato. Se formó como abogado en la Universidad de Antioquia, como parte de una generación muy crítica. Entre sus maestros estaban Carlos Gaviria y J. Guillermo Escobar, dos de los más respetados juristas del país. Aún sin terminar los estudios, fue asistente del juzgado 15 penal, y trabajó como secretario del Juzgado Sexto Superior. Aspiraba a ser juez, pero su mentor y maestro, el magistrado Carlos Mejía le enseñó desde muy joven que sin palanca política nunca lo lograría. Velásquez desistió de su sueño, pues no tenía cómo venderse a un político de turno.

Entonces optó por litigar en una oficina privada con su hermano. Muy pronto se destacó entre los abogados de su generación y fue elegido como presidente del Colegio de Abogados de Antioquia, Colegas. Finalizaban los años 80 y en Medellín no podía haber más zozobra. Pablo Escobar tenía de rodillas al país, y el narcoterrorismo abrumaba a la ciudad. La respuesta del Estado fue equivocada en muchos aspectos, pero sobre todo en uno muy crítico, que fue poner la justicia al servicio del orden público, militarizándola, hiriendo de muerte su independencia; y peor aún, poniendo a los jueces e investigadores como carne de cañón en una guerra abierta con las mafias.

Tal como lo escribiría el Grupo de Memoria Histórica en su informe Basta Ya, la justicia sin rostro, despojó a miles de personas de sus derechos y en cambio no sirvió para proteger a los jueces. Velásquez fue un activo opositor de esta política, desde Colegas, y desde una revista inscrita de alguna manera en la criminología crítica: el nuevo foro penal. Hacía parte de una generación de brillantes abogados y defensores de derechos humanos, humanistas como Héctor Abad Gómez, Alberto Aguirre, y Jesús María Valle.

La pesadilla de Escobar parecía tener fin con la Asamblea Nacional Constituyente, y Velásquez tuvo un fugaz pasó por El Congresito que se creó para la transición del viejo al nuevo Congreso, como asesor de un destacado abogado de izquierda: Manuel Muñoz. Pero no terminó su labor, porque lo llamó el entonces Procurador General de la Nación para ofrecerle un cargo al que le quedaba muy difícil declinar: ser Procurador Regional de Antioquia, justo en el momento en el que Pablo Escobar acababa de entregarse.

Velásquez no podía saber que a los personajes con los que se cruzaría en ese momento, lo seguirían a lo largo del tiempo, y que esta era la génesis de una historia que desembocaría, años después, en la para-política.

El primer encuentro con Álvaro Uribe
De su tiempo como Procurador hay que destacar que fue uno de los funcionarios que pudo documentar la “guachafita” que tenía Pablo Escobar en una prisión hecha a su medida, como fue La Catedral. También que se salvó de ser secuestrado por Pablo Escobar el día de su fuga. Ese día Velásquez y dos funcionarios de Bogotá llegaron para verificar lo que estaba pasando allí, pero ya el Ejército se había tomado la cárcel, y Escobar huía en medio de una operación militar que hasta el día de hoy es un misterio como logró eludir, si por astucia o por haber comprado su fuga. A partir de ese día la vida de los Velásquez cambio. Su hijo, Víctor, recuerda que un piquete de soldados custodiaba la casa, y las medidas de seguridad para toda la familia eran extremas.



Como procurador de Antioquia, Velásquez hizo gestiones, junto al entonces senador Álvaro Uribe, para que Pablo Escobar se entregara, luego de su fuga de La Catedral. Foto: archivo Semana.

La gran paradoja es que la fuga de Escobar tuvo mucho que ver con el asesinato que este cometió allí mismo de sus socios los Moncada y los Galeano, a quienes al parecer hizo desaparecer sin dejar rastro. A partir de estas muertes, se creó una lucha intestina en el Cartel de Medellín. Entre los hombres de los Galeano había uno que no estaba dispuesto a perdonar a Escobar, y que quería aliarse con quien fuera para acabarlo: Diego Fernando Murillo, a quien el país conocería luego como 'Don Berna', y que paradójicamente, se convertiría en el nuevo Escobar, para Medellín. Y reaparecería una y otra vez en la vida de Iván Velásquez, asociado a la mafia, en ocasiones, y al gobierno, en otras.


Diego Fernando Murillo ´Don Berna´ se convirtió en el sucesor de Pablo Escobar luego de que este muriera abatido por la Policía. Hoy está en una cárcel de Estados Unidos. Foto: archivo Semana.

Escobar se volvió una obsesión para el Estado, y hoy puede decirse que está probado, periodística, pero no judicialmente, que sectores de la Policía, el Ejército, el DAS, e incluso de la Justicia, hicieron alianzas, con 'Berna', con Fidel y Carlos Castaño, con el Cartel de Cali, para dar con su paradero. Así por lo menos lo documenta María Teresa Ronderos en su libro Guerras Recicladas, publicado en 2014:

“La policía tenía a Danilo González, distinguido oficial, de enlace con ellos para recibir la información y coordinar acciones; el DAS recibía información directa de Carlos Castaño, bajo el nombre de informante Alekos, según el mismo lo reveló; y el Ejército tenía desde hacía tiempos buenas relaciones con Fidel y con Vicente por su causa común contra el comunismo”.

Todos los enemigos de Escobar dentro de la mafia crearon una agrupación tan tenebrosa como la que estaban persiguiendo. Se llamaba Perseguidos por Pablo Escobar, los Pepes. La reacción de Escobar a esta persecución fueron más bombas. En 1992, la ciudad estaba acorralada tanto por el gran capo, como por sus enemigos.

Entonces un joven senador antioqueño, liberal, y de reconocido carisma, planteó la urgente necesidad darle garantías a gran capo para una nueva entrega. Ese senador era Álvaro Uribe Vélez, y se lo planteó al entonces alcalde de Medellín, Luis Alfredo Ramos, y al Procurador Regional, Iván Velásquez. Puede decirse que este fue el primer encuentro personal entre Velásquez y Uribe, de quien sí tenía, por supuesto, referencias personales. De hecho, el primo del senador, Mario Uribe, era un reconocido político, que tenía oficina en el mismo edificio en el que Iván Velásquez tuvo la suya en sus épocas de litigante, y la hermana de Mario era, y lo fue hasta hace pocos años, la odontóloga de su familia.

En la reunión se acordó buscar a María Victoria Henao, esposa de Escobar y hacerle saber que los congresistas antioqueños se ofrecían como garantes para una entrega. El encuentro se produjo el 22 de diciembre de 1992, en una semana en la que estallaron nueve carros bombas en Medellín, y fue facilitada por Álvaro Villegas Moreno, un político conservador, que era vecino de la mamá de Escobar. Pocas semanas después Uribe, Velásquez y Villegas obtuvieron respuesta: No.

Exactamente al año, Escobar cayó abatido a balazos en el techo de una casa en Medellín, y su muerte aún se la disputan la DEA, la Policía, los Pepes, los paramilitares, y hasta él mismo, porque su hijo dice en su libro Pablo Escobar: mi padre, que se suicidó.

Con la muerte de Escobar, según Ronderos, el más favorecido fue 'Don Berna' “porque lo catapultó de escolta de narcotraficante sin más justificación para su maldad que la ambición del dinero, a gran señor de la política contrainsurgente nacional”.

La justicia que pudo ser y no fue
Luego de un corto paso por el Consejo de Estado, al lado del magistrado Ricardo Hoyos, Velásquez fue nombrado como director de la Fiscalías en Antioquia.

Era una de las peores épocas para la justicia en Antioquia. Cuando Velásquez llegó, a finales del 1997, Álvaro Uribe Vélez estaba terminando su período como gobernador, y el paramilitarismo estaba en auge. La muerte de Escobar no había significado la calma, sino por el contrario la mutación del narcotráfico en un fenómeno de muchas caras, que era mafioso, contrainsurgente, y en todo caso, una máquina de muerte desatada por los campos. El gobierno, en otro error histórico, había autorizado en 1994 la creación cooperativas de seguridad en todo el país. Eran civiles armados, con facultades de autodefensa, supuestamente frente a los ataques de la guerrilla en zonas rurales profundas, que a la postre se convirtieron en ejércitos privados, al servicio de intereses oscuros.



Con las cooperativas de seguridad Convivir, se disparó el apoyo a los paramilitares en toda Antioquia. Esa maquinaria de guerra fue descubierta por la fiscalía regional cuando Velásquez estaba al frente de ella, a finales de los noventa. Foto: archivo Semana.

Uribe se convirtió en un entusiasta promotor de esas cooperativas, de la mano de su secretario de gobierno, Pedro Juan Moreno, y según Iván Velásquez, y muchos otros de quienes vivieron ese momento, hizo oídos sordos a las denuncias que ya pululaban sobre el paramilitarismo que se estaba incubando a la sombra de esta figura extrañamente legalizada.

“Llegaba un alcalde y decía: nos preocupa el cobro de extorsión en tal lugar, y Uribe decía de inmediato: Pedro Juan, ayudémosles a crear una cooperativa de seguridad” cuenta Velásquez, que era un escena frecuente en los consejos de seguridad.

Las huestes criminales de Carlos Castaño, habían crecido al calor de estas cooperativas, y habían facilitado su expansión por todo el país. En Antioquia, los paramilitares de Castaño tenían una alianza de sangre con 'Don Berna', coronado en el mundo del crimen como el nuevo amo de Medellín.

La región estaba bañada en sangre. Y algunas de las instituciones, como la Fiscalía, infiltradas por los grupos armados. Por eso lo primero que hizo Velásquez fue llevar a su propio equipo de trabajo. Como coordinador al que fuera su maestro y director de tesis, J. Guillermo Escobar, y a Laureano Colmenares, quien era un curtido investigador. Se apoyó en otros muy buenos que había ya allí, como Gregorio Oviedo. Aquí puede decirse que Velásquez desplegó el atributo que más lo caracteriza: su talento para la investigación.

“A diferencia de otros, mi papá no oficia sino que investiga” dice su hijo, Víctor. “Observa, contrata, y escucha mucho. Va a la pepa”. Alveiro Yepes, quien era fiscal en Medellín en aquella época, describe a Velásquez como un hombre con una cabeza prodigiosa donde registra los datos. El talento para preguntar de Velásquez es muy particular. Neutro e incisivo. Suspicaz, sin ser extremadamente desconfiando. “Yo soy ingenuo” dice, muy a propósito de lo que ocurrió con ´Tasmania´. Pero en realidad, es alguien que ata cabos todo el tiempo.

Velásquez usa un método poco común en la investigación judicial en Colombia, y es ver los crímenes en su contexto, como un sistema de interconexiones, que le permiten estudiar estructuras y no solo culpables individuales. Su objetivo más que buscar cabezas, que es lo que la justicia suele hacer, es vislumbrar estructuras. Ese fue el estilo con el que empezó su trabajo en la Fiscalía, buscándole la pista a los paramilitares.

Uno de los miembros de ese grupo tuvo que ser operado en una pierna, por lo que estaba incapacitado en Medellín. En lugar de capturarlo de inmediato, la Fiscalía interceptó su teléfono, y el tipo, aburrido y sin nada que hacer, se dedicó a hablar con sus compinches sin parar. En una de esas conversaciones habló acerca de unos uniformes que venían en un camión. El CTI de inmediato, interceptó el camión, y halló no solo uniformes sino un papel con la dirección de un parqueadero al que debía llegar el carro y su cargamento. Se trataba del Parqueadero Padilla, un lugar de bajo perfil en el que sin embargo estaba la “madre” del paramilitarismo: la contabilidad de las AUC.

Cuando los investigadores llegaron, el administrador del lugar, alias 'Lucas' se estaba tragando lo que podía. Allí había cientos de documentos con aportes de empresas, ganaderos, personas prestantes, y otras no tanto. Aparecían por primera vez nombres como el de Sor Teresa Gómez, quien fuera la testaferro más importante de Carlos Castaño, y autora crímenes incluso hasta 2014, cuando finalmente fue capturada.
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Fuente: Verdad abierta

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Última edición por Heráclito; 25-05-2015 a las 11:33:54
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