Ver Mensaje Individual
Antiguo 15-10-2013 , 22:18:50   #7
Lord Mago
Denunciante Épico
 
Avatar de Lord Mago
Me Gusta
Estadisticas
Mensajes: 38.685
Me Gusta Recibidos: 7636
Me Gustas Dados: 16054
Ingreso: 15 mar 2008

Temas Nominados a TDM
Temas Nominados Temas Nominados 4
Nominated Temas Ganadores: 0
Reputacion Poder de Credibilidad: 310
Puntos: 548888
Lord Mago tiene reputación más allá de la reputaciónLord Mago tiene reputación más allá de la reputaciónLord Mago tiene reputación más allá de la reputaciónLord Mago tiene reputación más allá de la reputaciónLord Mago tiene reputación más allá de la reputaciónLord Mago tiene reputación más allá de la reputaciónLord Mago tiene reputación más allá de la reputaciónLord Mago tiene reputación más allá de la reputaciónLord Mago tiene reputación más allá de la reputaciónLord Mago tiene reputación más allá de la reputaciónLord Mago tiene reputación más allá de la reputación
  
Predeterminado Respuesta: Para leer, reflexionar y sacar conclusiones: PENA MÁXIMA, UN JUICIO AL FUTBOL COLOMBIANO.

Continuación Capítulo II



El vacío de Valderrama

El cuarto juego de aquella gira resultó histórico. En el estadio Orange Bowl de Miami, Colombia enfrentó el 18 de febrero a la Selección de Suecia, calificada para el Mundial y una de las novedades europeas. Los suecos no llegaron con sus titulares, pero de cualquier forma se entregaron . A ellos también les convenía ganar en experiencia. Al comienzo el trámite fue parejo. Colombia trataba de tener el balón apoyada en la clase de Carlos Valderrama. Suecia intentaba romper ese esquema con profundos contragolpes. Sobre el final del primer tiempo, el país entero se estremeció. El Pibe fue a trabar un balón en tres cuartos de cancha y recibió un planchazo. Estuvo tirado en el suelo por cinco minutos. Pero reaccionó con violencia en la siguiente jugada y fue expulsado.

Después se supo: había sufrido una ruptura parcial en el ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha. A esas alturas, febrero de 1994, era casi como quedar por fuera de la Copa. “Es difícil que yo reaccione, pese a que siempre están tratando de provocarme. Ante los suecos me calenté porque sentí, apenas recibí el golpe, que era de quirófano. En un segundo me pasó de todo por la cabeza, hasta la posibilidad de quedarme viendo el Mundial por la tele. Son momentos de ira, momentos en los que no te puedes controlar”. Valderrama no habló demasiado de su lesión. Tampoco de su reacción, pero vivió el drama segundo a segundo. Sólo su fuerza de voluntad, su amor por el fútbol, consiguieron colocarlo entre los once que enfrentaron a Rumania el 18 de junio.

En esos días expresó por vez primera su deseo de ganar el Campeonato del Mundo. En una entrevista publicada por la revista Cromos el 21 de marzo, dijo que eso era lo único que le faltaba en la vida. Cuando le preguntaron si el favoritismo y la confianza no eran exagerados, respondió: “Tal vez por parte de la afición y del periodismo. Nosotros no nos sentimos campeones ni nada por el estilo, hemos trabajado mucho en ello. No hay problemas. Estamos claros en que mejorando lo de Italia estamos cumplidos”. Un día antes del debut ante los rumanos, en Los Ángeles, se olvidó de sus declaraciones anteriores y sostuvo que Colombia llegaba al Mundial para llevarse el título.

Carlos Alberto Valderrama fue otro capítulo aparte en esta historia. Fue operado en el hospital San Ignacio de Bogotá el domingo 20 de febrero. Cuentan quienes pudieron visitarlo en su habitación que estaba acabado, desconsolado. Que lloró, que dijo que no alcanzaría a estar para el Mundial… Algún noticiero alcanzó a informar que inclusive se había cortado el pelo. Y esta no es una anécdota más, aunque lo parezca. Para Valderrama, como para muchos futbolistas, el cabello es una especie de talismán. Unos lo llevan largo, otros corto, pero para todos, o por lo menos para el noventa por ciento de ellos, el pelo es un amuleto. Decir que Valderrama se lo había cortado era como afirmar que estaba derrotado. No fue así. Después de la primera crisis, Carlos Valderrama se levantó. Se puso el overol y empezó a trabajar como cualquier muchacho de 20 años.

En Barranquilla, y al lado del profesor Hernández, kinesiólogo del Atlético Junior, el número 10 de la Selección comprendió que todo dependía de él. No se amilanó ante el dolor, no se quejó, no descansó. Si alguien quería jugar el Mundial, ese era Carlos Valderrama. A mediados de marzo le quitaron el yeso. A finales del mismo mes ya corría y realizaba ejercicios para fortalecer el músculo. A principios de abril dijo que quería jugar. El folclor colombiano surgió otra vez. Todos opinaron, todos polemizaron. Que sí, que no, que aún le faltaba. El cuerpo médico de la Selección, Hernán Luna e Ignacio Zapata, se opuso; el de Junior lo apoyó.

El 30 de abril Valderrama volvió al fútbol en Paraguay. Con la camiseta número 10 del Junior, ante Cerro Porteño, por la Copa Libertadores, con la cinta de capitán, el pelo largo de siempre y un poco de temor. Poco a poco retornó a su ritmo, a sus pases de gol, a sus genialidades. Y lentamente recobró su lugar en la Selección. En mayo se incorporaron las estrellas de Europa y Brasil: Faustino Asprilla, Adolfo Valencia y Freddy Rincón. El equipo estaba armado, por lo menos en lo futbolístico. Valderrama, el líder natural, ya se había recuperado del rodo. La sociedad que tantas alegrías le había regalado a Colombia volvía a juntarse en las canchas. El talento, intacto. Las ganas, también. Sólo que…

Valderrama fue el estandarte de Colombia desde 1987, el mismo año en el que León Londoño Tamayo, entonces presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, le entregó la Selección de mayores a Francisco Maturana. Por su estilo, su calidad y su tranquilidad, fue desde un comienzo el líder natural del grupo. Ese año de 1987 El País de Uruguay lo escogió, por primera vez, como el mejor futbolista de Suramérica. Sus presentaciones en la Copa América de Argentina lo habían consagrado. Aquel Valderrama de 1987 obligó a las comparaciones. Ruud Gullit, Enzo Franchescoli. Incluso Diego Maradona. El siguió, igual que antes, igual que en sus años de fracaso con Millonarios. Jamás un desplante, nunca un gesto violento. Respuestas para todos, autógrafos para cualquiera.

En el 88 fichó para el Montpellier de Francia. Se marchó con la ilusión de abrir espacios para el fútbol colombiano, con su esposa Clara Ibeth y sus dos hijos, Linda y Alan. Otra vez el examen cada ocho días. Otra vez las conjeturas. No le fue bien. El técnico, Pierre Mosca, odiado en Colombia por el pecado de sentar al Pibe, no lo tuvo en cuenta. Jugaba por momentos, sólo por momentos. Así se le pasaron los días. Aprendió algo de francés, Au revoir Monsieur, a marcar un poco, a tirarse al piso, a soltar el balón más rápido. Pero jamás pudo ser El Pibe. Con la Selección Colombia que jugó en el 89 la Copa América de Brasil y las Eliminatorias para el Mundial de Italia perdió el examen. Los fantasmas de Millonarios volvían. De nuevo las dudas. Dudas y más dudas. Hasta que llegó el Mundial, allí donde se conoce quién es quién. Allí donde el fútbol elige y decide.

Ante Emiratos Árabes y Yugoslavia, ante Alemania y Camerún, Carlos Alberto Valderrama fue más que antes, más que siempre. Pidió el balón, sin importar que tuviera dos o tres adversarios encima, lo entregó claro, se mostró como salida, fue gol y marca. Fue claridad y magia. Había trabajado duro ese año para llegar bien al Campeonato del Mundo. El invierno francés lo había pasado allá, metido dentro de un buzo de entrenamiento. Corriendo, haciendo pesas, sudando … Uno, dos, tres, y de nuevo a empezar. Luego se fue al Real Valladolid. Después, al Deportivo Independiente Medellín. Y por último, al Atlético Junior. Muchos clubes, muchos estadios, muchas críticas y aplausos. Sí, en 1994 él tenía que ser el líder del equipo. El hombre que impusiera el orden, los ritmos… Hasta la manera de comportarse dentro y fuera del terreno de juego. No lo fue. Algo se rompió en su interior. Hizo ‘crack’, y terminó con millones de sueños.

Siempre fue un tipo extraño Valderrama. Callado, para muchos, tímido; alegre entre los suyos solamente. Un tipo extraño. Diferente a todos los demás. Sin esas ansias locas de ser “el protagonista”. Sin la necesidad de encontrar su nombre en rodos los diarios. Seguro, fuerte, sincero. Un jugador que jamás se arrugó, aunque tuviera a todo el público encima y al campeón del mundo enfrente. “Yo me divierto jugando al fútbol, como lo hacía en Pescadito cuando comencé”, solía decir. Y no era falso. El Pibe siempre tuvo la capacidad de pensar dos segundos antes que el contrincante, e inventarse una maniobra sútil. Patrimonio de los genios. Pero algo pasó la víspera del debut en Estados Unidos.

A Valderrama se le rompió rodo. Dejó de ser el líder, perdió su batuta, extravió los papeles. Y lo más grave, el respeto de sus compañeros. El 18 de junio, en el Rose Bowl de Pasadena, El Pibe no fue el tipo sereno de antes. El jugador talentoso que se inventaba una y dejaba pagando a los demás. Ese día gritó, insultó, regañó, manoteó … fue otro Valderrama ¿o el que en esencia es? El lunes 20, Francisco Maturana dijo: “El equipo está descompuesto porque Carlos (Valderrama) no ha ejercido su liderazgo dentro del campo. Lo perdió, y un equipo de fútbol sin líder es como un barco a la deriva. Ya no le creen”.

__________________



God let me die with my sword in my hand...

Haber caído tanto y no haber aprendido nada – ese es tu fracaso.


Es bueno conocer la historia para que no se repita... Aquí, los primeros tres capítulos del libro "La Pena Máxima, un Juicio al Fútbol Colombiano".
Lord Mago no está en línea   Responder Citando
 
Page generated in 0,07978 seconds with 11 queries